La agencia de noticias francesa AFP ha lanzado un llamado de alarma sin precedentes ante la crítica situación en la que se encuentran sus colaboradores en la Franja de Gaza, advirtiendo que los últimos reporteros locales podrían morir de hambre si no se actúa de manera inmediata ante la agravada crisis humanitaria en el enclave palestino.
A través de un comunicado publicado este martes, la AFP denuncia el panorama devastador que enfrentan sus periodistas, fotógrafos y videógrafos en Gaza, sumergidos en condiciones extremas de supervivencia: “Desde que se fundó AFP en agosto de 1944 hemos perdido a periodistas en conflictos, hemos tenido heridos y prisioneros en nuestras filas, pero jamás habíamos contemplado perder a un colaborador por hambre”, reza el documento.
La agencia advierte tajantemente: “Sin una intervención inmediata, los últimos reporteros en Gaza van a morir”.
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AFP denuncia una situación al límite
La denuncia no se limita a datos abstractos. La AFP ilustra la desesperación a través de historias personales de sus colaboradores. Bashar, uno de sus reporteros de 30 años, vive desde hace más de un año en la indigencia absoluta, afectado además por graves problemas intestinales. Bashar habita, junto a los escombros de su antiguo hogar en Ciudad de Gaza, en condiciones infrahumanas. El domingo pasado, informa la agencia, Bashar comunicó que su hermano mayor había fallecido de hambre. Casos como el de Ahlam, colaboradora en el sur del enclave, reflejan que la principal preocupación diaria de estos periodistas es la simple búsqueda de comida y agua potable, recursos prácticamente inexistentes bajo el bloqueo y los bombardeos constantes.
“Aunque estos periodistas reciben un salario mensual de la AFP, ya no hay nada que comprar o los precios son prohibitivos. Sus situaciones empeoran cada semana”, añade el comunicado. El deterioro físico es evidente: muchos ya no tienen fuerza para desplazarse y cubrir noticias, pero persiste el compromiso ético de informar, aunque sea a costa de la propia vida.

Aislamiento informativo y represión letal
Los periodistas gazatíes han quedado como los únicos testigos presenciales que informan sobre la ofensiva israelí en el terreno, en un contexto donde Israel ha prohibido sistemáticamente la entrada a la prensa internacional desde el inicio de su invasión en octubre de 2023. En consecuencia, la población palestina y el mundo dependen de la labor de estos reporteros para conocer el alcance real de la catástrofe humanitaria, que incluye ya más de 59.000 muertos, de acuerdo con datos recogidos en la zona.
La situación, sin embargo, trasciende el hambre: la labor periodística en Gaza es, literalmente, de las más mortales del planeta. Más de 200 periodistas han muerto por ataques directos desde el comienzo de la ofensiva israelí, según Reporteros Sin Fronteras, lo que convierte a la Franja en el lugar más peligroso del mundo para ejercer el periodismo en 2025.
Diversos organismos internacionales, incluida Naciones Unidas, han condenado el acoso y los ataques deliberados contra comunicadores en Gaza, señalando que los chalecos con la identificación de prensa han dejado de proteger y hoy funcionan casi como “blancos” para las fuerzas armadas.
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Hambre y represión como tragedia cotidiana
La escasez de alimentos y agua en Gaza se agudiza cada día. Las restricciones y el asedio militar dificultan la entrada de ayuda humanitaria. Las distribuciones de comida, organizadas en coordinación con diferentes ONGs, también se han convertido en zonas mortales; informes indican que fuerzas israelíes abren fuego regularmente contra multitudes desesperadas que se agolpan en los centros de ayuda, cobrando cientos de vidas en las filas del hambre. Según datos de salud locales, más de 800 gazatíes han muerto y 5.200 han resultado heridos durante tiroteos y bombardeos en puntos de reparto de alimentos y agua en lo que va de año.
La AFP subraya la paradoja angustiante en la que viven sus reporteros: aunque cuentan con un salario, la brutal realidad es que los productos básicos son escasos o, cuando aparecen, inalcanzables por sus costos exorbitantes. El propio trabajo periodístico se vuelve insostenible: el agotamiento físico y psicológico es evidente, y la voz de auxilio se repite ya con frecuencia desesperada en las comunicaciones internas de la agencia.
Comunidad internacional: Reacciones y llamados de auxilio
Francia, país de origen de la AFP, ha expresado su preocupación por la situación. El ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, ha calificado de “inaceptable” la negativa de Israel a dar acceso a medios internacionales a la Franja y ha instado a revertir este aislamiento mediático para garantizar transparencia sobre lo que ocurre en Gaza. Barrot se manifestó optimista respecto a una posible evacuación de algunos colaboradores de la agencia en las próximas semanas, aunque enfatizó que no encuentra justificación alguna para las nuevas ofensivas terrestres de Israel, denunciando que sólo consiguen agravar una situación ya catastrófica.
La denuncia de la AFP busca lograr, además de apoyo práctico, un cambio político y humanitario que permita salvar la vida de sus periodistas y, por extensión, garantizar que el mundo no quede ciego ante la tragedia en Gaza. Las peticiones incluyen el ingreso inmediato de ayuda vital, la apertura de corredores seguros para evacuación y la suspensión de ataques deliberados contra informadores.
Periodistas como últimos testigos y voz de Gaza
En medio de esta tormenta de violencia y privaciones, los reporteros locales resisten movidos por el sentido del deber y la ética periodística. Representan el último vínculo de la realidad diaria de Gaza con el resto del planeta. “Nos negamos a enterarnos de sus muertes en cualquier momento y resulta insoportable”, concluye el comunicado de AFP, resumido en un grito de auxilio y de dignidad profesional.
La comunidad internacional está ante el desafío de responder a este llamado de alerta, no solo para salvaguardar la vida de los periodistas, sino para defender el derecho fundamental a la información y a la verdad en uno de los escenarios más críticos del siglo XXI.