Por Seyed Mohammad Javad Hosseini
En el tenso panorama regional, la evaluación de Irán sobre la inevitabilidad de una guerra entre Israel y Líbano se basa en la realidad sobre el terreno. Los extensos movimientos militares del régimen sionista, el despliegue de unidades blindadas en el norte de la Palestina ocupada y el aumento de los vuelos de reconocimiento demuestran que Tel Aviv ha entrado de lleno en la fase de preparación operativa.
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Esta política multifacética está diseñada para debilitar el eje de la resistencia e impedir la restauración completa del poder de Hezbolá. El fracaso del plan para desarmar a este grupo y la falta de presión del gobierno libanés sobre Hezbolá en respuesta a la presión occidental implican, desde la perspectiva de Netanyahu, la necesidad de recurrir a la vía militar.
En este sentido, algunos países árabes como Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, en coordinación tácita con Washington, intentan preparar el terreno político en la región para una posible acción israelí y, al prometer inversiones en el Líbano, prácticamente lo incitan a aceptar la presión occidental. Este enfoque, aparentemente económico, forma parte de un plan político para aislar a Hezbolá.
Ante este escenario, Hezbolá se ha preparado para una confrontación prolongada, a pesar de las pérdidas humanas y estructurales sufridas en ataques anteriores. La cuidadosa reconstrucción de su capacidad misilística, el nuevo entrenamiento y el enfoque en la guerra combinada le han permitido al grupo trascender el nivel defensivo y convertirse en una fuerza disuasoria activa.

El gobierno de Beirut, si bien es reacio a la guerra, considera el desarme de la resistencia como un colapso de la seguridad nacional. La brecha entre las corrientes políticas del país sobre cómo abordar la crisis se ha convertido en un conflicto estratégico que podría determinar el curso de los acontecimientos futuros.
Mientras tanto, Washington actúa como observador activo y, al intensificar la presión sobre el gobierno libanés, ha condicionado la ayuda financiera al desarme de Hezbolá. Al mismo tiempo, no ofrece garantías de seguridad para prevenir ataques israelíes. Esta doble política es la luz verde que Tel Aviv espera para lanzar una guerra limitada pero devastadora.
Resumen: La situación actual muestra que la región está al borde de entrar en una nueva fase de conflicto entre Israel y el eje de la resistencia. Ni Hezbolá está dispuesto a desarmarse (lo cual es completamente racional y lógico) ni Israel puede tolerar la continuidad de este poder.
Para Irán, el Líbano no es simplemente un frente indirecto, sino la primera línea de defensa en su arquitectura de seguridad nacional. Cualquier acontecimiento en este ámbito afecta a una parte importante de la profundidad estratégica de Teherán, y la posible guerra que se avecina redefinirá el equilibrio de poder en Oriente Medio.

