Abril del año 2025 pasará a la historia como el inicio de una guerra comercial en la cual Donald Trump ocupa un rol estelar.
El 2 de abril, calificado por el presidente estadounidense como el «Día de la Liberación», fue el día en el que el hegemón pateó el tablero y trastocó la economía de todo el planeta.
Hace una década, cuando las compañías de EEUU detectaron que otros actores —China— ganaban dominio competitivo, decidieron cambiar de estrategia y levantar barreras comerciales, un proceso que Trump terminó de un solo plumazo.
Con esto queda claro que la guerra comercial iniciada por Trump se debe a la debilidad competitiva manufacturera de EEUU.
Y si a esto le sumamos la fragilidad fiscal estadounidense EEUU, entenderemos que Trump desea evitar una recesión que ya es el principal fantasma que recorre el país.
Las idas y vueltas de la imposición de aranceles de Trump generan incertidumbre, lo que dispara el costo de las primas de riesgo y acelera la salida de capitales.
Es así como queda evidenciado que la guerra comercial resulta un error en donde nadie gana.
Por el contrario, según datos oficiales, el mayor contendor de EEUU logra resultados de impacto en este primer semestre 2025.
La economía de China registró un notable crecimiento del 5,3 por ciento interanual en el primer semestre de 2025, alcanzando un Producto Interno Bruto (PIB) de 9,24 billones de dólares.
Por sectores, la agricultura se expandió un 3,7 por ciento en el primer semestre de 2025 respecto al mismo período de 2024.
La industria y la construcción vieron un crecimiento del 5,3 por ciento, mientras que el sector servicios lideró con un 5,5 por ciento.
Asimismo, la inversión en activos fijos, excluyendo hogares rurales, creció un 2,8 por ciento en el primer semestre; mientras que la inversión en manufactura aumentó un 7,5 por ciento.
La demanda interna en China ha sido un motor clave: contribuyó con el 68,8 por ciento al crecimiento del PIB en el primer semestre, de los cuales el 52 por ciento provino del gasto final en consumo.
Por esto, decir que Trump gana la guerra comercial es inexacto.
El correlato político indica que, en la década de 1980, China inició una liberalización limitada del mercado interior y una apertura gradual a las inversiones internacionales.
Estados Unidos busca desarticular las cadenas de producción y de valor transnacionales, por considerar que beneficia cada vez más a China, lo que ha sido una de las características esenciales de la globalización de finales del siglo XX.
La respuesta china es: «China no se vende».
Parafraseando a William James, «la guerra moderna es tan costosa que el comercio es la mejor vía para entablarla.»