Un periodista ofrece tres razones que podrían sostener un sistema de deshumanización masiva del sionismo.
Desde el último genocidio Gaza en octubre de 2023, el pueblo de Israel no se opone a los crímenes de guerra en Gaza a pesar de que más de 37.000 palestinos han muerto —en su mayoría civiles, mujeres y niños—, según datos del Ministerio de Salud de Gaza y de organizaciones como Human Rights Watch y la ONU.
Aún cuando magnitud de la tragedia es de grandes proporciones, la sociedad israelí ha permanecido, en gran medida, impasible. Las protestas internas contra las atrocidades han sido mínimas, y la mayoría del electorado sigue respaldando al gobierno de Benjamín Netanyahu o a figuras políticas igualmente beligerantes.
El periodista israelí Gideon Levy, columnista del diario Haaretz y una de las voces más críticas dentro de Israel, abordó esta desconexión emocional en una conferencia ampliamente difundida titulada “How Israelis Live So Easily With Occupation”. Allí expuso tres pilares ideológicos que, en su opinión, explican por qué la mayoría de los israelíes no se movilizan para detener la ocupación —y, en este contexto, tampoco para detener la destrucción sistemática de Gaza.
Esos tres pilares reflexionan sobre cómo un aparato ideológico, mediático y religioso dirigido a construir un consenso interno que puede justificar incluso el genocidio.
“Somos el pueblo elegido”.
Para Levy, el primer principio que sostiene la indiferencia israelí ante el sufrimiento palestino es la creencia religiosa y cultural de ser el ‘pueblo elegido’.
“La mayoría cree profundamente que somos el pueblo elegido, y si somos el pueblo elegido, tenemos el derecho de hacer lo que queramos”.
Esta visión, explica Levy, no es necesariamente una afirmación religiosa estricta, sino una forma de nacionalismo moral que sitúa a los israelíes en una posición ética superior. En este marco, la violencia contra el otro puede interpretarse no como un crimen, sino como un derecho histórico.
Este tipo de justificación simbólica refuerza el relato del victimismo eterno, en el que los israelíes siempre son los amenazados, nunca los agresores. Así, se crea una moral asimétrica: lo que para otros sería impensable (como bombardear hospitales o escuelas), para Israel se vuelve “defensa propia”.
La deshumanización del otro.

El segundo principio señalado por Levy es la deshumanización sistemática del pueblo palestino. La ocupación prolongada, la separación física con muros, los checkpoints, los bombardeos selectivos y la narrativa mediática interna han producido una profunda desconexión emocional.
Levy lo explica como un mecanismo psicológico colectivo que permite a los israelíes dormir tranquilos, sin sentirse moralmente responsables.
“Para vivir con esto, debes negar completamente la existencia del otro, su humanidad, sus sentimientos, su sufrimiento. Lo conviertes en una abstracción, en algo irrelevante”.
Esta deshumanización no es espontánea: se cultiva desde las escuelas, en la cobertura de los medios locales y en los discursos políticos que hablan de “terroristas” en lugar de civiles. Las víctimas palestinas son frecuentemente invisibles para el público israelí promedio. Así, se anula la empatía.
Silencio institucional y mediático.

El tercer pilar es la complicidad de las instituciones y los medios de comunicación israelíes, que, según Levy, no solo omiten información vital sobre lo que ocurre en los territorios ocupados, sino que también actúan como filtros que blanquean las acciones del Estado.
“Los medios israelíes no te mostrarán la realidad. No verás lo que está pasando realmente en Gaza o Cisjordania, salvo si lo buscas afuera. Es un bloqueo informativo”.
Este cerco informativo crea una sociedad desinformada o, peor aún, una sociedad ideológicamente protegida de la verdad.
Las voces críticas, como la del propio Levy, son marginadas o tildadas de traidoras. La crítica al ejército, al sionismo o a la política exterior se convierte en un tabú. En consecuencia, millones de israelíes no tienen acceso real a testimonios palestinos ni a imágenes directas de la devastación en Gaza.
¿Un consenso fabricado?.

Los tres principios descritos por Gideon Levy no operan de forma aislada. Son parte de un ecosistema ideológico e institucional que justifica la violencia estructural, ampara los crímenes de guerra y silencia las voces disidentes.
Más que una pasividad individual, lo que se evidencia es la existencia de un sistema cultural que bloquea deliberadamente la empatía, fomenta la superioridad moral y convierte el genocidio en algo comprensible o incluso justificable.
El psicólogo israelí Yoram Yovell ya advertía en 2023 que Israel estaba cruzando líneas éticas que podrían tener consecuencias históricas. Y sin embargo, como muestra Levy, la sociedad israelí ha sido educada para ver la guerra como una rutina, y la ocupación como una normalidad.
En un contexto en el que miles de niños mueren bajo los escombros en Gaza, preguntarse por qué no hay una rebelión moral dentro de Israel no es ingenuo: es una obligación. Los pilares que describe Gideon Levy no solo explican esa inacción: revelan que lo que está ocurriendo no es producto del silencio, sino de un consenso activamente construido.
Un consenso donde el genocidio deja de ser un crimen y se convierte en una narrativa de autodefensa.