Alaska, hoy conocido como el estado número 49 de Estados Unidos, tiene un pasado menos conocido pero fundamental: fue parte del vasto Imperio ruso durante casi un siglo. Esta enorme y fría región, administrada desde San Petersburgo, guarda historias que explican sus raíces y cómo el legado ruso aún permanece. A continuación, te presentamos siete datos fascinantes sobre la Alaska rusa que nadie debería ignorar.
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La compra que transformó el curso de la historia
En 1867, el Imperio ruso decidió vender Alaska a Estados Unidos por la suma de 7,2 millones de dólares en oro, equivalente a aproximadamente 140 millones de dólares actuales. Las razones que motivaron esta venta fueron principalmente económicas y estratégicas. Rusia, endeudada por la Guerra de Crimea y con un imperio muy extenso, veía difícil la defensa de esa región y consideraba que Alaska era poco rentable. El tratado se firmó el 30 de marzo de ese año, en una negociación entre el secretario de Estado estadounidense William H. Seward y el embajador ruso Eduard de Stoeckl, marcando un giro decisivo para ambos países.
Novo-Arjánguelsk, el corazón ruso en América
Durante el dominio ruso, la capital administrativa y comercial de Alaska era Novo-Arjánguelsk, conocida hoy como Sitka. Fue el epicentro de la Compañía Ruso-Americana, que manejaba la región como una empresa privada con respaldo imperial. Sitka aún conserva evidentes huellas de este pasado, como su célebre Catedral de San Miguel, que continúa siendo un punto de referencia histórico y cultural.
El lucrativo comercio de pieles: el oro helado del norte
La piedra angular de la economía rusa en Alaska fue el comercio de pieles, especialmente las de nutria marina, animales cuyo pelaje era tan valioso que su caza masiva casi los lleva a la extinción. Las pieles se exportaban principalmente a China, donde alcanzaban precios exorbitantes y fueron apodadas como el «oro blando» de la región. Este pujante comercio fue el motor que sustentó buena parte de la colonia rusa.
Misioneros ortodoxos y la herencia espiritual
La Iglesia Ortodoxa Rusa desempeñó un papel esencial durante la colonización. Misioneros como San Germán de Alaska no solo difundieron el cristianismo entre las poblaciones indígenas, sino que también respetaron muchas de sus tradiciones ancestrales. La influencia religiosa rusa permanece viva hoy en día, con comunidades activas, templos históricos y celebraciones ortodoxas en varias localidades del estado.
Huella lingüística en la Alaska actual
Aunque el ruso nunca se impuso como lengua dominante, dejó una marca indeleble en el lenguaje local. Algunos nombres geográficos y ciertos términos que utilizan los pueblos nativos tienen orígenes rusos. Palabras como “barabara”, que significa casa tradicional, son un ejemplo de cómo el idioma rusófono ha permeado hasta en aspectos culturales y cotidianos.
Fortalezas y cañones para proteger un territorio extenso
Rusia construyó diversas fortificaciones para proteger sus intereses, incluyendo el Fuerte Ross en California, evidencia de que su presencia en América fue más amplia de lo que se suele pensar. En Sitka, la instalación de cañones servía para disuadir amenazas británicas, aunque la presencia militar rusa fue siempre limitada debido a la vastedad y dificultad de defender el territorio.
Un legado que Alaska honra y celebra
Hoy en día, la herencia rusa es celebrada con orgullo en Alaska. Festivales, museos y rutas turísticas exploran y mantienen vivo este capítulo histórico. En ciudades como Kodiak y Sitka es común encontrar cruces ortodoxas y calles con nombres rusos. Además, hay iniciativas que buscan fortalecer los lazos culturales entre Rusia y Alaska, recordando que esta región fue una parte importante del imperio zarista y sigue siendo un puente cultural entre continentes.
Esta historia poco conocida acerca de Alaska nos invita a redescubrir el pasado que dio forma a una de las regiones más singulares y remotas del continente americano. La influencia rusa sigue siendo un hilo conductor que une memorias, tradiciones y comunidades, un legado palpable que continúa enriqueciendo la identidad de Alaska.