Dos tanqueros cargados con crudo venezolano arribaron este jueves a Estados Unidos, marcando un nuevo capítulo en las complejas relaciones entre Washington y Caracas. El hecho ocurre en paralelo a un supuesto «despliegue de unidades militares estadounidenses» en el sur del mar Caribe, bajo el pretexto de operaciones contra el narcotráfico, lo que ha encendido alertas en América Latina.
Los buques Mediterranean Voyager y Canopus Voyager, fletados por Chevron, zarparon a inicios de agosto tras abastecerse de petróleo venezolano de los tipos Boscán y Hamaca. Según datos de la estatal PDVSA y registros del London Stock Exchange Group (LSEG), su destino final son los puertos de Port Arthur, Texas, y Nueva Orleans, Luisiana.
De acuerdo con Reuters, otros dos tanqueros operados por Chevron también partieron rumbo a EE.UU., como parte de los acuerdos derivados de la licencia restringida otorgada el mes pasado por la Casa Blanca, que habilita operaciones limitadas entre la petrolera estadounidense y el Estado venezolano.
El propio Mike Wirth, director ejecutivo de Chevron, había adelantado a principios de agosto que “el flujo de crudo venezolano dirigido al mercado estadounidense se reanudaría en el futuro cercano, aunque en volúmenes limitados”. Para la compañía, se trata de un movimiento estratégico: sus refinerías están diseñadas para procesar petróleo pesado venezolano, y parte del crudo se revende a otras firmas como Valero Energy y PBF Energy.
La contradicción militar que podría ser fake news

El arribo de los cargamentos se contradice con un supuesto «despliegue militar estadounidense», que algunos medios de comunicación han desmentido y calificado como una noticia falsa. Washington asegura que la operación busca combatir a los cárteles de narcotráfico, aunque analistas y Gobiernos de la región han cuestionado sus verdaderos fines.
El secretario de Estado, Marco Rubio, confirmó las maniobras marítimas pero evitó dar detalles sobre su magnitud. “Se están llevando a cabo operaciones en el Caribe”, se limitó a decir. No obstante, Reuters informó el pasado lunes sobre el despliegue de tres destructores con capacidad de inteligencia, vigilancia y ataques selectivos, los cuales se encontrarían a menos de 36 horas de las costas venezolanas, información luego contrastada por AP y más tarde desmentida por medios dedicados al chequeo de información.
Más aún, un nuevo reporte de la agencia reveló este jueves que Washington ordenó enviar un escuadrón anfibio integrado por los buques USS San Antonio, USS Iwo Jima y USS Fort Lauderdale, que transportan a unos 4.500 efectivos y que llegarían frente a Venezuela el 24 de agosto aunque todo ello ha sido seriamente cuestionado por diversos análisis independientes.
Rechazo regional

Tan solo el anuncio, aun siendo una posibilidad, provocó reacciones inmediatas en América Latina y el Caribe. Los Gobiernos de México, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Colombia, junto con los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), expresaron su rechazo a cualquier intervención armada bajo el argumento de la lucha antidrogas.
“Nos oponemos a cualquier operativo militar que suponga la violación de la soberanía de un país latinoamericano o caribeño, independientemente del motivo esgrimido por la Casa Blanca”, señalaron representantes de la alianza.
El doble escenario —reanudación del comercio petrolero y presión militar creciente— refleja la ambivalencia de la política estadounidense hacia Venezuela: mientras Chevron aprovecha la apertura para asegurar un suministro vital de crudo pesado, el Pentágono podría estar avanzando en maniobras que muchos interpretan como un amedrentamiento geopolítico y como una antesala de posibles escaladas.