Israel inició una movilización masiva de reservistas y ha profundizado su ofensiva sobre la ciudad de Gaza en una operación calificada por el gobierno como «decisiva» para derrotar a Hamás, pero que también ha provocado fuertes críticas internas y denuncias internacionales por su devastador impacto humanitario.
Según información, decenas de miles de reservistas han sido convocados para sumarse a las fuerzas desplegadas en Gaza City, mientras el Estado Mayor advierte que la ofensiva podría poner en peligro tanto la vida de los rehenes aún en manos de Hamás como la seguridad de los combatientes israelíes.
Se estima que Israel contempla movilizar hasta 60,000 reservistas, con la posibilidad de elevar esta cifra a 120,000 si se considera la extensión del servicio de quienes ya están en activo.
La acción forma parte de una estrategia destinada a tomar el control total de Gaza City, considerada “el último bastión de Hamás”, mientras el primer ministro Benjamin Netanyahu reafirma su rechazo a cualquier acuerdo que no contemple la “derrota total” del grupo islamista.
En el terreno, la ofensiva no muestra señales de ralentización. Las tropas israelíes han penetrado en el barrio densamente poblado de Sheikh Radwan, empleando tácticas que incluyen bombardeos a escuelas y hospitales, destrucción de viviendas y el empleo de vehículos robots cargados de explosivos.
La cifra de fallecidos palestinos supera ya los 63,000 desde que comenzó la ofensiva en octubre de 2023, mientras se teme que hasta un millón más podrían verse desplazados por la nueva escalada.
Las consecuencias humanitarias son alarmantes: organismos de Naciones Unidas y grupos de derechos humanos han denunciado condiciones extremas en Gaza, con escasez de alimentos, agua y atención médica, en un contexto que muchos califican como catastrófico.
Netanyahu pone a Israel contra todos
El jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, ha advertido sobre el riesgo de esta ofensiva, señalando el peligro inminente para los rehenes y la posibilidad de sobre-extensión militar. Aunque defendió el compromiso de las fuerzas, su postura evidencia las crecientes tensiones dentro del alto mando israelí.
El primer ministro Benjamin Netanyahu, por su parte, reforzó su narrativa bélica al caracterizar esta nueva fase como definitiva, afirmando que el conflicto debe concluir “donde empezó: en Gaza”.
En Israel, el apoyo público a la guerra empieza a resquebrajarse. Manifestaciones en reclamo del retorno de los rehenes y por el fin de los combates han proliferado, expresando un creciente cansancio social y preocupación por la prolongación del conflicto.
A nivel internacional, algunos gobiernos han elevado advertencias sobre el riesgo de desplazamientos masivos y la posibilidad de que se cometan crímenes de guerra. Líderes europeos han criticado la estrategia israelí, y organizaciones de derechos humanos advirtieron sobre la inminencia de una catástrofe humanitaria.
Además, muchos países han anunciado el inminente reconocimiento de Palestina como estado en a próxima reunión del consejo general de Naciones Unidas lo que podría ser un reflejo de que ya no se puede ocultar el genocidio con la excusa de una guerra evidentemente desigual.
