En un gesto ampliamente condenado como provocador e irresponsable, el ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, desafió el frágil statu quo religioso en Jerusalén Oriental al realizar oraciones judías públicas dentro del recinto de la mezquita de Al Aqsa, uno de los lugares más sagrados del islam y epicentro histórico de tensiones.
Ben-Gvir, líder de la extrema derecha israelí y figura recurrente en actos de provocación, fue filmado rezando en el lugar que los judíos llaman Monte del Templo, en abierta violación del acuerdo vigente desde hace décadas que permite visitas judías, pero prohíbe cualquier forma de culto no musulmán. Las imágenes del ministro dirigiendo rezos han generado alarma en todo el mundo árabe y musulmán.
Según él, rezó por la victoria de Israel sobre Hamas, el regreso de los rehenes y abogó por la anexión total de Gaza y la emigración voluntaria de palestinos
❝Una provocación inaceptable❞
La reacción de Jordania, custodio oficial del sitio, fue inmediata. Ammán denunció lo ocurrido como «una provocación inaceptable que viola el derecho internacional y amenaza la paz regional». También gobiernos como los de Turquía, Arabia Saudí y Catar se sumaron a la condena, exigiendo respeto por el carácter islámico exclusivo del lugar.
La Autoridad Palestina calificó el acto como una “declaración de guerra espiritual” y acusó a Israel de intentar judaizar sistemáticamente Jerusalén Oriental, territorio ocupado según el derecho internacional. «Esta es una nueva agresión contra nuestros lugares sagrados», denunció el portavoz presidencial Nabil Abu Rudeineh.
Netanyahu «intenta» calmar la tormenta
Frente a la indignación internacional, la oficina del primer ministro Benjamin Netanyahu emitió un comunicado asegurando que la política israelí no ha cambiado, y que el statu quo en Jerusalén sigue en pie. Pero esas palabras resultan vacías ante una realidad que lo contradice: desde que Ben-Gvir asumió su cargo, ha habido aumentos documentados de oraciones y símbolos religiosos judíos en el lugar, muchas veces con protección policial.
Además, durante su visita, desde Jerusalén Ben-Gvir llamó abiertamente a la anexión total de Gaza y defendió la idea de una «emigración voluntaria» de los palestinos, lo que analistas interpretan como una limpieza étnica encubierta. También oró por la “victoria sobre Hamás” y el regreso de los rehenes israelíes, politizando aún más un espacio que debería permanecer fuera del conflicto bélico.
Contexto sangriento
La provocación de Ben-Gvir no se dio en un vacío. Ocurre en medio de una ofensiva israelí que ha dejado miles de muertos en Gaza, incluyendo, el mismo día, al menos 33 palestinos asesinados por el ejército mientras buscaban ayuda humanitaria. Mientras las bombas siguen cayendo, el gobierno de extrema derecha en Tel Aviv abre otro frente: el religioso.
Este tipo de actos, que parecen diseñados para incitar una reacción violenta, han sido en el pasado detonantes de estallidos masivos de violencia, como la Segunda Intifada. Los expertos alertan que esta visita puede tener consecuencias devastadoras, no solo para Jerusalén, sino para toda la región.
¿Un plan calculado?
Diversos analistas consideran que Ben-Gvir no actuó por devoción religiosa, sino con fines políticos: movilizar a su base ultraortodoxa, reclamar la soberanía simbólica sobre el lugar sagrado musulmán, y erosionar aún más cualquier posibilidad de paz.
En lugar de desescalar, el gobierno israelí parece empujar cada día más hacia una confrontación total, no solo con Gaza, sino con el pueblo palestino en su conjunto, su identidad y su historia.
