Las calles de Serbia viven jornadas de alta tensión, con multitudinarias protestas que se han extendido en las últimas semanas y que han derivado en bloqueos viales, enfrentamientos con la policía y múltiples detenciones.
Las movilizaciones, convocadas inicialmente por organizaciones estudiantiles y colectivos ciudadanos, cuestionan la gestión gubernamental y exigen reformas políticas profundas.
El presidente Aleksandar Vučić señaló que sectores extranjeros estarían intentando influir en la organización de las manifestaciones, y advirtió que cualquier intento de desestabilización será enfrentado por las instituciones serbias.
En paralelo, Rusia expresó su preocupación ante un posible escenario de agitación dirigido desde el exterior: “Esperamos que las potencias occidentales no interfieran en los asuntos internos de Serbia aprovechando el actual clima de protestas”, manifestó el canciller ruso Serguéi Lavrov.
Según Lavrov, cualquier interferencia podría conducir a un deterioro de la estabilidad en la región de los Balcanes.
¿Serbia se enfrenta a una revolución de colores?
El fenómeno que algunos denominan “revolución de colores” describe procesos de movilización que terminan forzando cambios de gobierno bajo el argumento de restaurar la democracia, pero que en ocasiones cuentan con un fuerte componente de financiamiento, asesoría y respaldo extranjero.
Estos movimientos se han registrado principalmente en Europa del Este y Asia Central durante las últimas dos décadas.
En el caso de Serbia, el rápido crecimiento de las protestas, su coordinación en redes y la narrativa en algunos medios internacionales podrían ser indicios de un escenario que evolucione hacia un proceso de desestabilización más profundo.
Por ello, diversas voces, como Rusia, llaman a la comunidad internacional a actuar con responsabilidad y evitar intervenciones que escalen el conflicto social hacia una crisis política mayor.