Hoy en día, el mundo de Internet no puede entenderse sin Instagram. Esta plataforma se lanzó el 6 de octubre de 2010 y, 15 años después, es una de las redes sociales más influyentes y utilizadas, con 2.000 millones de usuarios. Lo que empezó como una simple aplicación de fotografía, se ha convertido en una herramienta clave en esta era digital.

La aplicación fue creada por Kevin Systrom y Mike Krieger, dos jóvenes ingenieros informáticos a los que se les ocurrió la idea de crear una plataforma para compartir fotografías. No se podían imaginar que su proyecto acabaría siendo tan rentable: solo dos años después del lanzamiento, Facebook adquirió Instagram por 1.000 millones de dólares.
En todo este tiempo, Instagram ha incorporado distintas novedades. Al principio solo se podían subir fotos y añadirles filtros. Ahora la plataforma permite subir stories (contenido que solo dura 24 horas) y reels (vídeos cortos), retransmitir vídeos en directo, enviar mensajes e incluso comprar productos en su tienda virtual.
Esta evolución también se ha hecho patente en el propio uso de la aplicación. Cuando se creó, Instagram era una especie de blog personal en el que las personas subían fotografías de su vida. Aunque algunos usuarios siguen usándola de esta manera, la red social ha evolucionado hasta convertirse en una plataforma clave del marketing digital.
Marcas, empresas y trabajadores de todo el mundo utilizan Instagram para promocionar productos y servicios, y conectar con sus clientes. De hecho, la plataforma ha sido fundamental para el auge de los influencers, personas que se dedican profesionalmente a crear contenido en redes sociales y cobran dinero a cambio de hacer publicidad.
Instagram y salud mental
El impacto de las redes sociales en la salud mental es un tema recurrente cuando se habla de esta plataforma. En 2021, una investigación de The Wall Street Journal reveló que incluso las propias aplicaciones son conscientes de los efectos perjudiciales que pueden llegar a provocar en sus usuarios.
El diario estadounidense filtró unos documentos internos de Facebook, en los que se demostraba que la compañía había realizado varios estudios para analizar la toxicidad de Instagram. Los resultados concluyeron que esta aplicación es perjudicial, sobre todo para adolescentes.
Los informes incluían conclusiones como “un 32% de las chicas dicen que cuando se sienten mal con su cuerpo, Instagram les hace sentir peor”, “los adolescentes culpan a Instagram de los aumentos en la tasa de depresión y ansiedad” y “saben que lo que ven es malo para su salud mental, pero se sienten incapaces de parar”.
Diversos estudios ya habían señalado anteriormente el impacto negativo de la plataforma, pero la noticia causó mucho revuelo porque confirmó que los propios trabajadores y jefes de Instagram conocían estos peligros y, aun así, no tomaron medidas para intentar mejorar la situación.
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Instagram es una red social que nos permite conectar con amigos y familiares, pero también tiene un lado más oscuro: nos muestra vidas que parecen perfectas. Fotos cuidadosamente elegidas, filtros que mejoran las caras y los cuerpos, viajes paradisíacos, planes divertidos… Todo esto puede crear una visión idealizada de la realidad.

El problema es que muchas personas se comparan con lo que ven en Instagram, y pueden llegar a sentir que su vida no es suficiente o no es tan interesante como la de los demás. Esta comparación constante puede afectar negativamente a la autoestima e incluso generar ansiedad.
Los efectos negativos son especialmente importantes en niños y adolescentes, porque muchas veces no son capaces de distinguir entre lo que es real y lo que es ficticio. Al tomar lo que ven en Instagram como modelos a seguir, pueden sentirse presionados para cumplir estándares que realmente son inalcanzables, lo que puede provocar frustración.
Por eso es importante ser críticos con lo que vemos en redes sociales y recordar que no todo lo que se publica refleja la realidad.