El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó que su gobierno no persigue un cambio de régimen en Venezuela, pese a las tensiones crecientes con el país suramericano y a la intensificación de operaciones militares en el Caribe.
Sus declaraciones buscan aliviar las criticas internacionales que se alinean con las acusaciones de Caracas, que asegura que el verdadero propósito de Washington es deponer a Nicolás Maduro y apropiarse de los vastos recursos naturales de la nación bolivariana.
El pasado 5 de septiembre, durante una comparecencia con periodistas a bordo del Air Force One, Trump fue cuestionado directamente sobre si la Casa Blanca planeaba remover del poder a Maduro. El mandatario respondió de forma categórica “No estamos buscando un cambio de régimen”. Incluso intentó restar importancia a los despliegues militares en la región, asegurando que las acciones estaban vinculadas al combate del narcotráfico.
Las palabras de Trump se pierden en el mar de los hechos

Sin embargo, la presencia estadounidense en el Caribe continúa en aumento. Aviones F-35 llegaron recientemente a Puerto Rico, mientras destructores, submarinos nucleares y sistemas de misiles permanecen en las inmediaciones de las costas venezolanas. El Pentágono sostiene que se trata de una operación contra cárteles de drogas, pero desde Caracas se denuncia que es parte de una estrategia para justificar una intervención militar bajo un relato “tipo Hollywood”.
El 17 de septiembre, en una nueva oportunidad, Trump volvió a negar cualquier conversación sobre un plan de cambio de gobierno en Venezuela. El republicano declaró: “No estamos hablando de eso”, descartando reuniones internas en su administración para organizar un eventual reemplazo de Maduro.
A pesar de la insistencia de Trump, otros mensajes han dejado abierta la puerta a interpretaciones distintas. El mandatario no descartó del todo la posibilidad de remover a Maduro y señaló: “Veremos qué pasa”. Estas palabras alimentaron la percepción de que, aunque la negativa es pública, Washington mantiene todas las opciones sobre la mesa.

Las tensiones coinciden con una serie de incidentes en el mar Caribe. El 12 de septiembre, fuerzas estadounidenses incursionaron en la Zona Económica Exclusiva de Venezuela y abordaron un barco pesquero, reteniendo a su tripulación por varias horas.
Días después, el 15 de septiembre, la Casa Blanca confirmó que tropas norteamericanas hundieron una embarcación vinculada, según sus versiones, al narcotráfico. Caracas lo denunció como una maniobra “ilegal” y “provocadora”.
Desde el gobierno venezolano, Nicolás Maduro ha reiterado que todo forma parte de un plan imperial para “imponer un gobierno títere” en Caracas y advirtió que la nación se prepara “para cualquier escenario”, incluso un conflicto armado. Según el mandatario, la narrativa de Washington no convence “ni al propio pueblo de Estados Unidos”.

En este escenario de confrontación, las palabras de Trump parecen buscar un equilibrio entre la negación formal de un cambio de régimen y la presión constante que ejercen sus políticas. Para analistas internacionales, la ambigüedad del discurso presidencial puede ser intencional, al permitirle enviar mensajes distintos a públicos internos y externos: tranquilizar a quienes temen una nueva guerra en el continente, y a la vez mantener abierta la amenaza latente sobre Caracas.
Mientras Trump insiste en que no busca tumbar al gobierno de Maduro, los hechos sobre el terreno muestran un incremento sostenido de la presión militar y económica contra Venezuela, lo que mantiene a la región en un estado de máxima tensión.