El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó el martes 16 de diciembre de 2025 un bloqueo total a los buques petroleros «sancionados» con destino a Venezuela.
«Venezuela está completamente rodeada por la Armada más grande jamás reunida en la Historia de Suramérica», expresó el mandatario estadounidense a través de su red social Truth Social.
Puede que sea «la Armada más grande jamás reunida en la Historia de Suramérica», pero lo que la Casa Blanca no debería desconocer es que no es la primera vez que imperios allende los mares intentan utilizar, sin resultados, el bloqueo naval para someter a los hijos e hijas de la tierra de Bolívar.
Durante el siglo XIX, el Imperio español declaró el bloqueo naval a las costas de Venezuela en dos ocasiones. Ambos episodios estuvieron motivados por el intento de España de recuperar el control o presionar a su antigua colonia, ya independiente.
Durante la Guerra de Independencia (1810-1823), las fuerzas realistas españolas establecieron bloqueos en los puertos principales para asfixiar económicamente a la Primera y Segunda República. Las acciones se focalizaron en puertos clave como La Guaira, para impedir la llegada de armas, refuerzos y suministros a los insurgentes.
Tras la victoria patriota en la Batalla de Carabobo (1821), las fuerzas españolas quedaron acorraladas en las fortalezas de Puerto Cabello. La armada realista intentó bloquear las costas venezolanas para apoyar a las últimas guarniciones que resistían y, en un último esfuerzo, tratar de revertir la independencia. Esta estrategia finalmente fracasó con la caída definitiva de Puerto Cabello en noviembre de 1823.
Pero el bloqueo más famoso y severo del siglo XIX fue el de 1829-1830, ocurrido tras la disolución de la Gran Colombia (de la cual Venezuela formaba parte). Por lo tanto, fue un cerco contra la República de Venezuela, ya como estado soberano. El gobierno español equipó entonces una expedición con el objetivo de reconquistar algunos territorios en América. La flota, al mando del Almirante Ángel Laborde y Navarro, zarpó de Cuba con rumbo a las costas venezolanas.
La flota española interceptó y capturó numerosos buques mercantes, tanto venezolanos como de otras naciones, causando graves daños al comercio. Tales acciones se extendieron hasta 1830. Sin embargo, España, aislada internacionalmente, no se atrevió a sostener una costosa y poco viable invasión terrestre y finalmente cedió.
También existen paralelismos históricos entre el actual bloqueo naval estadounidense a Venezuela y el impuesto por las potencias europeas entre 1902 y 1903, que también implicó la confiscación de buques. En aquella oportunidad, bombardearon fortificaciones, apresaron y hundieron buques de la armada venezolana. Estuvieron involucrados en esos actos el Imperio Británico, el Imperio Alemán, el Reino de Italia y Estados Unidos.
Entonces intentaron justificar la acción como un cobro forzoso de la deuda externa venezolana y compensación por daños a ciudadanos y propiedades extranjeras.
En resumen, la estrategia de utilizar un bloqueo naval y la incautación de barcos para presionar política y económicamente a Venezuela tiene un claro precedente histórico. Los métodos y la retórica pueden diferir, pero la dinámica de una potencia (o potencias) empleando su fuerza naval para imponer demandas se repite más de un siglo después.
Si algo tienen en común los bloqueos navales de los imperios contra Venezuela, es el propósito desembozado de apropiarse de sus riquezas. Y el resultado final de tales ambiciones ha sido, históricamente, la derrota del agresor.
La incautación del petrolero Skipper la semana pasada frente a las costas de Venezuela es un ejemplo del tipo de operación que se realizaría contra embarcaciones «sancionadas». El anuncio ya ha causado que buques petroleros modifiquen su rumbo o se alejen de aguas venezolanas para evitar posibles incautaciones.
Esta escalada es el punto más reciente de una crisis que comenzó en agosto de 2025 y que Washington justifica como una operación contra el narcotráfico. Hablan de combatir el narcoterrorismo, la trata de personas y el financiamiento del “régimen ilegítimo de Maduro”, designado por la Casa Blanca como “organización terrorista extranjera”. Sin embargo, la operación naval lo que busca en realidad es paralizar el sector petrolero, que ya opera por debajo de su capacidad debido a las medidas coercitivas previas, para destruir la economía del país.
Como han descrito altos funcionarios de la administración Trump, las medidas tomadas persiguen presionar al presidente Nicolás Maduro para que «se haga a un lado».
Cabe destacar que la jefa de Gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, confirmó recientemente las pretensiones contra Venezuela: Trump «quiere seguir volando barcos hasta que Maduro se rinda», declaró en una entrevista con Vanity Fair publicada este martes.
La respuesta del “bravo pueblo” siempre será la misma: unidad, resistencia militar, movilización popular y denuncia ante la ONU por violación del derecho internacional y actos de «piratería».
Un breve recorrido por la historia no le vendría mal a los actuales corsarios de Washington. No pocas naves de otrora grandes imperios reposan en la profundidad de las aguas del Caribe, pecios que son recuerdo de espurias pretensiones.
Artículo exclusivo para la RedH de Raúl Antonio Capote, Historiador y periodista cubano
