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Microplásticos: la plaga invisible que ya habita dentro de nosotros

Primeras señales de alerta: Del océano a la sangre humana.

Los microplásticos, fragmentos de plástico de menos de cinco milímetros, surgieron como preocupación científica en la década de 1970. Pero no fue sino hasta los años 2000 cuando su presencia en el ambiente marino y su impacto ecológico comenzaron a despertar alarma global.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), estas partículas provienen de productos como cosméticos, ropa sintética, empaques y residuos plásticos degradados.

Desde entonces, los hallazgos se han multiplicado. En 2004, investigadores como Richard Thompson revelaron por primera vez la existencia generalizada de microplásticos en playas y aguas del Reino Unido.

Estudios posteriores los han detectado en todos los océanos, incluidos los polos. En palabras del propio Thompson, transcritas por la BBC, “los plásticos se fragmentan pero no desaparecen”.

Los microplásticos se han encontrado en más de 1.200 especies animales. En tortugas marinas, ballenas, peces e incluso aves, su ingestión provoca daños físicos, bloqueos intestinales, pérdida de apetito y reducción en las tasas de reproducción.

Un informe de la organización Oceana documentó casos en los que ballenas murieron tras ingerir decenas de kilogramos de desechos plásticos, muchos de ellos fragmentados en microplásticos.

En humanos, su presencia ya no es una hipótesis. En 2022, un estudio publicado en Environment International halló microplásticos en la sangre de casi el 80% de las personas analizadas.

También se han detectado en la placenta de bebés no nacidos, en pulmones y en heces. El investigador Dick Vethaak afirmó “Tenemos microplásticos en nuestro cuerpo, y eso no es bueno”.

Silencio rentable: el freno de las potencias al cambio.
Microplásticos

A pesar de la creciente evidencia científica, las grandes potencias y conglomerados industriales han frenado sistemáticamente los esfuerzos para regular la producción y uso del plástico. El pasado 29 de abril, durante la quinta ronda de negociaciones del tratado global contra la contaminación por plásticos (INC-5), los representantes de Estados Unidos, Arabia Saudita, Rusia y China bloquearon propuestas para limitar la producción.

Según la delegación saudí, una de las más activas, defendió la producción petroquímica como parte esencial de su economía.

Mientras tanto, la producción global de plástico se ha duplicado desde 2000, alcanzando más de 430 millones de toneladas anuales, de las cuales dos tercios se convierten rápidamente en residuos, según datos de la OCDE.

Solo el 9% se recicla. La industria del plástico, estrechamente ligada al petróleo, sostiene su modelo en el crecimiento continuo de la demanda, particularmente en envases de un solo uso.

Las consecuencias ya son trágicas. Un estudio de 2024 publicado en la revista New England Journal of Medicine encontró microplásticos en el 58% de las arterias de pacientes sometidos a cirugía, y concluyó que su presencia duplicaba el riesgo de infarto o muerte. La investigación fue liderada por el profesor Raffaele Marfella, quien declaró: “No es una sorpresa. Estamos rodeados de plástico”.

El planeta se plastifica. Y con él, la humanidad.

Las perspectivas no son alentadoras. Según el informe Plastic Overshoot Day de 2024, para el año 2040 se podrían liberar anualmente al ambiente más de 110 millones de toneladas de residuos plásticos. El microplástico, debido a su tamaño, no puede filtrarse eficazmente de aguas residuales ni eliminarse de la cadena alimenticia.

Los expertos advierten que la acumulación crónica de estas partículas podría alterar procesos celulares, desencadenar inflamación e incluso afectar la expresión genética.

Mientras las potencias negocian, las micropartículas ya han cruzado todas las fronteras: del océano a la placenta, del intestino a los pulmones, y ahora también al corazón.

Microplásticos detectados en la leche materna

En octubre de 2022, un estudio publicado en Polymers reveló que se encontraron microplásticos en el 75% de las muestras de leche materna analizadas en Italia. Este hallazgo encendió alarmas sobre la exposición de los recién nacidos a estas partículas desde sus primeros días de vida.

Los investigadores sugirieron que la contaminación proviene tanto de alimentos como del aire y de productos cosméticos que las madres usan diariamente.

El equipo detrás del estudio subrayó que esto no implica dejar de amamantar, ya que los beneficios superan los riesgos, pero insistieron en que se deben tomar medidas urgentes para reducir la exposición general a microplásticos.


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