Han pasado 43 años desde la masacre de Sabra y Chatila en Beirut, Líbano, donde las milicias falangistas cristianas de derecha, bajo la protección del Ejército de Israel mataron a más de 3.000 personas indefensas.
Después de que Israel declarara su independencia el 14 de mayo de 1948 en los territorios palestinos que ocupaba, los refugiados palestinos que se vieron obligados a emigrar y buscaron refugio en el Líbano fueron sometidos a un nuevo ataque por parte de Israel el 16 de septiembre de 1982.
El ataque, lanzado por milicias falangistas cristianas contra un campo de refugiados de palestinos, duró tres días y fue «justificado» por el asesinato de Bachir Gemayel, el líder del Partido Kataeb, poco después de ser elegido presidente durante la guerra civil que azotó el país entre 1975 y 1990.
Los palestinos, que ya habían sufrido sobremanera desde el inicio del proyecto de ocupación israelí, perdieron a miles de mujeres y niños durante el sangriento asalto.
Los autores de la masacre, que dejó una dolorosa huella en la memoria colectiva del Líbano y Oriente Medio, no han sido llevados ante la justicia ni han rendido cuentas hasta el día de hoy.
Calles de Sabra y Chatila, llenas de cadáveres
Durante el asalto a los campos de refugiados de Sabra y Chatila, las calles se llenaron de los cadáveres de más de 3.000 palestinos.
Después de que el Ejército israelí rodeara los campos para impedir la huida de los refugiados palestinos, las milicias falangistas cristianas los masacraron brutalmente usando armas pesadas y bombardeos, así como hachas y herramientas cortantes.

Sus cuerpos fueron enterrados posteriormente en fosas comunes.
El ataque fue dirigido por Ariel Sharon, que era entonces ministro de defensa de Israel y más tarde se convirtió en primer ministro. Los soldados bajo el mando de Sharon utilizaron bengalas durante toda la noche para facilitar el trabajo de los perpetradores.
