La frontera entre Camboya y Tailandia se ha convertido esta semana en el epicentro de un conflicto regional de gran magnitud. Desde el pasado 24 de julio, al menos 16 personas han muerto, entre ellas civiles y soldados de ambos países, y más de 120.000 personas han sido desplazadas, mientras los combates se intensifican a lo largo de varios kilómetros en la zona disputada.
El epicentro de la violencia se encuentra en las inmediaciones del templo de Preah Vihear, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y foco histórico de disputas entre ambos países. Los enfrentamientos se han extendido a al menos 12 puntos fronterizos, incluyendo zonas turísticas y rurales.
Los combates incluyen intercambios de artillería pesada, bombardeos aéreos y uso de cohetes BM‑21, y se ha denunciado el uso de municiones de racimo, prohibidas por tratados internacionales. Las tropas tailandesas respondieron con fuego después de que drones camboyanos cruzaran el espacio aéreo y detectaran posiciones de vigilancia”, indicaron fuentes del ejército tailandés.
Antecedentes: tensión histórica y filtraciones recientes

La disputa sobre la soberanía del templo Preah Vihear y sus alrededores data del siglo XX, con un fallo de la Corte Internacional de Justicia en 1962 a favor de Camboya, que Tailandia ha cuestionado en reiteradas ocasiones.
Sin embargo, el actual brote de violencia se habría precipitado tras la filtración de una llamada privada entre la primera ministra interina de Tailandia, Paetongtarn Shinawatra, y el líder camboyano Hun Sen.
En la conversación, Paetongtarn al parecer pedía ayuda para estabilizar su imagen política. La filtración desató una ola de indignación nacionalista en Tailandia, llevando a su suspensión inmediata y a una escalada en el discurso belicista de ambos lados.
El conflicto no es solo territorial. Según Time Magazine, “el enfrentamiento va más allá de una línea en el mapa: es una lucha entre élites políticas envejecidas que buscan legitimar su poder”.
Camboya, gobernada por Hun Manet (hijo del ex primer ministro Hun Sen), se enfrenta a dudas sobre su liderazgo, mientras que Tailandia atraviesa una grave crisis de legitimidad tras el escándalo político.
También están en juego intereses económicos: Camboya ha convertido zonas fronterizas en centros de juego para turistas tailandeses, una industria en riesgo ante los planes de Tailandia de legalizar el juego internamente. A ello se suman redes ilegales transfronterizas de estafas digitales y trata de personas.
La comunidad internacional ha reaccionado con preocupación, aunque con cautela. La ONU ha convocado una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad, solicitada por el gobierno camboyano, mientras China, aliada tradicional de Camboya, ha expresado estar “profundamente preocupada” y llamó a ambos países a “resolver sus diferencias a través del diálogo pacífico”.
El Ministerio de Relaciones Exteriores chino añadió que “Beijing está dispuesto a jugar un papel constructivo como mediador justo e imparcial”.
Por su parte, EEUU y la Unión Europea han instado a la contención, aunque sin ofrecer propuestas concretas. ASEAN, el bloque regional del Sudeste Asiático, ha sido criticado por su “impotencia diplomática” ante una de las peores crisis interestatales de su historia.
Situación humanitaria crítica en Camboya y Tailandia

El número de desplazados supera los 120.000, con al menos 100.000 personas evacuadas desde provincias tailandesas y más de 20.000 desde Camboya, Varios hospitales rurales han colapsado ante la llegada de heridos, y Tailandia ha cerrado todos sus pasos fronterizos oficiales.
“La situación humanitaria es extremadamente grave”, indicó una portavoz de Médicos Sin Fronteras en la región, quien advirtió que “la falta de acceso a agua potable y refugios está poniendo en riesgo a miles de civiles”.
Aunque la escala actual de los enfrentamientos sugiere una guerra en ciernes, tanto Tailandia como Camboya han enviado señales de apertura a una negociación. El ministro de exteriores tailandés afirmó este viernes que “no hay intención de declarar una guerra formal, pero defenderemos nuestra soberanía”.
Camboya, por su parte, ha solicitado la mediación internacional y se ha mostrado dispuesta a “restablecer los mecanismos de cooperación bilateral en frontera”.
No obstante, la mezcla explosiva de nacionalismo, ambiciones políticas, intereses económicos turbios y falta de presión internacional efectiva, hace temer que el conflicto escale antes de poder ser contenido.