India y Pakistán viven su momento más tenso en años tras el asesinato de 26 turistas hindúes en Cachemira. Una chispa podría detonar un conflicto entre dos naciones con armas nucleares.
Ambos países surgieron como naciones independientes en 1947, tras la descolonización británica del subcontinente.
La Partición dividió a la India británica en dos estados: una India laica con mayoría hindú, y un Pakistán islámico. Esta división, acompañada de desplazamientos masivos y violencia sectaria, dejó una herida abierta que persiste hasta hoy.
Se estima que en ese proceso murieron casi dos millones de personas producto de los desplazamientos y violencia sectaria asociada a la toma de los territorios recién creados, cuando millones de hindúes, sijs y musulmanes fueron desplazados y se encontraron en el lado «equivocado» de la nueva frontera. La violencia incluyó masacres, asesinatos, violaciones y todo tipo de atrocidades.
La región de Cachemira, de mayoría musulmana pero gobernada por un maharajá hindú al momento de la partición, fue reclamada por ambos países, lo que llevó a tres guerras y múltiples escaramuzas en la Línea de Control

El atentado que reavivó las llamas: 26 turistas asesinados en Cachemira.
El pasado 22 de abril , un atentado terrorista en Pahalgam, al sur de Cachemira india, dejó 26 turistas hindúes muertos y más de 20 heridos. La mayoría de las víctimas eran peregrinos en tránsito hacia el templo de Amarnath, un sitio sagrado del hinduismo.
El grupo Frente de Resistencia (The Resistance Front, TRF), vinculado al proscrito Lashkar-e-Toiba (LeT), se atribuyó el ataque mientras Nueva Delhi acusa directamente a Islamabad de respaldar a estos grupos y de ser responsable indirecto del atentado.
El TRF nació en 2019 como una fachada para el LeT, un grupo yihadista con base en Pakistán, sancionado por la ONU y Estados Unidos. El TRF ha sido responsable de múltiples atentados contra civiles y fuerzas de seguridad en Cachemira.
Según autoridades indias, dos de los tres sospechosos del ataque son ciudadanos pakistaníes entrenados en campamentos militares en territorio controlado por su vecino. Nueva Delhi sostiene que Islamabad no solo permite, sino que promueve estas incursiones para desestabilizar la región.
En respuesta al ataque, los hindúes suspendieron el Tratado de las Aguas del Indo; cerraron la frontera en Attari-Wagah; expulsaron diplomáticos pakistaníes y revocaron visados. El primer ministro Narendra Modi otorgó a las fuerzas armadas libertad operativa total para responder al ataque.
Los pakistaníes, por su parte, cerraron su espacio aéreo a aerolíneas indias, suspendieron el comercio bilateral y advirtieron que cualquier intento de desviar el caudal del río Indo sería considerado un acto de guerra. El ministro Hanif Abbasi declaró que Pakistán tiene 130 ojivas nucleares apuntando a India y que están listas para ser utilizadas si se amenaza la seguridad nacional.

«Si nos cortan el suministro de agua, deben estar listos para una guerra. Nuestros misiles no están para ser exhibidos. Nadie sabe dónde hemos escondido nuestras armas nucleares en todo el país. Lo repito: estos misiles balísticos están todos dirigidos contra vosotros», advirtió Abbasi.
Antecedentes peligrosos: otros momentos al borde del conflicto.
Este no es el primer episodio de tensión extrema entre ambas naciones. En 2019, casi entran en guerra tras el atentado en Pulwama, que mató a 40 soldados indios. En respuesta, Nueva Delhi bombardeó un presunto campo terrorista en Balakot, Pakistán, lo que provocó un breve combate aéreo.
También en 2001 y 2002, un atentado en el Parlamento indio provocó una movilización militar masiva en la frontera.
Entre ambos ejércitos poseen más de 300 ojivas nucleares combinadas. Una guerra abierta podría no solo causar millones de muertes inmediatas, sino también generar un invierno nuclear con consecuencias globales para la agricultura y el clima del planeta.