La búsqueda desesperada de alimentos se ha convertido en una sentencia de muerte para decenas de palestinos en la Franja de Gaza.
En un lapso de días, al menos 58 civiles han sido abatidos a tiros en las cercanías de los centros de distribución de ayuda, desatando una condena internacional y profundizando la crisis humanitaria en el enclave asediado.
«Una carnicería total», describió un médico extranjero, visiblemente desbordado por la afluencia de víctimas.
El último incidente, ocurrido este martes, dejó al menos 27 palestinos muertos por disparos israelíes, según informaron las autoridades locales.
Mahmoud Basal, portavoz de la agencia de Defensa Civil de Gaza, dirigida por Hamás, denunció que «tanques, drones y helicópteros dispararon contra civiles cerca de la rotonda de Al Alam», ubicada a un kilómetro de un centro de distribución.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), por su parte, afirmaron que sus tropas abrieron fuego tras identificar a «sospechosos que se dirigían hacia ellas ‘desviándose de las rutas de acceso designadas'».
Sin embargo, esta versión choca con el testimonio de Nadeem Zarab, un residente de Gaza, quien relató el horror vivido: «Cuando llegaron a la rotonda ‘empezaron los disparos, desde un helicóptero, tanques y soldados francotiradores'».
Añadió que «Los disparos venían de todas direcciones. Empezamos a usar el muro como cobertura, protegiéndonos cerca de él».
Este trágico episodio se suma a un incidente similar el pasado domingo, donde 31 personas murieron y casi 200 resultaron heridas, según el Ministerio de Sanidad gazatí.
Israel ha negado haber disparado en esa ocasión, una afirmación que contradice «declaraciones de decenas de testigos civiles, ONG y funcionarios de sanidad».
Un sistema de distribución en Gaza a lo Trump
La situación se agrava por el controvertido nuevo sistema de distribución de ayuda humanitaria, liderado por la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), un grupo respaldado por Israel y Estados Unidos señalado de privatizar el genocidio y sacar redito económico.
Este sistema, que ha sido duramente criticado por organismos de la ONU, exige a los civiles acudir a centros de distribución en zonas bajo control militar israelí.
«A los palestinos se les ha presentado la más sombría de las opciones: morir de inanición o arriesgarse a ser asesinados mientras intentan acceder a los escasos alimentos que se ponen a su disposición a través del mecanismo militarizado de ayuda humanitaria de Israel», lamentó Volker Türk, responsable de derechos humanos de la ONU.
La GHF, en respuesta al incidente del martes, declaró que la distribución se llevó a cabo «sin incidentes en nuestro centro», sugiriendo que las víctimas se salieron del corredor de seguridad. Sin embargo, en un giro alarmante, la fundación anunció el cierre temporal de sus centros de distribución este miércoles, acatando la advertencia del ejército israelí de que las carreteras de acceso serían consideradas «zonas de combate».
Mientras las cifras de muertos en Gaza superan las 54.470 desde el inicio de la ofensiva israelí el 7 de octubre, la comunidad internacional redobla la presión. Aliados cercanos de Israel, como Reino Unido, Francia y Canadá, «exigen grandes cambios en su conducta en Gaza», advirtiendo con posibles sanciones o el reconocimiento de un Estado palestino si la situación no mejora.
La ONU, a través de su secretario general, António Guterres, ha exigido una «investigación inmediata e independiente de estos hechos y que los autores rindan cuentas».
La opacidad de la situación se ve acentuada por la prohibición de entrada a Gaza para los medios internacionales, incluida la BBC, lo que dificulta la verificación independiente de los eventos. En medio de este caos y desesperación, la búsqueda de un plato de comida se ha vuelto una ruleta rusa para los civiles de Gaza, atrapados entre el hambre y las balas.
