El 6 de julio, Selariu salió de Mars Dune Alpha, un hábitat impreso en 3D por la NASA situado en el Centro Espacial Johnson. Junto a tres compañeros, pasó 378 días en este entorno de 160 metros cuadrados, como parte de la misión inaugural Crew Health and Performance Exploration Analog (CHAPEA-1), destinada a simular la vida en una base marciana permanente.
Los elegidos, estos son la comandante Kelly Haston (investigadora médica), el ingeniero de vuelo Ross Brockwell (ingeniero estructural y administrador de obras públicas), el oficial médico Nathan Jones (médico especialista en emergencias) y la oficial científica Alyssa Shannon (enfermera y exmaestra de escuela primaria).

La microbióloga Anca Selariu, de la Marina de los Estados Unidos, reconocida por su experiencia en el descubrimiento de vacunas virales y en la investigación de enfermedades infecciosas, ha culminado recientemente la misión simulación de la base de Marte de la NASA.
Durante este tiempo, Selariu y su equipo recrearon condiciones marcianas en un entorno controlado, con el objetivo de estudiar cómo los humanos pueden vivir y trabajar en el planeta rojo. Esta experiencia ha proporcionado valiosos datos sobre la viabilidad de futuras misiones tripuladas a Marte y ha puesto a prueba no solo la resistencia física y mental de sus participantes, sino también la aplicación de protocolos científicos en un contexto extraterrestre.
Durante esta misión, el equipo asumió una variedad de responsabilidades que incluían la gestión de cultivos, análisis geológico y trabajos robóticos con drones y vehículos exploradores. Selariu destaca la enorme cantidad de información recabada: “La cantidad de datos que se obtendrán con el estudio CHAPEA será asombrosa”. Sin embargo, uno de los aspectos más desafiantes fue el retraso en las comunicaciones, simulado para replicar la limitación real entre Marte y la Tierra, donde los mensajes pueden tardar hasta 22 minutos en cada dirección.
Selariu también reflexionó sobre los desafíos psicológicos del aislamiento y la demora en la conversación. “Para mí, fue una de las cosas más gratificantes de vivir”, afirmó Selariu, añadiendo que la misión le proporcionó una perspectiva renovada sobre las complejidades y maravillas del planeta Tierra.
Otros elementos de la misión incluían simulaciones de excursiones con trajes espaciales modificados y el mantenimiento regular de la estructura de Mars Dune Alpha. Para mitigar el impacto del aislamiento, el equipo cargó una vasta biblioteca de libros y medios pregrabados, con Selariu disfrutando especialmente de maratones de películas y torneos de juegos.
Mientras los aviones para enviar humanos a Marte se proyectan para la década de 2040, Selariu se siente honrada de haber contribuido a este ambicioso esfuerzo de la NASA. “Es increíble poder despertar cada día sabiendo que estás contribuyendo al sueño de la humanidad”, comenta.
El búnker
El hábitat contaba con cuatro camarotes privados para cada miembro de la tripulación, despachos, un puesto médico, sala de estar común, cocina y estaciones de cultivo. Su nombre en clave era CHAPEA (Crew Health and Performance Exploration Analog) y durante los más de 300 días que los cuatro voluntarios han pasado allí han llevado a cabo paseos marcianos simulados, tareas de mantenimiento y labores de cultivo. Según explicó Grace Douglas, investigadora principal del proyecto, en 2023:
“La simulación nos permitirá recopilar datos de rendimiento físico y cognitivo para darnos más información sobre los impactos potenciales de las misiones de larga duración a Marte en la salud y el rendimiento de la tripulación”.

Conocido como Mars Dune Alpha, este búnker de 157 metros cuadrados localizado en Houston, Texas, tenía como objetivo simular la vida en el Planeta Rojo. El hábitat se imprimió en 3D usando «lavacrete», un compuesto económico de hormigón semilíquido.
¿Y por qué la NASA optar por la impresión 3D?
En palabras de la NASA, «los futuros asentamientos de exploración espacial pueden imprimirse en 3D con tecnología de construcción aditiva para eliminar la necesidad de lanzar grandes cantidades de materiales de construcción en múltiples vuelos, lo que resulta prohibitivo desde el punto de vista de los costes».

Porque no es solo que estuvieran aislados del mundo exterior, que hayan tenido que cultivar su propia comida o mantener el equipo (por todos son conocidas las tormentas de polvo marciano), sino que han vivido con cierto retraso en las comunicaciones para simular unas condiciones marcianas lo más realistas posibles. Ahora es el momento de sacar conclusiones y esperar.

La NASA ya está buscando voluntarios para las próximas misiones de simulación extendida, y Selariu anima a los interesados a seguir soñando, indicándoles la importancia de prepararse para los numerosos desafíos que aún quedan por resolver antes de una misión tripulada a Marte. Selariu subraya su entusiasmo por volver a formar parte de una experiencia similar en el futuro: “Definitivamente no diría que no”, concluye, mostrando su profunda conexión emocional con la exploración marciana.
En conclusión, pasar un año en la simulación de la base de Marte de la NASA ha sido una experiencia reveladora y desafiante para la microbióloga Anca Selariu y su equipo. La misión, que buscaba replicar las condiciones de vida y trabajo en el planeta rojo, permitió obtener información crucial sobre la adaptación humana a entornos extremos y sobre la ejecución de tareas científicas en condiciones similares a las marcianas. Esta experiencia ha destacado la importancia de la resistencia mental y física, la cooperación en equipo y la aplicación rigurosa de protocolos científicos.
Los hallazgos obtenidos no solo contribuirán a la preparación de futuras misiones tripuladas a Marte, sino que también enriquecerán el conocimiento sobre la adaptación humana a nuevos y desafiantes entornos.