Los acontecimientos en Sudán no pueden limitarse al marco de una crisis interna; el país se encuentra inmerso en una crisis multifacética que puede analizarse en tres niveles: interno, regional y global. Desde tensiones políticas y militares internas hasta la competencia geopolítica entre potencias regionales y globales, Sudán se ha convertido en un complejo escenario de conflictos cuyas consecuencias se han extendido más allá de las fronteras nacionales.
1. Nivel interno: De la revolución al colapso
La caída de Omar al-Bashir en 2019 marcó el inicio de una transformación que reavivó la esperanza de una transición democrática en la población. Sin embargo, estas esperanzas pronto se desvanecieron debido a las diferencias entre el ejército y las milicias.
Desde 2021, la brecha entre estas dos potencias principales se ha profundizado gradualmente, lo que finalmente derivó en sangrientos conflictos y una inestabilidad generalizada en 2023. Sudán se encuentra hoy inmerso en una bipolaridad cívico-militar que no solo ha paralizado la estructura política del país, sino que también ha generado una grave crisis humanitaria.
2. Nivel regional: competencia por influencia y recursos
A nivel regional, Sudán se ha convertido en un campo de batalla entre países árabes. Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Qatar apoyan de alguna manera a una de las partes en conflicto, y este apoyo suele estar dirigido a acceder a los recursos naturales de Sudán, especialmente a las minas de oro. De hecho, Sudán se ha convertido en un instrumento para promover los intereses geopolíticos de los Estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, y estas rivalidades no solo han agravado la crisis interna, sino que también han aumentado el riesgo de que la inestabilidad se extienda a otros países de la región.
3. Nivel global: Doble diplomacia y desastre humanitario
A nivel global, Estados Unidos y la Unión Europea apoyan ostensiblemente las soluciones diplomáticas, pero existen indicios de que algunas empresas de seguridad privada estadounidenses y bases militares en el Cuerno de África apoyan indirectamente a las milicias. Los métodos de represión contra la población, como el cierre de rutas de ayuda y la obstrucción del ingreso de alimentos, son muy similares a las tácticas del ejército israelí en Gaza. Por lo tanto, esta coincidencia de comportamientos demuestra que proyectos como la “Paz de Abraham” y el intento de normalizar las relaciones entre los países árabes y el régimen sionista están vinculados a la desestabilización de África.
4. Nivel internacional: El legado del colonialismo y las fronteras frágiles
Una de las causas profundas de la crisis sudanesa es el legado del colonialismo británico en la creación de fronteras artificiales. Estas fronteras han configurado la estructura del Estado-nación sudanés de forma frágil e inestable, creando una profunda división entre el centro (Jartum) y la periferia (Darfur), que hoy se ha convertido en un caldo de cultivo para conflictos étnicos y tribales que podrían desembocar en una guerra total.
Perspectivas futuras: ¿reconciliación o desintegración?
A corto plazo, ninguna de las partes puede eliminar a la otra, y es probable que la crisis se convierta en una guerra étnico-tribal a gran escala. La única solución posible es iniciar un proceso de reconciliación nacional con presión internacional coordinada y la formación de una estructura política civil inclusiva. Mientras ambas partes recurran a la violencia contra la población, la transición a un gobierno civil será la única opción sostenible para superar la crisis.
Por Seyed Mohammad Jawad Hosseini, Analista Internacional

