«Muchas personas que trabajan extrayendo materiales valiosos como el plomo y el cobre se exponen al contacto con más de mil sustancias peligrosas» ONU.
Hay que hablar de la basura electrónica
Si, claro, la transformación digital acompañada de la electrificación que cada día abarca más espacios del planeta genera un tipo de desarrollo que cambia la vida de las personas, pero también está generando consecuencias de alta contaminación al medio ambiente y directamente a la salud de las personas.
Para estar conectados en zonas urbanas o remotas debemos tener dispositivos electrónicos o por lo menos tener acceso a ellos. Al cumplir su vida útil, esos dispositivos se convierten en residuos electrónicos.
La mayoría son llevados a depósitos de basura o incinerados. Cuando se eliminan se genera un flujo de residuos que contiene materiales peligrosos.
Residuos electrónicos en cifras

En 2023 se generaron 62 millones de toneladas de basura electrónica, una cifra que podría aumentar a 82 millones para 2030, según el Global E-waste Monitor 2024, elaborado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
La baja tasa de reciclaje de la basura electrónica
Solo el 22,3% de los residuos electrónicos generados en 2023 se reciclaron formalmente, según el estudio.
Greenpeace calcula que el resto de ese material termina en vertederos, se incinera o se exporta ilegalmente a países en desarrollo, donde su manejo inadecuado contamina suelos y aguas con metales pesados como plomo, mercurio y cadmio.
La contribución de la IA al problema
Con el auge de la Inteligencia Artificial (IA), este problema se agrava con la demanda de hardware especializado, como servidores y chips, que aumenta exponencialmente la generación de residuos difíciles de reciclar.
Esos chips especializados y los centros de datos masivos tienen un ciclo de vida útil cada vez más corto. En muchos casos los servidores para IA pueden volverse obsoletos en 2 ó 3 años, frente a los 5 ó 7 años de la tecnología tradicional.
Las principales empresas occidentales están impulsando la fabricación de procesadores con alto consumo energético y rápido reemplazo generando más residuos.
Un estudio de la Universidad de Massachusetts estimó en el año 2019, que entrenar un modelo avanzado de IA puede emitir hasta 284 toneladas de CO₂, equivalente a las emisiones de 5 automóviles en toda su vida útil.
La Agencia Internacional de Energía (IEA) proyecta que un importante aumento del consumo de electricidad por parte de los centros de datos “se prevé que el consumo de electricidad de los centros de datos se duplique con creces hasta situarse en torno a los 945 TWh en 2030”.
Impacto en la salud y el medio ambiente
La ONU advierte que la exposición a sustancias tóxicas de los residuos electrónicos puede causar cáncer, daños neurológicos y problemas reproductivos. “Muchas personas que trabajan extrayendo materiales valiosos como el plomo y el cobre se exponen al contacto con más de mil sustancias peligrosas, como el plomo, el mercurio, el níquel, los materiales ignífugos bromados y los hidrocarburos aromáticos policíclicos”.
Gran parte de la basura electrónica de EE.UU. y Europa termina en países como Ghana, Nigeria y Pakistán, donde se desmantela en condiciones peligrosas
¿Hay solución?
Aunque ha tenido poco impacto, el Convenio de Basilea, ratificado por 190 países, regula el movimiento transfronterizo de residuos peligrosos.
Existen empresas que publicitan frecuentemente que están implementando programas de reciclaje, pero activistas critican que solo recuperan una fracción mínima de sus productos
La Unión Europea aprobó en 2024 una normativa que exige a los fabricantes garantizar 10 años de actualizaciones de software para reducir la obsolescencia programada según una publicación de Euronews.