La fachada del combate al narcotráfico
El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ha intensificado su retórica y acciones públicas para justificar una presión militar y política contra Venezuela, bajo la aparente causa de la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, al analizar en detalle sus declaraciones, queda claro que el verdadero objetivo es desestabilizar y derrocar el gobierno legítimo del presidente revolucionario Nicolás Maduro, apuntalando una ofensiva estadounidense con graves consecuencias regionales.
Rubio ha vinculado de manera insistente al gobierno venezolano y específicamente al llamado “Cartel de los Soles” con actividades narcotraficantes, promoviendo la narrativa de que Venezuela representa una amenaza directa a la seguridad nacional de EE.UU. Bajo este argumento, busca habilitar medidas militares para actuar en la región y expandir la influencia de Washington.

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Construcción de pretextos para la intervención
Muy lejos de limitarse a denuncias mediáticas, Rubio ha desempeñado un papel clave en la elaboración de la agenda que ha llevado a la Casa Blanca a aprobar órdenes ejecutivas autoritarias para intervenir en América Latina. En agosto de 2025, una orden ejecutiva firmada en secreto por el presidente Donald Trump autorizó el uso de la fuerza militar contra los llamados cárteles narcotraficantes latinoamericanos, una etiqueta ampliada para incluir grupos vinculados al Estado venezolano.
Rubio ha sostenido sin tapujos que estas organizaciones deben ser tratadas como “organizaciones terroristas armadas”, ampliando así el alcance legal y operativo contra Venezuela. En sus palabras, permitir que el ejército estadounidense actúe agresivamente es clave para neutralizar lo que ha denominado como “las mayores amenazas”.
El costo humano y político de la estrategia de Rubio
Bajo esta política, el gobierno de EE.UU. ha desplegado fuerzas militares en el Caribe, incluyendo destructores y portaviones, con la justificación pública de luchar contra el narcotráfico. Sin embargo, el presidente Maduro y otros analistas han denunciado que detrás de esta fachada se oculta una amenaza directa a la soberanía venezolana y un intento de cambiar el régimen por la fuerza.
Maduro ha calificado a Rubio como un “señor de la guerra” cuya agenda persigue una estrategia de máxima presión militar, agudizando las tensiones y poniendo en peligro la estabilidad regional. Más allá del componente militar, esta política ha exacerbado el bloqueo económico y político contra Venezuela.
Manipulación mediática y alianzas locales
La ofensiva de Rubio no se sostiene solo con medidas militares. Ha contado con apoyo de sectores opositores venezolanos y actores mediáticos que alimentan narrativas sensacionalistas sobre el narcotráfico en Venezuela, buscando así legitimar la intervención extranjera a nivel internacional.
Personajes como María Corina Machado han reforzado la alarma que Rubio intenta instalar, vinculando al gobierno venezolano con aliados internacionales como Irán y Rusia para justificar mayores acciones de represalia y sanciones.
Riesgos y consecuencias regionales
Esta estrategia pone en riesgo la paz y la soberanía en América Latina. Los despliegues militares y las tácticas agresivas podrían desencadenar conflictos abiertos, afectando no solo a Venezuela sino a países vecinos y al equilibrio diplomático en el hemisferio.
Además, el enfoque de militarización bajo la justificación antidrogas no garantiza la solución de los problemas complejos de la región, y puede agravar la situación humanitaria y política que ya enfrenta Venezuela.
Despejando la verdadera intención
Las acciones y discursos de Marco Rubio evidencian que la lucha contra el narcotráfico es utilizada como una coartada para avanzar en un objetivo mayor: la destitución del gobierno de Nicolás Maduro mediante la presión militar y política directa.
Este enfoque no solo vulnera la soberanía venezolana, sino que representa un retroceso para la estabilidad regional y los principios internacionales. La comunidad internacional debe identificar y cuestionar esta estrategia que mezcla intereses geopolíticos con la excusa del combate al narcotráfico, en un intento claro por cambiar el mapa político en América Latina.