La crisis humanitaria en la Franja de Gaza es mucho más que un conflicto bélico. Se trata de una situación en la que condiciones básicas para la vida, como el acceso a agua potable, alimentos y medicinas, han desaparecido y afecta potencialmente a miles de niños.
Familias enteras sobreviven en tiendas improvisadas, bajo un sol abrasador y con escasos recursos. La infraestructura hídrica está colapsada, producto del prolongado bloqueo y los constantes bombardeos, que han destruido sistemas de saneamiento y hospitales.
En septiembre del año 2024, la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus sigas en inglés), dijo en X:
“Mientras vacunamos a los niños contra la polio, muchas otras enfermedades siguen propagándose en Gaza”.
La amebiasis, causada por un parásito transmitido a través del agua contaminada, provoca diarrea severa, desnutrición y deshidratación. Sin antibióticos ni atención médica adecuada, estos síntomas son una sentencia de muerte, especialmente para la población infantil gazatíes, la más vulnerable en esta crisis.
El relator Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos al agua potable y al saneamiento, Pedro Arrojo, alegó que la población en Gaza «vive con cinco litros de agua por persona y día, cuando cualquiera persona consume a diario sin lujos ni dispendios unos 100 litros, esta cantidad cubre las necesidades básicas de consumo e higiene. Y la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima como mínimo para situaciones de catástrofe o de emergencia 15 litros por persona y día».
La tragedia de Gaza exige una respuesta urgente y solidaria de la comunidad internacional: la apertura real y sostenida de corredores humanitarios que garanticen acceso a agua limpia, alimentos nutritivos y medicamentos esenciales. No se trata solo de respuestas médicas o logísticas, sino de reconocer la dignidad y el derecho irrenunciable a la vida y la salud.
Detrás de cada niño hay una historia, una esperanza rota. Mientras miles de niños luchan por sobrevivir, la solidaridad global debe convertirse en un compromiso firme para revertir esta catástrofe evitable. Gaza necesita agua y medicinas, pero sobre todo, justicia y respeto por los derechos humanos fundamentales.