La amenaza de una fractura en el movimiento MAGA (Make America Great Again) parecía inminente. Durante meses, figuras clave del trumpismo nacionalista —aislacionistas, anti‑intervencionistas y críticos de la “vieja política de guerras”— habían advertido que un ataque a Irán sería una traición al ideario “America First”. Sin embargo, apenas días después de que Donald Trump autorizara bombardeos contra instalaciones nucleares iraníes, el movimiento parece extrañamente unificado. ¿Qué ocurrió?.
La respuesta, según los registros públicos, no se encuentra en un giro ideológico ni en nueva evidencia militar. Se encuentra en los intereses financieros que sostienen la maquinaria política de Trump, particularmente en la presión de los grandes donantes, encabezados por Miriam Adelson, viuda del magnate Sheldon Adelson y una de las principales financiadoras del Partido Republicano.
Del aislacionismo a la alineación.
Antes del ataque, voces como Marjorie Taylor Greene, JD Vance y el presentador Tucker Carlson mostraban reticencia a cualquier acción militar en Medio Oriente. Pero tras los bombardeos, los mensajes se moderaron: se habló de “ataques puntuales”, “defensa estratégica” y “contención nuclear”.
Según fuentes cercanas a los super PAC, esta moderación coincidió con la reactivación del respaldo estratégico de los grandes financiadores del trumpismo. Aunque no hay registros de nuevos aportes en junio de 2025, los más de $106 millones entregados por Adelson en 2024 siguen condicionando la narrativa. Cuando Miriam habla, todos en MAGA escuchan.
Miriam Adelson donó $106 millones en 2024 al super PAC Preserve America, convirtiéndose en la tercera mayor donante de la campaña de Trump.
Su contribución incluyó $25 M en julio, $25 M en agosto, $25 M en septiembre y otros $20 M, según reportes del Times of Israel.
El multimillonario Sheldon Adelson, considerado el mayor donante de Trump, ejerció igual que hoy día su esposa, una influencia decisiva en la formulación de la política estadounidense hacia Irán.
No sólo financió a organizaciones neoconservadoras como la Fundación para la Defensa de las Democracias, que abogan por una postura belicista, sino que también estuvo directamente involucrado en asesorar y moldear el discurso del presidente.
Según fuentes, fue el neoconservador John Bolton, estrechamente vinculado a Adelson, quien sugirió la inclusión de la frase más amenazante en el discurso de Trump contra el acuerdo nuclear, marcando una ruptura con las recomendaciones del círculo más tradicional de seguridad.
El papel de Adelson y otros donantes como Bernard Marcus y Paul Singer va más allá de la simple financiación: son actores estratégicos que buscan condicionar la política estadounidense para favorecer la agenda de Israel y presionar contra cualquier acercamiento diplomático con Irán.
La decisión de Trump de no certificar el cumplimiento iraní del acuerdo nuclear en 2018 —dejando la puerta abierta a la reimposición de sanciones por parte del Congreso— fue celebrada por estos grupos como una victoria, evidenciando que detrás de las grandes decisiones políticas, el motor principal a menudo es el dinero y la influencia de sus patrocinadores.
Después del ataque a las centrales nucleares de Irán, figuras MAGA alineadas con Trump fueron entrevistadas o citadas por el Washington Post, reiterando apoyo “enfocado” y flexible ante una embestida nuclear iraní.
De allí, se pasó de una Marjorie Taylor Greene amenazando con una guerra civil MAGA a un “Esta no es nuestra pelea, pero apoyo a nuestras tropas y siempre rezaré por su seguridad.” y un «Unámonos todos y oremos por la paz».
Igual cambio hizo el vicepresidente JD Vance al afirmar; “Debemos tener cuidado de no dejarnos arrastrar a otro conflicto sin fin, pero entiendo la necesidad de actuar cuando las amenazas nucleares son reales.”
El aspecto resaltante es que los políticos en EEUU están inmersos justo ahora en un tipo de iniciativas es común entre políticos que enfrentan reelección o primarias, pero en el contexto de las tensiones internas en MAGA sugiere una intención clara: asegurar respaldo económico que permita proyectar fortaleza y cohesión frente a posibles desafíos.
En el mismo periodo en el que Greene reclamaba fondos, Trump gestionaba acercamientos a grandes donantes pro‑Israel como Miriam Adelson, reafirmando la idea de que detrás de la unidad emergente en MAGA lo que mueve realmente la narrativa es la financiación. En otras palabras: donde hay dinero, hay cerrada lealtad.
Trump, el equilibrista.
Trump evitó un conflicto prolongado, pero actuó lo suficientemente fuerte como para satisfacer al lobby pro-Israel y a los halcones neoconservadores dentro de su coalición. Con ello, protegió los intereses financieros que nutren su campaña, sin desatar del todo la ira de su base nacionalista.
La unidad MAGA tras el ataque no es ideológica, es contable, dice Sarah Ellis, analista del Center for Campaign Finance. “Trump encontró la forma de convertir una guerra impopular en una inversión rentable para sus financiadores”.
Lo que parecía una fractura ideológica terminó siendo una demostración del poder estructural del dinero en la política estadounidense. En la batalla entre principios y millones, ganaron los millones.
Desde sus primeros movimientos en la Casa Blanca, Donald Trump mostró una clara tendencia a priorizar las demandas de sus mayores donantes sobre los consejos de sus asesores más experimentados.
Este patrón se evidenció con claridad en su manejo del acuerdo nuclear con Irán. A pesar de las advertencias y recomendaciones de su equipo de seguridad nacional, incluyendo a los secretarios de Defensa y Estado, Trump optó por desestimar sus opiniones y adoptar una línea agresiva contra Teherán, una postura alineada con los intereses de sus principales financiadores.
En MAGA y la era Trump, la ideología es negociable. Lo que no se toca es el financiamiento.
