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Entre Washington y Caracas: ¿Cómo se fabrica el relato global sobre Venezuela en Francia?

En este artículo, publicado originalmente en centro-cohesia.com, el autor reflexiona a partir del ejemplo de dos reportajes publicados recientemente por los medios de comunicación en línea franceses, Brut y Blast, sobre las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela. A través del análisis de las fuentes, demuestra los sesgos y los peligrosos posicionamientos (voluntarios o no) a favor de los relatos difundidos por la extrema derecha venezolana, sin cuestionar en ningún momento los argumentos según los cuales Venezuela conocería una eterna «deriva autoritaria».

Estimados periodistas de Brut, estimados periodistas de Blast,

Con la banal vulgaridad de las palabras que caracterizan nuestra época, podríamos decir que soy un «consumidor» de la fuente de información que ustedes representan. Más por elección cuando se trata de consumir Blast, y a menudo por defecto algorítmico cuando se trata de consumir Brut. Lo reconozco.

Es evidente que no se puede exigir el mismo nivel de rigor periodístico a sus respectivos medios.

Brut es propiedad de Rodolphe Saadé desde septiembre de 2025, multimillonario franco-libanés al frente del gigante mundial del comercio marítimo CMA-CGM. Además, posee total o parcialmente un pequeño arsenal de otros medios en Francia: BFM TV, RMC, La Provence, Corse-Matin, La Tribune; para citar solo algunos. Y antes de Saadé ya intervenían los fondos de accionistas – otros multimillonarios franceses y «propietarios de prensa» – como Xavier Niel o François Pinault.

Blast, por su parte, es un medio que depende financieramente de las contribuciones más generosas de sus seguidores, y en parte de las ayudas a la prensa del Estado francés. Fundado por periodistas pertenecientes a la diversidad de la izquierda francesa, se espera por tanto un contenido un poco más reivindicado y comprometido… con la izquierda. Y visto el trumpismo imperante en el que estamos inmersos, me gusta pensar que la izquierda – al menos cuando es radical – debería situarse más bien en el campo de la exigencia intelectual.

Dime quién te da la plata y te diré quién te pone la música para que bailes, se diría en América Latina. Pero ¿qué ocurre cuando todo el mundo termina bailando al son de la misma música?

Me gustaría llamar su atención y la de sus seguidores sobre los sesgos – e incluso los posicionamientos – preocupantes que adoptan los contenidos que tratan ciertos temas internacionales. Y como prueba de ello, me remito a las recientes crónicas que han dedicado a la escalada de tensiones entre Estados Unidos y Venezuela, el 27 de septiembre en el caso de Brut1, y el 17 de noviembre en el caso de Blast2.

Existe un peligroso desfase entre, por una parte, una postura anti-Trump – es decir, anti-extrema derecha – que ustedes adoptan (con razón) frente a los acontecimientos recientes, y por otra, la repetición de un relato sobre Venezuela que tiene su origen… en el seno de la extrema derecha venezolana, aliada a su vez del trumpismo. Entre afirmaciones falaces y datos erróneos, en lo que respecta a Venezuela, la copia es mala. Muy mala.

¿No hay ningún matiz que aportar al relato de la eterna «deriva autoritaria», construido a partir de otros relatos incompletos o falsos sobre la represión, las ejecuciones extrajudiciales, las elecciones fraudulentas, el narcotráfico, la violencia, la crisis económica, la libertad de prensa, la crisis migratoria?

Para convencerles de ello, no haré aquí una contra-crónica escrita, bien poco eficaz frente al poder de la imagen. En cambio, sí puedo comentar la raíz de un problema – que creo generalizado – en el tratamiento de la información relacionada con Venezuela: las fuentes. Porque ya no basta con desmentir la falsedad en un océano de mentiras impulsadas por algoritmos interpuestos. Lo que está fundamentalmente en cuestión son las bases del método, y son esas bases las que conviene desmontar.

Brut cita menos sus fuentes que Blast. Atribuyo la responsabilidad a la diferencia de formato: en un caso se prefiere «dar la palabra al experto» y en el otro hacer un revoltijo mediático sobre un fondo humorístico. Ambos valen.

Sin embargo, en ambos casos se desprenden cuatro categorías invariables de fuentes dichas y no dichas sobre Venezuela: prensa dominante, ONGs orientadas, organizaciones internacionales y «expertos» seleccionados.

Prensa dominante al servicio de medios «alternativos»

Es evidente que la primera sorpresa a la que nos enfrentamos en los dos casos es la abundante cita de la llamada prensa dominante o «mainstream«. En Blast aparecen sucesivamente en pantalla capturas de artículos de Radio-Canada, Courrier international (dos veces), Tribune de Genève, Le Monde (dos veces), France 24, Euronews, Fox News, New York Times y Miami Herald. Única excepción: Le Monde diplomatique. En Brut se cita menos, pero las únicas citas que se encuentran (como la del Wall Street Journal) no van precisamente en un mejor sentido.

Recientemente he mostrado3, con estadísticas en mano, la extraordinaria homogeneidad del discurso de la prensa dominante sobre el tema «Venezuela» en Francia. He aquí algunos datos a modo de recordatorio.

Ya en 2018 se calculó lo siguiente sobre la base de los diez principales diarios de la prensa cotidiana francesa: el 67,3 % de los artículos dedicados a Venezuela presentaban una posición negativa o muy negativa hacia el gobierno venezolano y/o el chavismo; el 26,7 % una posición neutra o bastante neutra; y solo el 2,5 % una opinión positiva o muy positiva. En la categoría «opinión negativa/muy negativa», Le Monde (diario aparentemente «de referencia» y «pluralista») encabeza la lista con el 87 %, por delante incluso de Le Figaro (63,3 %), que sin embargo se declara de derecha, o de Libération (69 %), que se reivindicaba de izquierda.

¡Vaya que pluralidad de opiniones sin duda que inspira mi admiración! Es cierto que la muestra corresponde a un periodo determinado y solo a la prensa dominante francesa. Pero ¿es realmente diferente en el caso de la prensa dominante extranjera? Pasemos de las cifras a los ejemplos. Veamos algunos titulares de la prensa francesa e internacional mainstream, desde el 2017 hasta hoy.

Venezuela

Francia:

  • Le Parisien. Le Venezuela glisse vers la dictature. 7 de agosto 2017.
  • Le Monde. Le Venezuela s’enfonce dans la dictature. 21 de agosto 2017.
  • Le Nouvel Obs. Venezuela : Pourquoi le pays s’enfonce vers la dictature ? 22 de septiembre 2024.

España:

  • El País. Capriles: Maduro agarró el camino de la dictadura. 1o de abril de 2017.
  • El Periodico. Maduro se desliza hacia la dictadura. 29 de julio de 2017.

Reino Unido:

  • Financial Times. Venezuela lurches further towards dictatorship. 11 de diciembre de 2017.
  • The Guardian. Venezuela has fallen to a dictator. But we can help restore democracy. 23 de mayo de 2018.
  • The Economist. Venezuela’s slide into dictatorship. 7 de enero de 2025.

América del Norte:

  • Radio-Canada. Le Venezuela glisse vers la dictature. 9 de julio de 2017.
  • Los Angeles Times. Venezuela’s descent into dictatorship shows democracy can be lost. 2 de agosto de 2017.

Alemania:

  • Deutschlandfunk. „Venezuela ist eine Diktatur“. 10 de agosto de 2017.
  • Der Freitag. Venezuela vor der Diktatur. 10 de agosto de 2017.
  • Süddeutsche Zeitung. Venezuela ist nun endgültig eine offene Diktatur. 23 de agosto de 2024.

¡Al pie de la letra! ¿Es necesario traducir esto para apreciar la pluralidad en la prensa francesa e internacional?

No le reprocho a Brut que recura a la información de la casa, retomando los códigos de la información en línea para simplemente aplicarlos al producto de la información tradicional. Sin embargo, sí le reprocho a Blast que piense Venezuela basándose en una prensa dominante contra la cual el propio medio se construyó, sobre una línea claramente de izquierda. Y lo que sigue lamentablemente no es mucho mejor.

Las fuentes de ONG: ¿son siempre sagradamente confiables?

Pasemos a un terreno más resbaladizo, ya que es menos evidente para una parte de la izquierda francesa que se reconoce en Brut o en Blast, o en ambos.

Este terreno es el del lugar que ocupa el relato de ciertas ONGs, con una reputación más o menos consolidada, con una fachada más o menos creíble. Blast y Brut utilizan o citan cuatro de ellas: Amnistía Internacional, Reporteros sin Fronteras, Transparency International e Insight Crime.

Empecemos por las menos creíbles.

Brut compone su crónica invitando al representante y cofundador de la ONG Insight Crime: Jeremy McDermott. Antiguo oficial del ejército británico que sirvió en Irlanda del Norte y en Bosnia, se reconvirtió en reportero de guerra antes de cofundar y codirigir desde 2010 esta ONG que se describe a sí misma como un «think tank y medio de comunicación que busca enriquecer el debate sobre el crimen organizado y la seguridad de los ciudadanos en las Américas». Su sede se encuentra en Washington y la ONG posee una sucursal en Medellín, Colombia4. Entre sus fuentes de financiación se encuentran: la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la Open Society Foundations del multimillonario anticomunista George Soros y… el Departamento de Estado de Estados Unidos5.

Cabe preguntarse, pues, qué piensa el director de Insight Crime sobre las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, a raíz de esta crónica firmada por Brut: «[la desaparición de una] embajada estadounidense activa en Venezuela [ha permitido] que prospere el tráfico internacional de droga». ¡Bravo, Sherlock! Esperaremos las pruebas y los detalles sobre ese famoso «escudo» que representarían las embajadas estadounidenses contra el tráfico de drogas internacional. ¿Por qué no pedir su opinión a los mexicanos, a los colombianos, o incluso a los afganos que han tenido el «privilegio» de una intervención militar estadounidense en su territorio? Seguramente ellos tuvieron que esperar la salida de Estados Unidos y el regreso de los talibanes para empezar a ver disminuir la producción de opio.

Evidentemente esto es muy poco serio.

Y en la categoría «poco creíble», el reportaje de Blast tampoco se queda corto. Para afirmar que Venezuela está «a la cola del ranking en materia de corrupción», se cita una cifra: Venezuela ocuparía el puesto 178 de 180 países en la clasificación mundial6. Pero no se cita la fuente. Qué casualidad: yo la encontré tras un «enorme» trabajo de investigación.

Primero, una página de Wikipedia en francés compuesta por dos frases y titulada «Corupción en Venezuela». Luego, una ONG citada en la segunda frase: Transparency International. Aún así, habia que hacer clic en otro página de Wikipedia, la de la propia ONG, para leer (esta vez con fuentes) que fue fundada en 1993 por dos banqueros y un ex agente de inteligencia estadounidense; que recibe financiación de empresas condenadas por corrupción; y que su rama venezolana está dirigida por anti-chavistas notorios, que además recibieron 450 000 libras esterlinas del gobierno británico cuando se trataba de instaurar en 2019 un gobierno golpista paralelo7. Por cierto, recomiendo la lectura de un artículo8 de Le Monde Diplomatique publicado en 2019 sobre ellos: «¿Quién investiga a los investigadores?».

¿Cómo no cuestionar la fuente? ¿Y cómo retomar una clasificación como esta (¡178 de 180!) sin darse cuenta de lo burdo de la afirmación, o al menos cuestionarla? Es evidente que hay corrupción en Venezuela, al igual que hay corrupción sistémica en toda América Latina y en otras partes del mundo. Y ningún venezolano, ni siquiera el más chavista, les dirá lo contrario. ¡O quizas podríamos hablar con los venezolanos para comprender los fenómenos en curso en Venezuela!

Así que sigue sin ser serio.

Entonces, quizas podamos creer en Amnistía Internacional, cuya reputación está más que consolidada y a la que citan tanto Blast como Brut. Dejemos de lado el hecho de que una ONG – por muy respetable que sea – pueda equivocarse total o parcialmente en su valoración de una situación política y humanitaria. ¿Es aceptable la opinión de Amnistía sobre Venezuela?

Empecemos por decir que Amnistía Internacional no es Amnistía Francia, que no es Amnistía Américas, que no es Amnistía Venezuela. Amnistía, como cualquier ONG, está atravesada por corrientes y actores con intereses muy distintos a lo largo del mundo. Y eso es normal, dado el tamaño de la estructura. Leo con atención los informes de Amnistía Francia sobre las violaciones de los derechos humanos bajo el régimen de Macron, y me repugnan los tuits de Amnistía Américas (¡y de la casa matriz Amnistía Internacional!) que felicitan a la ganadora del Premio Nobel de la Paz 2025, María Corina Machado, cuya caracterización política como de extrema derecha ya no requiere demostración.

This is an important recognition to María Corina Machado, but also to the people of Venezuela who, for years, have endured repression and persecution for daring to think differently and challenging authorities over human rights violations. https://t.co/6Y92tCDCOH

— Amnesty International (@amnesty) October 10, 2025
🏅El #NobelDeLaPaz2025 a @MariaCorinaYa reconoce también al pueblo de #Venezuela que, pese a la represión, alza la voz por la libertad y los derechos humanos.
Esperamos que traiga más apoyo de los mecanismos internacionales de justicia para las víctimas.https://t.co/bZaBGjeF1D

— Amnistía Internacional Américas (@AmnistiaOnline) October 10, 2025

¿Nadie tiene nada que decir sobre el apoyo que esta rama de Amnistía brinda a personajes tan siniestros? Estos comunicados de apoyo de Amnistía a la extrema derecha se inscriben en la línea histórica de Amnistía Américas (y por extensión de las otras sucursales del mundo que la imitan, incluida Amnistía Francia) sobre Venezuela. Una línea que consiste en avalar cualquier relato sobre la «represión del régimen», la «tortura», los «asesinatos».

Los tuits de apoyo a Machado me bastan, personalmente, para desacreditar la palabra de Amnistía sobre Venezuela. Dejo que los curiosos investiguen más a fondo. Porque incluso sin haber visto los tuits de apoyo a Machado, los autores de la crónica de Blast podrían haberse interrogado sobre el extracto del informe de Amnistía que muestran en pantalla.

Venezuela

Para demostrar que habría «ejecuciones extrajudiciales» en Venezuela, se cita la frase siguiente: «al menos 24 personas murieron entre el 28 de julio (día de las elecciones presidenciales) y el 1 de agosto como consecuencia de la represión ejercida por las autoridades públicas». De 28 homicidios en total (cifra dada por el Ministerio Público), no se ha presentado ninguna denuncia que vincule estas muertes con las fuerzas de seguridad.

Y con razón, imagino la difícil tarea de Amnistía para atribuir al «régimen» la muerte del guardia nacional José Antonio Torres Blanca, joven de 26 años asesinado de un tiro en el cuello el 29 de julio en Maracay (la escena fue filmada); del guardia nacional Jormen Jose Martínez, linchado y luego asesinado con arma blanca por «manifestantes pacíficos» en el estado Nueva Esparta; de Cirila Gil, líder social chavista de 74 años, asesinada de 48 puñaladas en el estado Bolívar (por su vecino de 13 años que había leído en las redes sociales que había que matar a los chavistas); o de Mayaury Silva, también lideresa social chavista de 49 años, perseguida hasta su domicilio y asesinada de tres balazos en el cuerpo.

Este es solo un ejemplo (el del vídeo) para ilustrar los sesgos que pueden contener los informes de ONGs tan respetadas como Amnistía Internacional para servir a la narrativa de la extrema derecha venezolana. Estos sesgos se explican aún más cuando se sabe que dichos informes no son el resultado de un supuesto trabajo de Amnistía sobre el terreno (que no existe), sino de la copia de informes de ONGs locales financiadas directa o indirectamente por Estados Unidos, como Provea o Foro Penal, por ejemplo.

Una cosa es criticar cualquier sistema institucional venezolano. Otra muy distinta es basar esa crítica en relatos de ONGs que van única y sistemáticamente en la línea de la extrema derecha venezolana.

¿Queda algo más serio?

Otra y última ONG citada, esta vez en relación con la libertad de prensa: Reporteros sin Fronteras (RSF). Seré más conciso aquí, y solo señalaré lo siguiente: situar a Venezuela (160) dos puestos por delante de Arabia Saudita 162), un país cuyo régimen – una monarquía religiosa oscurantista – es capaz de torturar, asesinar y descuartizar el cuerpo de un periodista crítico, es una vergüenza. Una vez más, a partir de ahí, todos deberíamos dejar de dar crédito a cualquier declaración de RSF relacionada con Venezuela. Pero, por lo visto, eso no basta.

Basta con poner un pie en Venezuela para encender la televisión, comprar periódicos, o consultar las redes sociales. Sin duda, se darán cuenta al menos de que los discursos de odio están efectivamente prohibidos en los medios de comunicación, en nombre de la democracia. En nuestro país, esos discursos los pronuncian periodistas, cronistas, candidatos presidenciales e incluso ministros de la República. Siempre en nombre de la democracia.

¡Que sorpresa! ¿Acaso existen diferentes concepciones de la democracia y de la libertad de expresión en el mundo? ¡Yo, francés chovinista autoconvencido de mi superioridad moral y ética, que solo se mira el ombligo, evidentemente no puedo creerlo! Dejando a un lado la ironía, dejo la crítica del sistema mediático venezolano para futuras líneas.

En total, solo hemos citado aquí cuatro ONGs, las mencionadas en estos dos reportajes. Vean las limitaciones de estas. Ahora es necesario percibir la verdadera nebulosa de ONGs (Human Rights Watch, OVP, Provea, Foro Penal, Espacio Público, OVCS, Un Mundo Sin Mordaza etc.), abundantemente citadas en la prensa francesa, que actúan únicamente para favorecer el relato de una «deriva autoritaria» mediante hechos que no lo son, o que estan truncados, o que son parciales. En realidad, no hay nada sorprendente en ello, ya que fue nuestra querida «Nobel de la Paz» quien inauguró en Venezuela el modelo de «ONG-partido» para dar una fachada humanitaria a una lucha que no es más que política9.

Una cierta comunidad internacional al servicio de todas las «cifras»

En lo que respecta a las cifras que se dan sobre la situación social y económica, se tiende a citar a organizaciones internacionales de peso. Para la economía venezolana, escuchemos al FMI. Para el número de personas que han abandonado el país, escuchemos a la ONU. Blast da sus cifras y cita sus fuentes; Brut da las mismas sin citarlas. ¿Qué hay realmente de todo esto?

Es cierto que Venezuela dejó de publicar durante un tiempo algunas cifras sobre la situación socioeconómica del país. Fue particularmente el caso en la segunda mitad de la década de 2010, cuando la economía del país se desplomó bajo el peso del acoso económico llevado a cabo por Estados Unidos y, por lo tanto, evidentemente, de las mal llamadas «sanciones»10.

Hipótesis n.º 1 (fácil). El «régimen» quiere ocultar las cifras de la catástrofe.

Hipótesis n.º 2. El aparato económico del Estado y de sus funcionarios se derrumbó hasta tal punto que faltaban divisas tanto para pagar al profesor universitario como al alto funcionario ministerial (ni hablar del personal diplomático, embajadores incluidos, que dejó de percibir salario). En este contexto, podemos pensar razonablemente que la prioridad no era precisamente pagar a los funcionarios encargados de las estadísticas oficiales del «INSEE local» (que no pudieron realizar su trabajo en tales condiciones).

Hipótesis n.º 3. En un contexto de guerra económica con una potencia extranjera (Estados Unidos) que trabaja para la destrucción de su economía y que lo logra, seguir dando las cifras que permiten al enemigo comprenderle mejor para destruirle mejor no es quizá la mejor de las soluciones.

Tal vez sea todo eso a la vez. ¿O no?

Sin embargo, la situación ha cambiado. Venezuela tiene un banco central, el BCV, que vuelve a publicar11 regularmente desde principios de esta década cifras, especialmente sobre el crecimiento del país, sector por sector. ¿Por qué preferir las cifras de crecimiento del FMI, expulsado de Venezuela desde el inicio de la revolución por su injerencia neoliberal sistemática (no solo en Venezuela), a las del BCV, por ejemplo? O si les causa demasiada incomodidad citar únicamente a una institución venezolana, ¿por qué no citar al menos a ambas?

Todavía no se dispone de todas las estadísticas de Venezuela, pero las autoridades locales reproducen cada vez más. ¿Por qué no leer los informes de la Vicepresidencia de la República o del Observatorio Venezolano Antibloqueo? En este último caso, ¡hasta los leemos en francés! Y estas cifras, aunque todavía parciales, no ocultan las dificultades que ha atravesado y sigue atravesando el país.

En el caso de las cifras sobre migración, ¿por qué privilegiar las del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) en lugar de las de Venezuela misma? O, del mismo modo, ¿por qué no citar las dos? ¿Ha negado Venezuela la catástrofe económica? ¿Minimiza Maduro el fenómeno migratorio cuando afirma12 que entre 2013 y 2023 un total de 2,5 millones de venezolanos abandonaron el país debido a la situación económica? Curioso «dictador» el que «oculta cifras» colosales que reflejan efectivamente una realidad.

Las agencias de la ONU no están exentas de reproches y conflictos de interés. Y es normal: ¡todo el mundo mete la mano (y el bolsillo)! Si les interesa el tema, les remito, por ejemplo, a las investigaciones realizadas sobre el papel muy discutible que desempeñaron los «expertos» onusianos durante las últimas elecciones presidenciales venezolanas13.

Académicos y especialistas: ¿la palabra del «experto»?

Entonces, ¿qué fuentes serias nos quedan después todo esto? El mundo intelectual es una buena opción, siempre cuando no se nieguen los debates que lo atraviesan y no se lo encierre en un espacio geográfico y de pensamiento determinado.

En nuestro caso, Brut da protagonismo a Christophe Ventura, que comparte escenario con McDermott, los dos únicos invitados y fuente principal del reportaje. Blast cita a dos universitarios, uno francés, Thomas Posado, y otro venezolano radicado en Colombia, Víctor Mijares. Dejemos de lado a los «expertos» de ONGs con sesgo ideológico, como es el caso de McDermott, del que ya hemos hablado.

También en este caso la elección de estos supuestos «expertos» es interesante. ¿Por qué ellos? ¿No hay más que ellos? ¿Es la etiqueta «universitario» una garantía de absoluta seriedad que nos permita prescindir por completo de las verificaciones más elementales sobre sus trabajos realizados?

Thomas Posado es un universitario anti-chavista, y tiene derecho a serlo. Lo que me interesa son sus argumentos. En Blast se le cita cuando evoca la instrumentalización política de los migrantes venezolanos, supuestamente por parte tanto de Trump como de Maduro, que – ambos – los considerarían «chivos expiatorios». ¿Chivos expiatorios de qué?

Se utiliza para la argumentación su artículo14 sobre «la prueba de los venezolanos en el exilio». Escrito en octubre de 2025, coloca en el mismo plano a un Donald Trump que persigue y expulsa venezolanos (y latinoamericanos en general) de su país, los acusa de ser todos criminales, deporta a algunos de ellos (¡inocentes!) a un campo de tortura en El Salvador; y a Maduro en Venezuela que pone a disposición vuelos de regreso gratuitos para quienes quieran volver (Plan Vuelta a la Patria), que ha pagado un precio muy alto en negociaciones por la liberación de los 252 secuestrados por Trump y Bukele en El Salvador, y que recibe como héroes cada vuelo de migrantes deportados sin derechos desde Estados Unidos. No estoy de acuerdo con eso. Se puede criticar la comunicación política, pero no los actos políticos diametralmente opuestos.

Acusar a determinados migrantes de dejarse engañar por los embustes de la extrema derecha venezolana en el exterior o ser estricto con los protocolos sanitarios en periodo de pandemia con fórmulas impactantes no es equivalente a crear un «Alcatraz de los caimanes» para los migrantes. Y en lo referente al derecho al voto de los venezolanos en el exterior (que Maduro habría suprimido), tal vez habría que pedir primero a los países «de acogida» que restablezcan sus embajadas y consulados con Venezuela (¡donde se vota!). En primer lugar, Estados Unidos, que ha roto toda relación diplomática.

Por lo tanto, el señor Posado tiene derecho a ser anti-chavista. Entiendo que Le Monde o Radio France puedan estar interesados en escucharlo sin contradecirlo. ¿Cómo es posible que ocurra lo mismo en un medio de izquierda más bien serio como Blast?

En el caso de Víctor Mijares, esto va aún más lejos. Blast lo presenta únicamente como «investigador venezolano en la Universidad de los Andes en Colombia». Me limitaré a reproducir aquí uno de sus tuits recientes.

Claridad estratégica y sintonía con el zeitgeist emergente. Por eso María Corina es la líder de la oposición venezolana. Lo demás es oposición leal y chavismo despechado que no se diferencia ideológicamente del régimen. https://t.co/gEeTU4lXQ6

— Víctor M. Mijares (@vmmijares) October 11, 2025

«Claridad estratégica y sintonía con el zeitgeist emergente. Por eso María Corina es la líder de la oposición venezolana.. […] Su realismo es brutal» (11 de octubre de 2025 en X). ¿Así que en Blast se cita a un universitario cercano a la extrema derecha venezolana? Fascinante.

No estoy de acuerdo con Posado cuando afirma que Venezuela «ya no es democrática», pero al menos le reconozco la lucidez elemental de admitir que Machado pertenece a la extrema derecha del espectro político venezolano15. ¡Como mínimo! Aunque eso no le impida aplaudir a una «personalidad valiente y determinada, que combate desde hace años al régimen autoritario»16. Sin comentarios.

Por último, después de todo esto, nos queda Christophe Ventura, «director de investigación en el IRIS y especialista en América Latina». También es citado por Blast e invitado por Brut en el escenario de los «expertos». Tengo respeto por él, que es considerado más bien cercano al chavismo.

¿Se habrá alejado de ello? Porque no me explico por qué, como «especialista en América Latina» (presentado como tal), se presta a una crónica vista en redes, junto a un personaje tan poco recomendable como McDermott, en la que se afirma, sin contradicción, lo siguiente.

  • Que el Estado venezolano estaría gangrenado por el tráfico de drogas: sin negar la parte mínima del narcotráfico que transita por Venezuela, ningún analista serio puede afirmar algo semejante (y la excusa de que Maduro no lo controlaría no es suficiente).
  • Que el régimen chavista habría tejido estrechos vínculos con las FARC, que estarían en el corazón del tráfico de cocaína: ¿Chávez tenía entonces vínculos con el tráfico de cocaína en Colombia? ¿Qué investigador serio puede avalar eso?
  • Que la expulsión de la DEA habría permitido que el tráfico de drogas prosperara en Venezuela: ¿sobre qué base se afirma esto? ¿Cuándo ha permitido la DEA reducir el tráfico de drogas en un país o a escala internacional?
  • Que Maduro habría sospechosamente ganado por un estrecho margen las elecciones presidenciales de 2013: ¿por qué sembrar dudas sobre su legitimidad democrática inicial, cuando nadie (salvo la extrema derecha) ha impugnado la elección y cuando la diferencia de votos con el segundo (1,5 puntos) no es mucho mayor que la que hubo entre Lula y Bolsonaro en 2022 (1,8 puntos), o incluso entre Giscard y Mitterrand en 1974 (1,62 puntos)?
  • Que la represión del régimen chavista habría provocado más de un centenar de muertos en 2017: cuando se sabe que hubo muertos de ambos bandos, provocados por disturbios insurreccionales ultra violentos, en los que perdieron la vida tanto opositores como chavistas y fuerzas del orden; sin hablar de un aparato judicial del que nunca se hace mención y que (pese a sus defectos) también funcionó para castigar a agentes de seguridad que infringieron la ley.
  • Que Maduro necesitaría de los ingresos petroleros para mantenerse en el poder: como si se hablara de un vulgar dictador enriquecido con el petróleo y solo contra todos. Eso es un cuento de hadas.
  • Que los traficantes de droga operarían con la bendición del régimen de Maduro: lo que equivale a confirmar el fondo del discurso trumpista sobre Venezuela, del que todo el mundo sabe que pertenece al terreno del puro delirio.

Sin entrar en el detalle de cada una de estas graves acusaciones (no es el tema que nos ocupa aquí), que avalan el discurso general sobre la supuesta «dictadura» o «deriva autoritaria», no hace falta decir que un «especialista» como el señor Ventura debería al menos indignarse ante todas estas afirmaciones, si no contradecirlas directamente en su intervención o incluso retirar su participación de una operación de propaganda de este tipo. ¿Le han engañado? ¿Le han cortado sus declaraciones? ¿No le han informado del contenido del reportaje? ¿No le han informado de quién era el invitado que estaba a su lado?

Por el contrario, comparte en sus redes sociales17 el programa de Brut el mismo día de su emisión, afirmando que ofrece una «visión general de la cuestión basada en datos documentados», y que tuvo «el placer de ser entrevistado sobre todo el tema con Jeremy McDermott, cofundador del sitio InSight Crime». No lo puedo creer. Es espantoso. ¿Por qué tan grandes renuncias?

Si hay que indignarse, es porque hay vidas y la dignidad de un pueblo en juego. ¿Cuántas vidas han costado las sanciones? ¿Cuántas vidas han costado las operaciones de la extrema derecha? ¿Cuántas vidas ha costado el robo masivo de los activos del Estado venezolano? ¿Cuántas vidas han costado las operaciones clandestinas de Estados Unidos en Venezuela? ¿Cuántas vidas costaría una intervención militar norteamericana?

¿Acaso solo hay Posados, Mijares o Venturas para hablar como «expertos» de Venezuela en Francia? Aun aceptando que se escuche la opinión de universitarios cercanos a la extrema derecha como Mijares, ¿a nadie se le ocurre invitar a otros «expertos» para que les contradigan? Existen universitarios, investigadores, intelectuales, periodistas que no comparten la idea de que Venezuela sea una dictadura y que tienen la misma legitimidad para ser escuchados en sus argumentos. Algunos incluso cometen el pecado capital de seguir apoyando la revolución bolivariana en toda su complejidad, con sus contradicciones, sus fracasos y sus victorias.

Pienso en Ignacio Ramonet, gran periodista especialista en América Latina y exdirector de Le Monde Diplomatique. Pienso en Maurice Lemoine, incansable periodista de terreno cuyos artículos y obras son fuentes de información de primera mano sobre Venezuela y América Latina en general.

Si hacemos el esfuerzo de traducir, también pienso en Juan Carlos Monedero, cofundador de Podemos y profesor de ciencias políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Pienso en Atilio Borón, politólogo argentino graduado en Harvard, exdirector del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

Y, para colmo del pecado, pienso también en periodistas e intelectuales venezolanos. Pienso en Miguel Ángel Pérez Pirela, gran periodista venezolano conocido por su franqueza, fundador del medio en línea La Iguana. Pienso en Pedro Calzadilla, historiador discreto pero brillante, al frente del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (CELARG). Pienso en Luis Damiani, brillante sociólogo y magistrado del Tribunal Supremo de Justicia.

Y pienso en cuántos otros que no tienen el privilegio de aparecer en televisión, en los titulares de prensa o en los algoritmos de las redes sociales. Cuántos otros no solo no son invitados en las universidades occidentales, sino que ni siquiera tienen el privilegio de viajar para contar, ya que son sancionados y amenazados con ser detenidos si tienen la desgracia de pisar las tierras sagradas de la «democracia liberal».

Venezuela nos exige mucho. Nos exige dejar de lado nuestros prejuicios simbólicos, nuestra ingenuidad geopolítica, nuestra pereza intelectual. Nos exige nuestra empatía, nuestra solidaridad, nuestra lucha por una humanidad compartida. Porque Venezuela no se corresponde con ningún guion de Hollywood, con ningún relato mediático, con ninguna fantasía compartida entre una extrema derecha convertida en internacionalista y una «izquierda progresista» transformada en ignorante.

Venezuela existe en un mundo que le es profundamente hostil. Un mundo abismalmente neoliberal. Venezuela existe junto con México, Colombia, Honduras, Brasil, Cuba y otros que – en América Latina y mas alla de ella – ofrecen al mundo un puñado de ejemplos de alternativas a la barbarie del capitalismo hegemónico de nuestro tiempo. Cada uno a su manera, cada uno en su contexto.

La crítica es fácil para quien no está en la tarea, para quien nunca ha gobernado, para quien la lucha no es más que testimonio, sufrimiento o nostalgia. Repetir o callar ante los discursos y subdiscursos sobre la «deriva autoritaria» en Venezuela es una postura cómoda, al mismo tiempo que un grave error político para quien se declara de izquierda. No hace perder tiempo, ni puestos, ni carreras. Subyace en ella la idea de que, en el fondo, seguimos siendo el modelo de un mundo que ni siquiera nos mira, que no envidia ni nuestra indiferencia, ni nuestro odio, ni nuestra extrema violencia de corbata.

Ojalá que esta reflexión compartida con ustedes nos ayude a recuperar nuestra necesaria humildad. Con Venezuela, ya es más que urgente.

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