Nemo Mettler, el cantante suizo que conquistó el Festival de Eurovisión 2024, anunció este jueves que renuncia formalmente a su trofeo en señal de protesta por la participación de Israel en la edición de 2026.
La decisión, difundida a través de sus redes sociales, marca uno de los gestos más contundentes jamás realizados por un ganador del certamen musical, históricamente presentado como un espacio ajeno a la política.
En su declaración pública, Nemo recordó los valores que, según él, justifican la existencia del concurso.
“Eurovisión afirma que defiende la unidad, la inclusión y la dignidad para todos. Esos valores hicieron que este concurso fuera significativo para mí”, escribió.

Sin embargo, el artista sostuvo que tales principios han sido vulnerados por la decisión de permitir nuevamente la participación israelí.
“La continua participación de Israel, durante lo que la Comisión Internacional Independiente de Investigación de la ONU ha concluido que es un genocidio, muestra un claro conflicto entre esos ideales y las decisiones tomadas por la Unión Europea de Radiodifusión (UER)”, añadió.

Para Nemo, la postura oficial de la UER —que insiste en presentar el concurso como un evento no político— no coincide con la realidad del momento.
Según argumentó, la presencia de Israel en el festival contribuye a suavizar la imagen de un Estado acusado de graves violaciones de derechos humanos, especialmente tras las conclusiones de la comisión de investigación de la ONU, que responsabilizó a Israel de actos de genocidio contra la población palestina en la Franja de Gaza. Israel, por su parte, rechazó ese informe y calificó sus conclusiones como “falsedades de Hamás, blanqueadas y repetidas por otros”.
Crece el rechazo a la participación de Israel en Eurovisión

La renuncia del cantante se suma a una ola creciente de críticas y presiones sobre la UER. En las últimas semanas, cinco países ya han anunciado que no participarán en Eurovisión 2026: España, Irlanda, Países Bajos, Eslovenia e Islandia. Todos justificaron su decisión en la permanencia de Israel dentro del evento, hecho que consideran incompatible con el espíritu del concurso.
El gesto de Nemo, además de tener un peso simbólico, reaviva el debate sobre los límites entre cultura, política y derechos humanos dentro de uno de los espectáculos musicales más vistos del planeta. La devolución del trofeo, según señaló el artista, es un acto irreversible mientras el certamen no muestre coherencia entre su discurso y sus acciones. “Hasta que Eurovisión no alinee sus palabras y acciones, el trofeo no será mío”, afirmó.

La UER no ha emitido por ahora un comentario directo sobre la renuncia del ganador de 2024. Sin embargo, mantiene su posición tradicional de que Eurovisión es un evento cultural abierto a todos los miembros de la organización, independientemente de las coyunturas políticas.
La controversia, lejos de disiparse, parece intensificarse a medida que más voces —desde artistas hasta gobiernos— cuestionan la participación israelí.
El debate promete marcar profundamente la próxima edición del certamen y tal vez transformar para siempre las reglas no escritas que han sostenido la narrativa apolítica de Eurovisión durante décadas.

