Sergio Rodríguez Gelfenstein
Aunque parezca un lugar común, vale recordar para efectos de este análisis la profecía del geopolítico inglés Halford John MacKinder que a comienzos del siglo XIX afirmó que «quien domine Asia Central, dominará Eurasia y quien domine Eurasia, dominará el mundo». Sus puntos de vista esbozados en la “Teoría del Heartland”. establece que el control del vasto corazón continental de Eurasia, que incluye Asia Central, Rusia Central y Siberia, otorgaría una posición estratégica para dominar el resto de Eurasia y, por extensión, el mundo.
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Más allá de la veracidad de tal teoría, lo cierto es que la nueva configuración del poder mundial que se ha estado verificando en los últimos años, se ha ido haciendo patente en el gran espacio euroasiático. En esta amplia extensión geográfica se manifiestan dos características, una política y otra geográfica que trastorna con profundidad inusual la geopolítica global. La primera es que se está hablando de una región donde no hay presencia hegemónica de Estados Unidos ni de Europa, sobre todo desde la derrota y huida de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán en agosto de 2021.
La segunda es que el territorio en cuestión es una gran masa terrestre que aun teniendo costas tanto al norte como al sur, el eje fundamental de la misma se encuentra muy alejada de los mares. En esa medida la configuración del poder bélico mundial que se ha estructurado desde hace al menos cinco siglos a partir de la primacía naval ha quedado sin efecto, obligando a realizar profundas adecuaciones doctrinarias, sobre todo en términos militares.
En primera instancia, China y Rusia han ido configurando una red de organizaciones y estructuras a las que se han ido incorporando paulatinamente otras naciones, algunas de ellas, muy poderosas e importantes en la dinámica regional y global hasta crear una telaraña de instituciones de diversa índole: económicas, financieras, de cooperación y de seguridad que van dando vida a una nuevo ordenamiento de la región y por ende del mundo. A ello, se le suma una enorme cantidad de recursos destinados a generar mecanismos de integración reales y efectivos y que se patentizan en carreteras, vías férreas, represas para generar energía hidráulica y una utilización óptima de las aguas, construcción de puertos y aeropuertos y hasta mecanismos de integración digital que están evidentemente beneficiando a los países participantes.
Por supuesto, Occidente no iba a aceptar esto tranquilamente y ha incrementado acciones de todo tipo a fin de torpedear y hacer imposible la concreción de este gran proyecto de dimensión planetaria sobre todo desde el año 2020. Una serie de conflictos heredados del pasado colonial por una parte, dificultades propias de la gestión de gobierno de otra, así como erróneas prácticas gubernamentales, han sido aprovechadas por quien pretende “pescar en río revuelto”.
Al hacer un recuento cronológico se podrá ir viendo como hay un escalamiento de los conflictos en la región, curiosamente a lo largo de la Ruta de la Seda. Aún antes de su vergonzosa huida de Afganistán y durante su poderosa presencia militar en ese país, Washington urdía golpes de Estado a fin de desestabilizar la región. En octubre del año 202, hizo el primer ensayo de derrocamiento del gobierno de Kirguistán, las intentonas se repitieron en noviembre de 2021 y más recientemente en julio de 2024. Estados Unidos no le perdona su membresía en la Organización de Cooperación de Shanghái, la Comunidad de Estados Independientes y la Unión Económica Euroasiática a través de las cuales ha fortalecido sus vínculos con Rusia y China.
Pero sobre todo, Estados Unidos no toleró que el convenio que le permitía utilizar el denominado Centro de Tránsito de Manas en el aeropuerto internacional de Biskek la capital del país fuera cancelado en junio de 2014, a partir de lo cual, las Fuerzas Armadas kirguisas comenzaron un fuerte acercamiento con Rusia.
Ese mismo año, en junio, Estados Unidos había incentivado el ancestral diferendo entre India y China en el Himalaya, en particular en la llamada Línea de Control Actual (o LAC, por sus siglas en inglés), en concreto, en el valle de Galwan, en Ladakh. Este valle se encuentra en la disputada región de Cachemira (otro lugar conflictivo heredado de la ambigüedad de la demarcación trazada por el colonialismo británico). La presencia de ríos, lagos y montañas nevadas hace que esa frontera de facto varíe y a menudo genere confrontación. India y China comparten una frontera de más de 3.440 kilómetros y tienen reclamaciones territoriales superpuestas.
No obstante, durante las últimas tres décadas, los dos países (ahora potencias) han protagonizado diversas rondas de diálogo (con la mediación de Rusia en los últimos años) culminando en agosto de este año con un consenso de diez puntos para avanzar en la resolución del diferendo fronterizo tras la visita del canciller chino Wang Yi a Nueva Delhi donde junto a su contraparte india, el director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores y representante especial Shri Ajit Doval suscribieron tan importante documento. Estos acuerdos allanaron el camino para la exitosa visita del primer ministro Narendra Modi a Beijing a inicios de este mes. Este encuentro manifiesta un duro golpe (tal vez el más fuerte jamás recibido en los últimos años) a la estrategia estadounidense en la región.
Entrando al año 2022, el 5 de enero, se produjeron masivos disturbios en Kazajistán, en cuyo transcurso los manifestantes atacaron a policías y militares. El presidente Kasym-Zhomart Tokáyev denunció el intento del golpe de Estado y pidió ayuda a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), alianza liderada por Rusia que fue convocada para apoyar a las autoridades kazajas. El 7 de enero se paralizaron las acciones terroristas y el 19 se produjo la retirada del país del contingente militar de la OTSC. El mundo y sobre todo Occidente observaron con extrema sorpresa que una fuerza militar convocada para luchar contra el terrorismo abandonaba un país tras cumplir su misión. No se transformó -como es habitual- en una fuerza de ocupación.
Kazajistán es miembro de la Comunidad de Estados Independientes, la Organización de Cooperación Económica y la Organización de Cooperación de Shanghái y un gran productor de petróleo y gas natural. Además, posee ingentes recursos minerales que le ha permitido desarrollar una poderosa industria siderúrgica y l metalúrgica. Pero tal vez el dato clave es que, el país es el mayor productor de uranio en el mundo.
En abril de ese año, Imran Khan primer ministro de Pakistán fue destituido por el Congreso tras un largo período de acusaciones. Un mes antes, Khan había denunciado que Estados Unidos estaba detrás de una carta en la que era amenazado exponiendo la misma como prueba de una conspiración extranjera para derrocar a su gobierno. Aunque intentando mantenerse en el poder se desdijo luego del contenido de la misiva explicando que fue “un desliz lingüístico”, el 10 de abril se aprobó la moción de censura que lo destituyó. Aunque Pakistán ha sido a lo largo de la historia un gran aliado de Estados Unidos, también lo es de Irán y de China, países vecinos.
Sobre todo con China, Pakistán estableció un fuerte vínculo para contrarrestar su enemistad con India por una parte y simultáneamente, para enfrentar el terrorismo del Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (MITO) que opera en ambos países a partir del reclutamiento de extremistas uigures que habitan a ambos lados de la frontera. China ha hecho gigantescas inversiones en Pakistán, incluyendo el financiamiento para una ampliación significativa del puerto de aguas profundas de Gwadar ubicado el vértice del Mar de Arabia y en la boca del Golfo Pérsico como parte del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) en el marco de la Ruta de la Seda. El acercamiento de Khan a China era visto con malos ojos por Washington que operó para su destitución.
Dos años después, en 2024, algo similar le ocurrió a Sheikh Hasina primera ministra de Bangladesh tras protestas en el país que se fueron intensificando hasta convertirse en un levantamiento masivo durante el mes de agosto produciendo su derrocamiento y huida del país. Dos meses antes, la primera ministra Hasina afirmó que un «país blanco» estaba conspirando para derrocar a su gobierno y que ese “país blanco” le prometió que la reconocerían si establecía una base aérea en el territorio nacional. También expuso los fundamentos de una conspiración para crear un país cristiano en las líneas de Timor Oriental y Birmania. Aunque Bangladesh adoptó una política exterior de ponderación estratégica, manteniéndose equidistante entre las principales potencias regionales y globales China, India y Estados Unidos, la ampliación de sus vínculos con China despertaron el alerta en Washington. Bangladesh se estaba transformando en un destino importante para la inversión china, fortaleciendo la cooperación económica bilateral.
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Vale decir que China y Bangladesh mantienen una «asociación estratégica integral de cooperación», que se ha fortalecido con la participación de Bangladesh en el proyecto chino de la Ruta de la Seda a través del cual se han financiado una buena cantidad de proyectos de infraestructura, como la modernización del puerto de Mongla y la creación de zonas económicas industriales en el país, todo ello en el marco de la creación del corredor económico Bangladesh-China-India-Myanmar (BCIM), un proyecto estratégico que busca fortalecer la infraestructura y el comercio regional.
Así mismo, el Ejército de Bangladesh ha sido equipado con tanques chinos, su armada cuenta con fragatas y lanchas lanzamisiles chinas, y la Fuerza Aérea de Bangladesh opera aviones de combate chinos.