Una intervención militar en Venezuela tendría consecuencias devastadoras para el mercado energético global y, por ende, la estabilidad regional y mundial. “Tenemos la principal reserva certificada de petróleo del mundo, la cuarta reserva certificada de gas y la primera reserva de oro, entre otras riquezas naturales”, ha dicho en reiteradas oportunidades el presidente Nicolás Maduro. De allí el apetito estadounidense para hacerse con el control energético venezolano.
No hay necesidad que la confirmación llegue desde la Casa Blanca, cada funcionario norteamericano conoce las movidas de la administración Trump, aunque os intereses de las anteriores no han sido diferentes. María Elvira Salazar ha sido una de las caras más visibles entre los congresistas republicanos a favor de una intervención militar en Venezuela y no ha escatimado en revelar los verdaderos motivos: “Para las petroleras será un día de campo”, decía ante la prensa estadunidense en el momento más elevado de amenazas.
El país posee las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, con más de 300.000 millones de barriles, y supera el millón de barriles diarios en producción. Un escenario de ataques podría paralizar hasta el 80% de esa producción. Las consecuencias no tardarían en llegar: una caída inmediata en la oferta mundial que harían disparar los precios a un máximo cercano a los $147 por barril, como ocurrió en julio de 2008, en medio de la desestabilización de Medio Oriente y en plena intervención estadunidense a un Irak que dejó dividido, devastado y en caos, luego de haber llevado “democracia”.
CITGO, un elemento clave de Venezuela

Sin embargo, los ataques al petróleo venezolano han ido por varias vías. A inicios de este diciembre, Venezuela denunció ante la Organización de Países Exportadores de Petróleo el despojo, por parte de Estados Unidos y factores extremistas opositores, de CITGO una filial de la estatal PDVSA. Lo interesante es trazar las líneas de cómo esto afecta la estabilidad energética mundial.
Para la Vicepresidenta Ejecutiva de Venezuela, “esta pretensión no solo contraría las disposiciones que rigen la convivencia pacífica entre las naciones, sino que además pone en grave peligro la estabilidad de la producción petrolera venezolana y el mercado mundial”, porque “el mundo conoce muy bien las lesivas consecuencias generadas en otros grandes países petroleros a partir de intervenciones militares de los Estados Unidos de América y sus aliados”.
No es difícil explicar cómo el expolio de una filial de la estatal venezolana PDVSA afecta al país. La parte que CITGO no solo gestiona una empresa; controla una parte de la cadena de valor del crudo venezolano, el refinado, la distribución y los ingresos generados, por lo que el aprovechamiento, no es necesariamente extraer petróleo en Venezuela, sino capturar renta que da el refinado y venta de combustibles en Estados Unidos. Si CITGO se adjudica a acreedores o se administra de forma desvinculada de PDVSA, los ingresos quedan fuera del alcance del Estado venezolano.
Hay tres razones posibles para que EEUU inicie una guerra: lucha contra gobiernos de izquierda, buscar dominio regional y petróleo. Las tres encajan no solo contra Venezuela, sino contra América Latina, que pese a artimañas se resiste a mantenerse como el patio trasero de EEUU, este último ve en la región un ejercicio de poder en declive. Esas tres razones han sido esbozadas por la Casa Blanca y por muy irónico que parezca, se pretenden tapar con las drogas y la migración.

