Desde principios de septiembre, el ejército estadounidense atacó embarcaciones venezolanas que, según la administración Trump, eran operadas por supuestos «narcoterroristas» y transportaban drogas dirigidas a comunidades estadounidenses.
Sin embargo, una investigación de la agencia Associated Press revela un panorama más profundo y humano detrás de estas acciones.
Entre los más de 60 fallecidos se encuentran un pescador que subsistía con apenas 100 dólares mensuales, un delincuente reincidente, un excadete militar y un conductor de autobús golpeado por la mala suerte.
Estos hombres, originarios de pequeños pueblos costeros en el noreste de Venezuela, no encajan en el perfil de narcoterroristas o jefes de cárteles como ha afirmado la administración estadounidense.
Mediante decenas de entrevistas con familiares y residentes de la región, AP confirmó que aunque algunos de los muertos estuvieron involucrados en el tráfico de drogas, ninguno era un líder o integrante de bandas dedicadas al narcoterrorismo como lo presenta la versión oficial de Washington.
Este contraste plantea cuestionamientos sobre el costo humano de una política antinarcóticos que afecta directamente a poblaciones vulnerables y abre un debate internacional sobre la estrategia de EE.UU. en la región.

