Aunque muchos cereales se promocionan como fuentes de fibra, vitaminas, minerales y pueden ayudar a suplir carencias nutricionales, especialmente en niños, adolescentes y personas con dietas restrictivas, no todos los cereales son iguales.
En Reino Unido, cerca del 50% de las jóvenes entre 11 y 18 años presenta baja ingesta de hierro, mientras que en Estados Unidos el 14% de los adultos sufre deficiencias de nutrientes esenciales. En este contexto, los cereales fortificados pueden ser una herramienta útil para combatir estas carencias. Sin embargo, el problema radica en que muchos de estos productos contienen altos niveles de azúcar añadido, poca fibra y un índice glucémico elevado, lo que provoca que, tras una sensación inicial de saciedad, el hambre regrese rápidamente, incentivando el consumo de snacks poco saludables, señaló BBC.
Un ejemplo claro es un plato de 30 gramos de hojuelas de maíz azucaradas, que contiene 11 gramos de azúcar, casi el 12% de la ingesta máxima diaria recomendada. Además, muchos cereales son ultraprocesados, sometidos a procesos industriales que añaden preservantes, colorantes y otros aditivos que comprometen la calidad nutricional.
Ante esta realidad, alternativas como la granola y la papilla de avena natural, especialmente si incluyen frutos secos, semillas y poca azúcar añadida, se presentan como opciones más saludables. La avena contiene beta glucano, una fibra que ayuda a reducir el colesterol y el riesgo de diabetes tipo 2, aportando beneficios comprobados para la salud.
Por ello, se recomienda a los consumidores revisar cuidadosamente las etiquetas para entender la composición de los cereales que eligen y, siempre que sea posible, optar por opciones integrales, bajas en azúcar y ricas en fibra para un desayuno verdaderamente nutritivo.