El canciller alemán Friedrich Merz declaró este lunes que los refugiados sirios deben regresar a su país, afirmando que “la guerra civil ha terminado” y que “ya no existen motivos para solicitar asilo en Alemania”.
Con esas palabras, Berlín marca un nuevo giro en su política migratoria, justo cuando Europa presume haber “pacificado” una Siria devastada por más de una década de conflicto en la que la OTAN jugó un papel decisivo, directa o indirectamente.

Durante una rueda de prensa, Merz sostuvo que espera que “una gran parte de los refugiados sirios regrese voluntariamente y participe en la reconstrucción de su país”. La frase, presentada como un gesto humanitario oculta que los mismos gobiernos que facilitaron la caída del antiguo presidente Bashar al-Assad –y que durante años financiaron o respaldaron operaciones militares y de inteligencia en el país árabe– ahora declaran superada la crisis y niegan el derecho al refugio a quienes huyeron de ella.
“La guerra civil en Siria ha terminado. Ya no existen motivos para solicitar asilo en Alemania, por lo que podemos comenzar con las repatriaciones”, afirmó Merz, añadiendo que “los delincuentes podrán ser deportados” y que el Gobierno “fomentará el regreso voluntario”.
Merz obvió detalles

Lo que no dijo el canciller es que Siria, hoy bajo un gobierno interino, sigue siendo un territorio fragmentado, con zonas aún bajo influencia de potencias extranjeras y con infraestructuras colapsadas por más de una década de sanciones, bombardeos y bloqueo económico.
Según cifras del Ministerio del Interior alemán, en el país viven más de 950.000 sirios, de los cuales 920.000 no tienen permiso de residencia permanente. Es decir, casi un millón de personas podría enfrentar un futuro incierto entre la deportación forzosa y un “regreso voluntario” a un país donde la paz es más declarativa que real.

Europa, que en su momento se presentó como el refugio moral ante el drama sirio, ahora se permita un discurso de cierre, como si la responsabilidad histórica hubiera caducado. Los medios que durante años mostraban a los sirios como víctimas del “régimen de Al-Assad” hoy apenas mencionan que muchos de esos mismos refugiados fueron desplazados por bombardeos de la coalición occidental o por las guerras de poder que se libraron en su territorio.
El contraste no pasa desapercibido. En 2015, la canciller Angela Merkel abría las puertas de Alemania proclamando “Wir schaffen das” (“Lo lograremos”). Diez años después, su sucesor celebra el fin de una guerra que Europa no sólo observó, sino que ayudó a moldear.
El enviado ruso Kiril Dmítriev ironizó sobre la decisión alemana, afirmando que “Merz por fin ha empezado a leer nuestras publicaciones sobre cómo la inmigración está llevando al suicidio de la civilización occidental”.
La frase que mejor resume el momento no viene de Moscú, sino del propio discurso europeo: “Ya no hay motivos para el asilo”. Una sentencia fría, casi burocrática, que pone punto final al drama de millones de personas justo cuando Occidente considera que la historia siria ha cumplido su función política.

                                    