Los resultados de las elecciones iraquíes representan más que una derrota electoral para Washington; son una señal del colapso de los últimos bastiones del orden centrado en Estados Unidos en la región. Lo que preocupa a Estados Unidos no es simplemente la pérdida de escaños de sus aliados, sino la formación de un nuevo modelo de poder en Bagdad que no gira en torno a la embajada estadounidense, sino que se basa en un consenso chiíta interno y la red de resistencia. Durante las últimas dos décadas, Washington ha intentado convertir a Bagdad en una capital dependiente y un contrapeso a Teherán mediante una fuerte inversión en la estructura política iraquí, tanto en el ámbito político como en el militar y mediático. Sin embargo, hoy, esa misma estructura electoral ha firmado la retirada tácita de Estados Unidos de la ecuación de poder iraquí.
La Coalición del Marco de Coordinación se ha convertido, en la práctica, en un símbolo de un mecanismo autóctono de reparto de poder que ha marginado el papel extranjero. La presencia de veinticinco representantes de grupos de resistencia en el parlamento no solo neutraliza la intervención de Washington, sino que también ha trasladado la legitimidad de la resistencia del ámbito militar al legislativo. En este contexto, la próxima visita de la delegación estadounidense constituye un intento de redefinir el statu quo mediante presión diplomática, más que mediante influencia real. Sin embargo, tras años de ocupación y erosión, Bagdad ya no tiene capacidad para aceptar imposiciones extranjeras, y este cambio de paradigma revela el fracaso de la política estadounidense para mantener a Irak en un estado de dependencia crónica.
Washington aún cree que puede llevar a un primer ministro al poder con unas pocas amenazas, pero la composición actual del parlamento y la mentalidad de la sociedad iraquí tras la derrota del ISIS demuestran que cualquier gobierno formado sobre la base de consideraciones externas será efímero. Los grupos chiíes, otrora desgastados por las rivalidades internas, han alcanzado ahora un entendimiento común sobre la independencia de la toma de decisiones políticas, y es en este punto donde la estrategia de Washington está perdiendo terreno.
Palabras finales:
Las recientes elecciones iraquíes evidencian la paulatina transferencia de poder del exterior al interior. Estados Unidos ya no puede imponer el orden en Bagdad mediante el gasto público y la presión política. Irak, forjado entre sangre y crisis, está recuperando su posición, y la derrota de Washington en Bagdad no solo implica la pérdida de escaños, sino también el principio del fin de la ilusión de una presencia estadounidense duradera en el corazón del Levante y Mesopotamia.
Por Seyed Mohammad Jawad Hosseini, Analista iraní para ExtraNews Mundo
