Israel decidió ocupar por completo la Franja de Gaza, en lo que constituye un giro dramático en el desarrollo de la guerra de ocupación. Según reportes y confirmaciones recogidas por medios, altos funcionarios de la oficina del primer ministro Benjamín Netanyahu señalaron que “la decisión ha sido tomada: Israel va a ocupar la Franja de Gaza”.
Los funcionarios justifican la medida alegando que Hamás no cederá en la liberación de los rehenes sin una rendición total de Israel, algo que rechazan de plano. “Si no actuamos ahora, los rehenes morirán de hambre y Gaza permanecerá bajo el control de Hamás”, declararon.
La decisión implica, según el medio israelí, que el Ejército ampliará sus operaciones militares incluso en zonas que anteriormente había evitado atacar —como los campamentos centrales— por el riesgo que esto representa para los rehenes israelíes retenidos por Hamás.
La medida implica atacar zonas donde hasta ahora el Ejército israelí se había abstenido de operar —como los campamentos centrales—, precisamente por el riesgo que supone para los propios rehenes que Israel dice querer salvar. En otras palabras, la vida de esos rehenes podría quedar aún más comprometida por la ofensiva que supuestamente busca rescatarlos.
Desde Israel se denuncia el sionismo

Desde sectores de la oposición israelí y la propia cúpula militar han surgido fuertes críticas. El diputado Gilad Kariv, del Partido Laborista, fue categórico:
“Una ocupación total de la Franja es una sentencia de muerte para los rehenes vivos y un desastre de seguridad, humanitario y diplomático. El Gobierno de la desolación carece de legitimidad pública para esta acción, y de autoridad moral para convertir la guerra por el botín en una guerra permanente.”
Incluso el jefe del Estado Mayor de las FDI, Eyal Zamir, habría mostrado su desacuerdo con la decisión, lo que generó amenazas veladas desde el propio Gobierno: “Si esto no le conviene al jefe del Estado Mayor, que renuncie”, habrían dicho los funcionarios.
La iniciativa también refleja el fracaso de las negociaciones para liberar a los rehenes y un endurecimiento de la postura israelí, que parece preferir la vía militar total antes que seguir buscando una salida diplomática.
Según analistas críticos, esta ocupación no solo prolongará el genocidio, sino que consolidará el sufrimiento de millones de civiles palestinos, muchos de los cuales ya viven en condiciones infrahumanas tras meses de ataques, desplazamientos forzados y bloqueo total del acceso a alimentos, medicinas y ayuda internacional.

Mientras el Gobierno insiste en que se trata de una acción necesaria para acabar con Hamás, crece la presión sobre la comunidad internacional para que condene lo que muchos consideran una violación flagrante del derecho internacional humanitario y un intento de limpieza étnica encubierta bajo el discurso de “seguridad”.
El respaldo de Estados Unidos ha sido un factor clave para que Israel mantenga su ofensiva militar sin enfrentar consecuencias reales en el ámbito internacional. Washington no solo ha suministrado armas, municiones y apoyo logístico, sino que también ha vetado sistemáticamente resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que buscaban exigir un alto el fuego o una investigación internacional sobre los crímenes cometidos en Gaza.
Este blindaje diplomático ha permitido que Israel actúe con total impunidad, incluso cuando organismos humanitarios advierten de una catástrofe sin precedentes y denuncian posibles crímenes de guerra y limpieza étnica.
Gracias a esta protección estadounidense, la presión internacional ha sido prácticamente inexistente o puramente simbólica. Pese a las imágenes de destrucción masiva, fosas comunes, niños heridos y hospitales bombardeados, los gobiernos occidentales han optado por el silencio o por declaraciones ambiguas, negándose a llamar al genocidio por su nombre.
La narrativa impuesta por Estados Unidos —que reduce toda la operación a un supuesto combate contra el «terrorismo»— ha servido de excusa para justificar la masacre de miles de civiles palestinos, criminalizar toda resistencia y deshumanizar a toda una población atrapada entre el asedio y el abandono.