EE.UU ha vuelto a presentarse como líder de una cruzada global contra el narcotráfico, esta vez bajo el sello de Donald Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio.
En una reunión del gabinete, Rubio aseguró que “por primera vez en la era moderna, estamos verdaderamente en la ofensiva contra los cárteles organizados que están bombeando veneno, veneno mortal, en nuestras ciudades. Y eso es un esfuerzo de equipo”.
El funcionario presumió la existencia de una “coalición internacional”, afirmando que cuentan con una cooperación “increíble” de países latinoamericanos. Según Rubio, “solo en la última semana” se habrían unido Ecuador, Paraguay, Guyana, Trinidad y Tobago y Argentina. “Todos uniéndose a nosotros o tratando de ser útiles en avanzar esto”, enfatizó.
Sin embargo, detrás de la retórica de unidad regional, la realidad refleja más presión militar que consensos diplomáticos.
El propio Rubio confirmó el despliegue de fuerzas navales y aéreas en el sur del mar Caribe y frente a las costas venezolanas, justificado bajo el pretexto del combate al narcotráfico.
Reuters reveló además que, junto a las unidades ya presentes, se movilizarían el crucero de misiles guiados USS Lake Erie y el submarino de ataque rápido de propulsión nuclear USS Newport News. Una demostración de fuerza que incrementa la tensión con Caracas y que, para muchos analistas, responde más a la geopolítica de redefinir fronteras que al narcotráfico.
El discurso de Rubio tampoco se limita a la droga. Extendió su narrativa a la migración, destacando que la “colaboración internacional” también sirve para frenar la “migración masiva ilegal”.
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“Tenemos países en todo el mundo que realmente nos están ayudando, ya sea a través de acuerdos de terceros países seguros, ya sea deteniendo el flujo de migración que viene aquí en primer lugar. Increíble cooperación internacional”, dijo el secretario de Estado.
En este caso los gobiernos satélites de Washington son:
Javier Milei en Argentina

- Milei se alineó de manera casi incondicional con Trump. Desde lo económico, abrazó el ajuste ortodoxo y buscó respaldo del Tesoro de EE.UU.
- Militarmente, avanzó con compras de equipamiento y ofreció a Argentina como aliado de la OTAN.
- Beneficios inmediatos: flexibilización de visados, aval internacional a sus reformas, oxígeno financiero.
- Dependencia: su política exterior ya no es autónoma; es un peón útil para el tablero geopolítico de Washington contra China y Rusia en Sudamérica.
Santiago Peña en Paraguay

- Aceptó convertirse en “tercer país seguro”, lo que significa absorber la carga migratoria que EE.UU. rechaza.
- Suscribió memorandos con Washington en seguridad y cooperación militar.
- Incluso abrió la puerta a ejercicios conjuntos de salud y entrenamiento.
- Dependencia: Paraguay, históricamente con poca proyección internacional, se aferra al padrinazgo de EE.UU. para tener respaldo político y militar, a cambio de obedecer en migración y seguridad, sin contar la deuda que mantiene con Venezuela y que se niega a cancelar.
Daniel Noboa en Ecuador

- Con el país devastado por la violencia, Noboa halló en EE.UU. su salvavidas: extradiciones rápidas, asesoría militar y acceso a inteligencia norteamericana. (Actual hogar de Erick Prince)
- El discurso de “mano dura” se alimenta de la narrativa antidrogas de Washington.
- Dependencia: la crisis de seguridad ha convertido a Ecuador en laboratorio de políticas represivas diseñadas en el norte, con la excusa de combatir a los cárteles.
Trinidad y Tobago

- Políticamente, respaldó los despliegues militares de EE.UU. en el Caribe, calificando a los cárteles como “terroristas”.
- Económicamente, su dependencia del mercado energético estadounidense lo amarra: más del 40 % de sus exportaciones de gas y petróleo terminan en EE.UU.
- Dependencia: su apoyo político y comercial lo coloca como socio subalterno en la región.
Irfaan Ali en Guyana

- Washington convirtió a Guyana en su punta de lanza contra Venezuela: acuerdos militares, ejercicios navales, legislación en el Congreso estadounidense para “defenderla” en caso de conflicto.
- EE.UU. incluso presionó para que combata el contrabando de oro, recurso clave para la economía guyanesa.
- Dependencia: el boom petrolero lo puso en la mira, y Georgetown prefirió ponerse bajo el paraguas de EE.UU para saquear los recursos petroleros y de oro de la zona que pertenecen a Venezuela.
Finalmente, Rubio celebró que Trump haya “redefinido” la frontera de EE.UU.: “Ya no es solo nuestra frontera física. Estamos haciendo cosas con anticipación para prevenir que esto suceda y obteniendo cooperaciones de países que nunca hemos visto antes”.
Más dudas que seguridades

Pero la proclamada coalición despierta más dudas que certezas. Países como México ya han rechazado públicamente iniciativas unilaterales de Washington, insistiendo en que cualquier cooperación antidrogas debe respetar la soberanía.
A México se suman Venezuela, Colombia, Brasil, Cuba, Nicaragua, Honduras, quienes han expresado su insatisfacción y han rechazado cualquier movimiento tendiente a militarizar el Caribe.
Aun así, la administración Trump intenta presentar como “alianza internacional” lo que en la práctica parecen ser acuerdos subordinados a la agenda estadounidense.
Mientras tanto, la militarización del Caribe sigue avanzando y amenaza con abrir un nuevo frente de conflicto en la región bajo la bandera de una “guerra contra las drogas” que, lejos de resolverse, se recicla cada década con los mismos protagonistas y escasos resultados.