En la madrugada del 26 de julio de 1953, un puñado de jóvenes cubanos, en su mayoría entre 17 y 30 años, protagonizó un acto que trascendería la historia de Cuba y la lucha anticolonial en América Latina: el asalto a los Cuarteles Moncada y Bayamo. Bajo el liderazgo de Fidel Castro, este grupo juvenil intentó tomar las principales fortalezas militares en Oriente con la intención de desencadenar la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958).
La acción estuvo enmarcada en un contexto de crisis profunda que afectaba a la población cubana: la salud, la educación y el trabajo se encontraban en un estado deplorable y el pueblo común soportaba la pobreza extrema y la represión sistemática. Inspirados en el legado de José Martí, el Héroe Nacional cubano y símbolo de la independencia, estos jóvenes desafiaron un régimen opresor que mantenía al país sumido en desigualdades y abusos.
“Asaltar la segunda fortaleza en importancia del país, que disponía de un inmenso potencial armamentístico y elevado número de soldados, constituía un hecho inédito”
Yadira Durand.
La valentía y dignidad de los asaltantes se volvieron un emblema de resistencia. Los sobrevivientes fueron encarcelados, pero el episodio dio un punto de inflexión en la historia, revitalizando el movimiento revolucionario que culminaría con la victoria de enero de 1959.
Hoy, 72 años después, la memoria del asalto a los cuarteles Moncada se mantiene viva en Cuba a través de libros, museos, testimonios y el compromiso de las nuevas generaciones por preservar y profundizar los ideales de justicia social y soberanía nacional que motivaron aquella gesta heroica. La Marcha de las Antorchas, celebrada cada enero en honor a José Martí, sigue recordando el sacrificio de quienes soñaron con un país libre y digno.