Desde septiembre hasta noviembre de este año, imágenes satelitales analizadas por The New York Times revelan un patrón inquietante: destructores cruceros y buques anfibios de la Armada de EE. UU. han patrullado de forma sistemática entre 50 y 100 millas náuticas de la costa venezolana. Sin embargo, la administración Trump insiste en que se trata de una operación antinarcóticos, pero los datos y la geografía cuentan otra historia.
1- Una campaña de presión, no una cruzada antidrogas
Los buques estadounidenses se han desplegado en zonas alejadas de las rutas más activas de contrabando, que según datos del propio gobierno de EE. UU., se concentran frente a la costa colombiana. En cambio, la presencia militar se ha centrado en áreas donde el tráfico de drogas es marginal, pero donde su visibilidad frente al gobierno venezolano es máxima.
Muchos de estos buques están equipados con radares de vigilancia y misiles de largo alcance, capacidades que exceden (por mucho) lo necesario para interceptar lanchas rápidas con cargamentos ilícitos, así como señaló el coronel retirado Mark Cancian: La presencia naval que estamos viendo aquí está dirigida a Venezuela, y ellos pueden verla.
Este despliegue coincide con los esfuerzos de la administración Trump (@POTUS) por forzar la salida de Nicolás Maduro o, al menos, fortalecer su posición negociadora en un eventual diálogo. La presión militar se convierte así en una herramienta de disuasión estratégica más que en una respuesta genuina al narcotráfico.
2- El USS Gerald Ford y el ajedrez geopolítico global
La reciente llegada del portaaviones USS Gerald Ford al Caribe refuerza esta hipótesis. No se trata sólo de intimidar a Caracas: el movimiento también puede interpretarse como una maniobra para reconfigurar el equilibrio militar global. Al reducir su presencia en Europa y Medio Oriente, Trump podría estar buscando lo siguiente:
- Aliviar la presión sobre Rusia e Irán, actores claves en conflictos donde EE.UU. ha perdido influencia.
- Forzar a los aliados europeos a asumir mayores costos en defensa, en línea con su retórica de “America First”.
- Reposicionar activos estratégicos para tener mayor flexibilidad en negociaciones bilaterales.
En este contexto, el Caribe se convierte en un tablero de ajedrez donde Washington juega varias partidas a la vez.
3- La farsa de la guerra contra las drogas
Finalmente, el argumento central de la operación —la lucha contra el narcotráfico— se desmorona al examinar los hechos. No sólo se carece de evidencia pública que vincule a las embarcaciones atacadas con el tráfico de drogas, sino que tampoco se han implementado políticas serias para reducir la demanda interna en EE.UU. que sigue siendo el principal motor del narcotráfico regional.
Sin una estrategia integral que aborde el consumo doméstico, cualquier operación militar en el Caribe corre el riesgo de ser vista como una fachada: Una guerra contra las drogas que en realidad es una guerra por influencia geopolítica.
Por: UnleashDracarys

