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El Caribe: de zona de paz a tablero de experimentos militares. Todo lo que debes saber sobre la Operación Lanza del Sur

La llamada «tensión» con Venezuela podría solo la pantalla para posicionarse en forma indefina en el Caribe con un nuevo sistema naval híbrido

La Cuarta Flota de EE. UU. inicio la Operación Southern Spear «Lanza del Sur«, un masivo despliegue de vehículos robóticos marítimos y aéreos cerca de rutas marítimas sensibles, incluyendo las cercanas a Venezuela.

Aunque el Comando Sur insiste en que la operación es un esfuerzo de larga duración contra el narcotráfico, el uso de sistemas de vigilancia avanzados y no tripulados en esta zona es interpretado por muchos analistas como una escalada de la presión tecnológica y militar en un contexto regional ya volátil.

Por la intensificación de la competencia estratégica con China y Rusia, el Comando Sur de las Fuerzas Navales de EE. UU. hace un despliegue de alta tecnología en el Caribe. Si bien la misión declarada es la lucha contra el narcotráfico, fuentes de la Marina confirman que el verdadero objetivo es acelerar la integración de sistemas robóticos (SRA) como parte del Proyecto 33, buscando reafirmar la superioridad marítima y contrarrestar la creciente influencia de potencias rivales en el «patio trasero» americano.

El despliegue de robots en el mar se convierte en eje estratégico para la Operación Southern Spear (Lanza del Sur), en su área de responsabilidad en el Caribe, Centroamérica y el norte de Sudamérica. Esta operación marca una transición importante hacia lo que la Marina estadounidense denomina su “campaña de Flota Híbrida”, con un peso decisivo en los Sistemas Robóticos y Autónomos (SRA).

¿Qué es la Operación Southern Spear?

La misión, según fuentes oficiales, tiene como propósito el “despliegue de SRA de forma sostenida para operaciones de larga duración”. Los SRA comprenden buques de superficie no tripulados (USV), lanchas interceptoras robóticas y aeronaves VTOL (despegue y aterrizaje vertical) no tripuladas. La idea es que estas plataformas puedan operar en alta mar junto a buques tripulados, para reforzar capacidades de vigilancia, reconocimiento y control del dominio marítimo.

Objetivos principales

La Operación Southern Spear se articula en torno a cinco grandes objetivos:

  • El despliegue activo de SRA en el AOR del SOUTHCOM.
  • El apoyo de estas plataformas a operaciones antinarcóticos, detectando y monitoreando tráfico ilícito.
  • La integración de fuerzas tripuladas (como la Guardia Costera estadounidense) con vehículos no tripulados para lograr un “conocimiento coordinado del dominio marítimo”.
  • El desarrollo de tácticas, técnicas y procedimientos para operar estos sistemas a escala, más allá de pruebas limitadas.
  • El respaldo al Proyecto 33 de la Marina para poner en marcha un Sistema de Alerta de Reconocimiento (RAS), que incrementará la capacidad de vigilancia en zonas estratégicas.
Tecnología en acción y repostaje autónomo

En el video que acompaña el anuncio oficial (y que se difunde en canales de la Marina), se muestra la arquitectura técnica en la que se basa la operación: sistemas de sensores, comunicaciones satelitales, automatización logística y repostaje remoto.

Se explica que los buques no tripulados pueden operar semanas sin intervención humana directa y que la clave está en la autonomía energética y la capacidad de mantenimiento remoto. En dicho video, se indica que el objetivo es pasar “de la experimentación de corta duración a operaciones de larga duración que ayuden a desarrollar técnicas y procedimientos críticos”.

El repostaje se menciona como uno de los desafíos: las plataformas USV deberán poder atracar de forma autónoma para recibir combustible, provisiones y menor mantenimiento, o bien contar con suministros desplegados en alta mar.

La integración de drones “que pueden lanzarse desde la cubierta del USV” es otro de los elementos presentados. Esto permitirá que la vigilancia aérea y marítima actúe de forma continua, reduciendo los tiempos de respuesta y los espacios de maniobra de los actores considerados por EE.UU como ilícitos.

Ubicación y colaboración internacional

La operación comenzó a finales de enero de 2025 desde la Estación Naval de Mayport (Florida), bajo la jurisdicción de la Cuarta Flota de la Marina de EE.UU. Desde allí se desplegaron las plataformas hacia el Caribe y las aguas de Centro y Sudamérica. En la ejecución participarán buques de la Guardia Costera, centros de operaciones del SOUTHCOM y la Fuerza de Tarea Interinstitucional Conjunta-Sur. Asimismo, Washington espera involucrar a estados aliados de la región como cooperantes o anfitriones logísticos.

Impacto geoestratégico y riesgo regional

La operativa representa una profundización del protagonismo militar estadounidense en una región que históricamente había visto a la Guardia Costera y a la Marina con roles limitados. Ahora, los SRA añaden persistencia, menor visibilidad humana, y formarán parte de un sistema de vigilancia sin precedentes. Para muchos analistas, esto indica que el enfoque de “lucha antidrogas” está mutando hacia fórmulas de presencia estadounidense estratégica permanente.

Una publicación por parte del departamento de guerra indicó que “esta misión defiende nuestra patria, elimina narcoterroristas de nuestro hemisferio y protege nuestra patria de las drogas que están matando a nuestra gente. El hemisferio occidental es el vecindario de EE.UU. — y lo protegeremos”.

Este mensaje enfatiza que la operación tiene un componente declaradamente geopolítico: el control de la zona marítima cercana al país norteamericano.

Por otro lado, la región podría verse en situación de competencia tecnológica: los países que respondan con sus propias capacidades de vigilancia o colaboración verán abrirse nuevos espacios de cooperación o de tensión. Los SRA podrían alterar la configuración de poder naval ligero en el Caribe y el Atlántico occidental.

Desafíos operativos

La ejecución de la Operación Southern Spear no estará libre de obstáculos. Mantener plataformas autónomas en zonas de alta mar plantea retos de logística, seguridad, mantenimiento, interoperabilidad, redes de mando y control, e incluso cuestiones legales relacionadas con el uso de vehículos no tripulados en aguas internacionales.

Además, la cooperación regional podría encontrar resistencia en países que teman una militarización desequilibrada de su entorno marítimo.

Lejos de ser una simple operación técnica para combatir el tráfico ilícito en el Caribe, Southern Spear parece insertarse en una estrategia mayor de reposicionamiento estadounidense en la región.

Washington insiste en justificar su despliegue bajo la narrativa de «amenazas transnacionales» atribuidas a Venezuela, pero analistas señalan que este frente antinarcóticos funciona, en realidad, como una pantalla para probar la siguiente generación de sistemas autónomos y consolidar una presencia militar permanente, justo cuando China y Rusia intensifican su influencia económica y naval en el hemisferio.

En este contexto, los SRA se convierten en la herramienta ideal: permiten expandir vigilancia y control sin aumentar el número oficial de tropas desplegadas.

Detrás del discurso de cooperación, la operación representa un ensayo a gran escala para la integración de plataformas de inteligencia artificial, sensores marítimos y vehículos autónomos que posteriormente podrían aplicarse en escenarios de mayor disputa geopolítica.

Contratistas tecnológicos como TD Synnex, proveedores de hardware y soluciones de integración para sistemas de defensa, forman parte de esta cadena logística y tecnológica que respalda los experimentos operacionales del Pentágono.

Que estas pruebas se realicen precisamente en el Caribe —una zona donde convergen rutas energéticas, cables submarinos y el creciente comercio chino— no parece casualidad: se trata de un mensaje directo sobre quién pretende controlar los nodos estratégicos de la región en los próximos años.

Mientras tanto, el Comando Sur presenta Southern Spear como un ejercicio técnico, pero la magnitud del despliegue evidencia algo mayor: una arquitectura militar híbrida destinada a permanecer indefinidamente, fortalecida por la cooperación obligada de países que dependen de ayuda estadounidense para seguridad marítima.

Críticos advierten que esta operación no solo apunta a reforzar el cerco contra Venezuela, sino también a contrarrestar los avances portuarios y logísticos de China —como Chancay, La Habana o los nuevos corredores marítimos con Sudamérica— y la presencia de Rusia en Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Si la operación se consolida, podría establecer un modelo de vigilancia permanente bajo control estadounidense, donde la experimentación tecnológica se disfraza de “misión humanitaria”, mientras se redefine el equilibrio de poder en el Caribe y se limita la autonomía regional.

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