Sudán es el espejo de un sistema global que prefiere el oro al derecho, la extracción al respeto, y el silencio a la justicia. Y como siempre, para garantizar la máxima ganancia al menor costo, en el caso de Sudan, se han propuesto aniquilar a su población ante la mirada hipócrita de la «comunidad internacional».
La invención de Sudán: fronteras como herramientas coloniales
La creación de Sudán como Estado moderno fue una imposición británica-egipcia durante el reparto colonial de África. En la Conferencia de Berlín (1884–1885), potencias europeas trazaron líneas arbitrarias sobre el continente, ignorando por completo las identidades culturales, lingüísticas y políticas de los pueblos que habitaban la región.
- Reinos como Darfur, Makuria y Alodia fueron desmantelados.
- Se impuso una estructura estatal que favorecía al norte árabe-musulmán y marginaba al sur africano-cristiano.
- El resultado: un país diseñado para la extracción, no para la cohesión.
El oro como motor de guerra
Sudán es el tercer mayor productor de oro en África. Las minas, muchas de ellas informales, están repartidas por Darfur, Kordofán y el Estado del Mar Rojo. Este oro no financia hospitales ni escuelas: financia balas.
- Las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), lideradas por “Hemedti”, controlan gran parte de la extracción.
- El oro se exporta principalmente a Emiratos Árabes Unidos, donde se refina y entra al mercado global.
- El conflicto armado se ha convertido en una economía de guerra, donde el oro es la moneda que compra lealtades, armas y silencio.
El genocidio en El Fasher: ¿una limpieza étnica financiada por oro?
Desde abril de 2023, las FAR han intensificado su ofensiva en Darfur. En El Fasher, más de 2.000 civiles han sido ejecutados, hospitales bombardeados y mezquitas atacadas. La ONU advierte sobre una posible limpieza étnica, pero los actores internacionales miran hacia otro lado.
- Las FAR usan el oro para financiar operaciones militares.
- El control de El Fasher implica dominio sobre rutas de exportación y minas clave.
- El genocidio no es solo ideológico: es logístico y económico.
Mercenarios extranjeros: la tercerización de la guerra
Uno de los aspectos más perturbadores del conflicto es la presencia de mercenarios colombianos, reclutados bajo engaños por redes vinculadas a Emiratos Árabes Unidos.
- Exmilitares fueron atraídos con promesas de empleo en seguridad privada.
- Al llegar, fueron entrenados y desplegados en zonas de conflicto como Nyala y El Fasher.
- El ejército sudanés derribó un avión emiratí en 2025 con 40 mercenarios colombianos a bordo.
Este uso de combatientes extranjeros permite a los financiadores evadir la justicia internacional, mientras profesionalizan la violencia y la hacen más letal.
Violencia perenne, silencio global
La guerra en Sudán no es solo una disputa interna. Es el resultado de una arquitectura internacional de ambición, donde corporaciones financieras, potencias regionales y redes mercenarias se benefician de la fragmentación y el sufrimiento.
- Las fronteras coloniales crearon un Estado artificial.
- El oro convirtió ese Estado en un campo de batalla.
- Los mercenarios y el financiamiento externo lo transformaron en un experimento de impunidad.
En conclusión, Sudán no es sólo un país en guerra. Es el reflejo más crudo de cómo la ambición extranjera por recursos naturales —especialmente el oro— puede desatar una violencia perenne, disfrazada de conflicto interno. El genocidio en El Fasher no es una anomalía, es la consecuencia directa de una historia fabricada desde fuera, donde las fronteras, los actores y hasta los combatientes han sido moldeados por intereses ajenos a la población sudanesa.

