Benjamin Netanyahu, sigue enfrentando tres procesos judiciales por corrupción, mientras crecen las presiones internas y externas para frenar los casos o incluso indultarlo.
En paralelo, pesa sobre él una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra cometidos en Gaza. Sin embargo, lejos de tratarse de un mandatario arrinconado por la justicia, Netanyahu se apoya en aliados poderosos que ahora buscan convertirlo en víctima.
El juicio que se le sigue desde 2020 comprende los casos 1000, 2000 y 4000, relacionados con la recepción de costosos regalos a cambio de favores, presiones a medios para obtener una cobertura favorable y tratos privilegiados con gigantes de las telecomunicaciones.
Netanyahu ha comparecido ante los jueces negándolo todo, mientras su defensa insiste en que se trata de una campaña “orquestada por las élites judiciales”.
A pesar de las pruebas documentales, testimonios de excolaboradores y grabaciones filtradas, el proceso ha avanzado lentamente debido a maniobras dilatorias de la defensa y, en ocasiones, por decisiones del mismo gobierno.
En paralelo, el fiscal de la Corte Penal Internacional emitió una orden de arresto contra Netanyahu por crímenes de guerra, incluidas muertes masivas de civiles, obstrucción de ayuda humanitaria y bombardeos indiscriminados en Gaza.
Trump exige perdón para Netanyahu

En medio de este complejo panorama judicial, el presidente de EE.UU., Donald Trump, publicó esta semana un mensaje en su red Truth Social en el que exige el fin inmediato del juicio contra Netanyahu.
“¡Paren esta caza de brujas ahora mismo! Bibi es un héroe para Israel, y ahora que Estados Unidos salvó a Israel, vamos a salvar a Bibi”.
No solo pidió el fin del proceso, sino que incluso insinuó un perdón anticipado antes de que exista una sentencia definitiva. El mensaje fue recibido con entusiasmo por Netanyahu, quien respondió agradeciendo el “tremendo apoyo”.
Trump y Netanyahu han mantenido una relación política simbiótica desde que el republicano asumió. Fue bajo su primer mandato que EE.UU. reconoció Jerusalén como capital de Israel, abandonó el acuerdo nuclear con Irán y avaló la anexión de territorios ocupados. Ahora, el mismo Trump actúa como escudo político para Netanyahu, incluso cuando enfrenta acusaciones gravísimas que incluyen genocidio según la CPI.
¿Se puede perdonar a un acusado de crímenes de guerra?

El intento de convertir a Netanyahu en un mártir, pese a la evidencia acumulada, pone en entredicho no solo la independencia de la justicia israelí, sino una vez más la eficacia del derecho internacional.
Mientras decenas de líderes y oficiales palestinos han sido perseguidos por crímenes menores, el líder israelí aún se mantiene en el poder, protegido por aliados y discursos nacionalistas.
El respaldo de Trump —y de sectores del Likud— parece apuntar a blindar políticamente a Netanyahu para impedir su caída judicial. El mensaje que se envía al mundo es claro: si tienes poder y aliados fuertes, incluso la acusación de genocidio puede ser negociada.
Sin embargo, según el artículo 29 del Estatuto de Roma, los crímenes bajo la jurisdicción de la CPI (crímenes de guerra, lesa humanidad, genocidio) no prescriben, es decir, no pierden vigencia con el tiempo ni pueden ser borrados por leyes nacionales.
Un Estado puede intentar otorgar un perdón o amnistía interna, pero eso no tiene efecto ante la Corte Penal Internacional. Si un país —como Israel— decide no enjuiciar al acusado o lo “perdona”, la CPI puede intervenir con base en el principio de complementariedad, que permite actuar cuando los Estados no lo hacen de forma genuina.
Instrumentos como las Convenciones de Ginebra, el Estatuto de Roma y principios del derecho consuetudinario prohíben expresamente el perdón o amnistía para crímenes como los cometidos en contextos de guerra, ocupación o limpieza étnica.
Precedentes internacionales

Según la profesora Carmen Coronado de la Universidad Bolivariana de Venezuela, los casos como los de Slobodan Milošević (Serbia), Charles Taylor (Liberia) y líderes del régimen de Ruanda demuestran que incluso jefes de Estado en funciones pueden ser juzgados sin posibilidad de amnistía ni indulto.
«El tema es que esos mandatarios le eran incómodos a occidente y la CPI pareció funcionar» sentenció.
Al respecto la profesora manifestó, que mientras las pruebas se acumulan y las víctimas esperan justicia, las élites políticas intentan reescribir la historia a su conveniencia.
El caso Netanyahu no es solo una crisis israelí, sino un espejo del cinismo global cuando el poder político interfiere en la justicia, los crímenes dejan de ser juzgados y se convierten en estrategia.
Aunque Israel no reconoce la jurisdicción de la CPI, pero sí firmó el Estatuto de Roma en 2000 (aunque no lo ratificó).
EE.UU. tampoco reconoce la CPI, pero eso no impide que los crímenes investigados (por ejemplo, en Gaza) puedan ser juzgados si ocurrieron en territorios donde sí aplica (como Palestina, que sí es Estado Parte desde 2015).
«Un perdón de Trump o de cualquier otro gobierno no tendría ningún valor legal frente a la CPI», finalizó.