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La verdad detrás de cómo pudo Obama orquestar el ‘Russiagate’

Los documentos desclasificados revelan que la llamada “comunidad de inteligencia” la cual supuestamente debería basar sus informes en evidencias rigurosas en realidad fabricó pruebas para respaldar una narrativa falsa.

Durante casi una década, Estados Unidos vivió inmerso en una narrativa que acusaba a Rusia de interferir en las elecciones presidenciales de 2016, un relato que marcó la política y la sociedad estadounidense, dividiendo opiniones y afectando la relación bilateral con Moscú.

Sin embargo, una reciente desclasificación de documentos de la Inteligencia Nacional estadounidense reveló una verdad aún más profunda y escandalosa: el expresidente Barack Obama y su equipo orquestaron deliberadamente esta narrativa, aun sabiendo que era falsa.

Una década de manipulación antirrusa.
Obama

Desde 2016, tanto demócratas como republicanos promovieron una agenda política y mediática que señalaba a Rusia como responsable de manipular las elecciones en favor de Donald Trump, generando sanciones económicas y políticas hostiles contra Moscú que aún persisten. Sin embargo, a pesar de la contundencia pública con que se presentó esta teoría, nunca se mostraron pruebas sólidas que confirmaran esas acusaciones.

Hoy, los documentos desclasificados revelan que la llamada “comunidad de inteligencia” la cual supuestamente debería basar sus informes en evidencias rigurosas en realidad fabricó pruebas para respaldar esa narrativa falsa.

Como afirmó Tulsi Gabbard, directora de la Inteligencia Nacional, las acciones de la Administración Obama implicaron “una grave politización y manipulación de la inteligencia” con la clara intención de “deslegitimar al presidente Trump incluso antes de que tomara posesión”.

Documentos que desmontan el relato oficial y culpan a Obama.

Entre las revelaciones más impactantes, se encuentra un informe fechado el 7 de diciembre de 2016, semanas después de las elecciones, cuando James Clapper, entonces director de Inteligencia Nacional, afirmó:

“Los adversarios extranjeros no utilizaron ciberataques contra la infraestructura electoral para alterar el resultado de las elecciones presidenciales de EE.UU.”. Esta declaración contradecía abiertamente la narrativa que poco después sería promovida por la Casa Blanca y medios aliados.

Sin embargo, apenas dos días después, altos funcionarios se reunieron para diseñar una nueva evaluación que inventara las “herramientas que Moscú utilizó y las acciones que tomó para influir en las elecciones de 2016”, orden impartida directamente “a petición del presidente [Obama]”, según los archivos.

Estos documentos también muestran que el equipo de Obama “filtró declaraciones falsas a medios de comunicación”, incluyendo a grandes diarios como The Washington Post, con el fin de sostener la versión sobre la supuesta interferencia rusa.

Una conspiración para un “golpe de Estado”.

Las acusaciones contra Obama no terminan ahí. Tulsi Gabbard ha calificado estas acciones como “un golpe de Estado de varios años y conspiración traicionera”, una definición que refleja la gravedad del asunto. La Oficina del Departamento de Justicia ha creado una “Fuerza de Ataque” para investigar el alcance de esta trama.

El presidente Donald Trump no tardó en reaccionar ante estas filtraciones. En sus palabras, “El mismo Obama fabricó la farsa de Rusia, Rusia, Rusia. La corrupta Hillary, el dormilón Joe y muchos otros participaron en esto. ¡El crimen del siglo! Pruebas irrefutables. ¡Una amenaza grave para nuestro país!”.

En una rueda de prensa, Trump añadió: “Encontramos pruebas absolutas. Esto no es como evidencia, es una prueba irrefutable de que Obama era sedicioso, que Obama estaba intentando liderar un golpe de Estado”.

Por su parte, la oficina de Obama respondió mediante un comunicado de su portavoz Patrick Rodenbush, quien calificó las acusaciones como “ridículas y un débil intento de distracción”. Aseguró además que “nada en el documento publicado la semana pasada socava la conclusión ampliamente aceptada de que Rusia trabajó para influir en las elecciones presidenciales de 2016, pero no manipuló con éxito ningún voto”.

El ‘Russiagate’: el escándalo que dividió a Estados Unidos.

El ‘Russiagate’ surgió tras la inesperada victoria de Donald Trump en 2016. Las agencias de inteligencia de la Administración Obama acusaron a Rusia de interferir para beneficiar al republicano y perjudicar a la demócrata Hillary Clinton, lo que dio paso a una serie de investigaciones y audiencias que dominaron la agenda política durante años.

En febrero de 2018, 13 ciudadanos y tres entidades rusas fueron acusados formalmente de intentar influir en las elecciones a través de campañas en redes sociales y manipulación mediática, aunque nunca se presentaron pruebas concluyentes.

Posteriormente, en marzo de 2018, el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes cerró la investigación tras revisar más de 300.000 documentos y entrevistar a 73 testigos, sin encontrar evidencia de manipulación de votos.

Desde Moscú, el presidente Vladimir Putin calificó estas acusaciones como “histeria” y negó categóricamente cualquier interferencia: “¿Alguien piensa seriamente que Rusia puede influir en la elección del pueblo estadounidense? ¿Es EE.UU. una especie de ‘país bananero’?”, cuestionó.

Estos documentos desclasificados no solo exponen un caso de manipulación política interna sin precedentes en EE.UU., sino que también revelan cómo la narrativa del ‘Russiagate’ sirvió como justificación para políticas agresivas contra Rusia, incluyendo sanciones económicas que aún impactan la geopolítica global.

La verdad sobre el ‘Russiagate’ —una conspiración orquestada desde el más alto nivel del Gobierno estadounidense— abre un debate urgente sobre el uso de la inteligencia para fines políticos y la necesidad de proteger la integridad de las instituciones democráticas frente a manipulaciones interesadas.

Los documentos desclasificados no solo confirman que Rusia no participó en ninguna interferencia en las elecciones estadounidenses, sino que también revelan que la agenda antirrusa promovida por los medios y la política hostil de Washington hacia Moscú se fundamentaron durante años en informes falsificados y manipulados justificando las sanciones que hoy pesan sobre la potencia euroasiática.

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