Benjamin Netanyahu aseguró haber logrado todos los objetivos de la reciente ofensiva contra Irán, pero la realidad muestra lo contrario. Ninguno de sus tres principales objetivos se cumplió: el programa nuclear iraní permanece intacto, el régimen no fue debilitado y el sistema de misiles sigue operativo.
Irán evacuó sus instalaciones nucleares antes de los ataques y respondió con misiles y drones que impactaron ciudades israelíes como Tel Aviv y Beersheba, causando daños significativos y afectando a miles de civiles. Mientras Netanyahu proclamaba victoria, el propio ejército reconocía que aún tenían “muchos objetivos por atacar”.
Qué sí logró, asesinar al menos a 600 civiles iraníes por los bombardeos, aumentando la condena internacional. La ofensiva fortaleció a Irán y consolidó su respaldo popular, mientras actores regionales y la propia dinámica internacional muestran un creciente distanciamiento hacia Israel, incluso desde Estados Unidos que lo apoyó en el inició de la agresión.
Este revés pone en duda el liderazgo del primer ministro israelí y podría marcar un cambio en el equilibrio geopolítico en Oriente Medio.