El Departamento de Justicia de EE.UU ha dado un giro decisivo al anunciar la apertura de una investigación penal sobre el llamado Russiagate, centrada en las acusaciones de que la administración de Barack Obama conspiró para fabricar la narrativa de una supuesta interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016.
La decisión fue impulsada por la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, quien a mediados de julio desclasificó documentos que, según sus palabras, contienen “pruebas abrumadoras” de que el expresidente Obama y su equipo de seguridad nacional “impulsaron información falsa para inculpar a Rusia”.
La fiscal general Pam Bondi instruyó este lunes a un fiscal a presentar la evidencia ante un gran jurado, con el objetivo de asegurar una acusación formal. Según informó Fox News, Bondi envió una carta en la que solicita procedimientos legales para la pesquisa.
Un portavoz del Departamento de Justicia declaró que Bondi “se toma muy en serio las recomendaciones de Gabbard”, y considera que “existen motivos claros de profunda preocupación”.
Entre las pruebas entregadas figura un memorando de la propia Gabbard, donde se afirma que “actores rusos y criminales no influyeron” en los comicios de 2016 mediante ciberataques ni otras formas de injerencia directa.
También se denuncia que Obama habría ordenado ocultar archivos que probaban la inexistencia de vínculos entre Moscú y la campaña de Donald Trump, mientras promovía evaluaciones falsas para sostener la narrativa de la interferencia.
Sin acusaciones formales en EE.UU

Hasta la fecha no se han presentado cargos contra ningún individuo, pero la investigación del gran jurado es un paso legal necesario para formalizar cualquier acusación penal.
Desde hace años, el Kremlin ha rechazado las acusaciones de injerencia. El presidente ruso, Vladímir Putin, calificó en su momento la controversia como “histeria” y lanzó una pregunta irónica: “¿Alguien piensa seriamente que Rusia puede influir en la elección del pueblo estadounidense? ¿Es EE.UU. una especie de país bananero?”
Esta nueva etapa podría reconfigurar la narrativa dominante en torno al Russiagate y tendría profundas implicaciones políticas y judiciales para varias figuras de alto perfil de la era Obama.