Los Diablos Danzantes de Corpus Christi de Venezuela, con sus máscaras, trajes llenos de intensos colores, bailes y músicas rituales, son los actores de una festividad religiosa que está presente desde hace más de cuatrocientos años en nuestro país.

Este acto colectivo cristiano tiene su base en las entrañas de comunidades de varias regiones venezolanas, donde hombres, mujeres y niños guardan la fe como el mejor tesoro para su trascendencia
En poblaciones como Yare, Turiamo, Cata, Chuao, Cuyagua, San Millán, Ocumare de la Costa, Naiquatá, San Rafael de Orituco, se confeccionan los trajes, las máscaras, los tambores, las maracas y demás ornamentos que llevarán para rendir tributo al Santo Sacramento, el noveno jueves, luego del Jueves Santo de cada año.


Un profundo fervor religioso-cultural está presente en esta celebración católica, que muestra a los feligreses luchando con decisión y mística contra el mal. Organizados en cofradías desde el siglo XVII, con un orden jerárquico que promueve una eficacia en la batalla contra los malos espíritus, y con movimientos de danzas, los capataces van guiando al conjunto de Los Diablos Danzantes hacia la iglesia, y, al final, sumisos y orando se rinden ante Cristo, y así demuestran el triunfo de la Divinidad creadora del bien y la hermandad entre los seres de la Tierra.

En esas comunidades profundas del pueblo venezolano, se puede palpar que, pese a las prohibiciones impuestas por los españoles durante la Colonia, hubo resistencia espiritual de los habitantes; se conjugaron creencias venidas de Europa y África con los quehaceres y prácticas de nuestros aborígenes; formando ese sincretismo que se expresa en el actuar de los Diablos Danzantes de Corpus Christi.

Estas prácticas culturales-religiosas que nos marcaron de una manera definitiva como grupo humano, que se mantienen en el tiempo reafirmando la fortaleza que desarrollamos para obrar en colectivo, fueron declaradas, en el año 2012, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por la UNESCO.
Sumergido en ese mundo de lucha entre el bien y el mal que emana de las festividades populares de Los Diablos Danzantes de Corpus Christi, el fotógrafo José Lobo pudo – con maestría y sensibilidad de artista -, capta los instantes de devoción; de entusiasmo, danza y música de pobladores de las comunidades que fusionan el arte y la fe para sentirse más cerca de Cristo.
José Lobo elevó su mirada – pulida en el asombro – para darnos instantes eternos de un hecho cultural que hoy tiene reconocimiento mundial.

Recibimos, casi con fuerza mágica, las imágenes de gente que busca la unión con las fuerzas positivas del universo y la santidad. En suma, fotografías singulares que nos ponen en comunión con todos los colores de la fe.


