La sospechosa sincronía entre el tren bioceánico y los aranceles de Trump.
Mientras Trump justifica un arancel del 50 % al acero de Brasil por “proteger empleos estadounidenses”, una firma silenciosa entre la potencia sudamericana y China para construir un tren interoceánico hacia el megapuerto de Chancay en Perú podría revelar la verdadera razón: un nuevo eje logístico sudamericano que esquiva a EE.UU.
Aunque justificó la medida por razones políticas internas relacionadas con su «Make America Great again», el contexto internacional apunta a una segunda lectura: un nuevo eje logístico impulsado por Beijing y Brasilia que podría estar redibujando el mapa estratégico de Sudamérica.
El castigo a Brasilia: ¿solo por Bolsonaro?.

El pasado 9 de julio de 2025, el presidente Donald Trump anunció que Estados Unidos aplicará un arancel del 50 % a todas las importaciones provenientes de Brasil, a partir del 1 de agosto. La medida encendió las alarmas tanto en Brasilia como en los mercados internacionales. Trump justificó la decisión con una clara carga política, al afirmar que:
“La actual administración brasileña ha fallado en proteger los derechos democráticos de su pueblo y ha participado en una caza de brujas contra su expresidente”.
Se refería al juicio que enfrenta Jair Bolsonaro, acusado de intento de golpe y conspiración. Trump, alineado políticamente con el expresidente brasileño, ha denunciado el proceso como una “witch hunt” (caza de brujas), en términos similares a los que usa para referirse a sus propias causas judiciales en EE.UU.
A pesar del fuerte impacto económico del arancel —que afectará sectores clave como el acero, el café y los cítricos—, Trump no argumentó razones comerciales ni económicas directas, como dumping o subsidios. Esto despertó sospechas de que detrás de la medida podría haber razones geopolíticas más amplias.
¿Castigo geoeconómico? La sospechosa coincidencia temporal

7 de julio: Brasilia y China firman el memorando sobre el tren bioceánico.
10 de julio: Trump anuncia el arancel del 50 % al acero brasileño.
Tres días antes del anuncio de Trump, el 7 de julio, el gobierno de Brasil firmó con China Railway Economic & Planning Research Institute un memorando de entendimiento para realizar estudios de factibilidad sobre un corredor ferroviario interoceánico.
La ruta, aún en etapa de planificación, uniría el Puerto de Ilhéus en el Atlántico brasileño con el Puerto de Chancay en el Pacífico peruano, atravesando cinco estados brasileños y la selva amazónica.
La prensa brasilera reseñó que “El objetivo es evaluar la viabilidad de una conexión ferroviaria que permita transportar mercancías brasileñas hacia el mercado asiático sin depender del Canal de Panamá o de puertos norteamericanos”.
El Puerto de Chancay, en construcción avanzada y con operación parcial desde finales de 2024, es una infraestructura controlada en más del 60 % por la estatal china COSCO Shipping.
Su ubicación estratégica y su conexión proyectada con la red ferroviaria lo convierten en una pieza clave del nuevo eje comercial China–Sudamérica.
Aunque el gobierno de Perú, ha confirmado que el puerto estará abierto a integrar rutas bioceánicas privadas, siempre que cumplan requisitos ambientales y técnicos.
La coincidencia temporal entre el anuncio del memorando ferroviario y el arancel impuesto por Trump ha generado especulaciones sobre una posible represalia indirecta.
Expertos del la Universidad Bolivariana de Venezuela en han comercio internacional señalado que este tipo de medidas —aunque presentadas como políticas internas— pueden tener una carga disuasiva estratégica cuando involucran intereses chinos en América Latina.
El contexto revela una pugna más amplia: China avanza en construir una red de comercio y logística en América del Sur, y EE.UU. responde con instrumentos económicos y presión política.
Perú, Brasil y China están cambiando las reglas del juego comercial en el continente. Y Trump, con su arancel, podría estar recordando que aún controla las herramientas del castigo económico.
El proyecto ferroviario, aún en fase de estudio, cambiaría el mapa logístico continental: permitiría que las exportaciones brasileñas lleguen a Asia sin cruzar el Canal de Panamá ni pasar por puertos bajo influencia estadounidense. Una jugada que Beijing celebraría en silencio, y que Washington parece dispuesto a frenar con aranceles.