A pesar del alto el fuego vigente desde noviembre de 2024, Israel ha intensificado sus bombardeos contra posiciones de Hezbolá en el sur de Líbano.
Según fuentes oficiales, las nuevas operaciones aéreas se concentraron cerca del castillo de Beaufort, en la región de Nabatiye, aunque hasta el momento no se han reportado víctimas.
Riesgo para la ONU

Simultáneamente, la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano (FINUL), también conocida como UNIFIL, denunció un incidente grave: drones israelíes lanzaron cuatro granadas cerca de sus cascos azules, en el sur del país. Las explosiones ocurrieron cuando los cascos azules estaban removiendo obstáculos para restablecer vías de acceso.
“Este es uno de los ataques más graves contra el personal y los activos de la FINUL desde el cese de hostilidades de noviembre pasado” Indicó un portavoz.
FINUL detalló que una granada cayó a menos de 20 metros de los soldados, mientras que las otras tres detonaron a unos 100 metros, pese a que las autoridades israelíes habían sido notificadas anteriormente sobre las operaciones en esa área.
Respuesta israelí

Israel justificó el lanzamiento de las granadas indicando que estaban destinadas a neutralizar un objetivo sospechoso en las cercanías de la zona, y afirmó haber informado previamente a la ONU sobre la operación.
Sin embargo, las autoridades de la organización subrayaron que ya habían transmitido datos sobre la limpieza de carreteras, por lo que cuestionan la intencionalidad del ataque.
Implicaciones y reacciones

Este incidente refleja una preocupante escalada: no solo se reanudan los bombardeos contra Hezbolá, sino que ahora se pone en riesgo la seguridad de la misión de paz que opera en la frontera.
FINUL ha suspendido temporalmente sus labores de despeje de carreteras tras el episodio, denunciándolo como una violación del Derecho Internacional y de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU.
A su vez, el ataque cerca de los cascos azules ocurre en un momento delicado para la misión: la ONU decidió recientemente terminar con la operación de FINUL a finales del próximo año, tras décadas en el terreno.
Las fuerzas israelíes han protagonizado este mes una nueva ola de ataques aéreos en el sur del Líbano, específicamente en torno al histórico castillo de Beaufort, aunque sin víctimas humanas reportadas hasta ahora.
Esta escalada ha ocurrido en un contexto donde se espera que la línea de alto el fuego pactada en noviembre de 2024 se mantenga, y se advierte una reactivación del enfrentamiento con Hezbolá.

Lo más alarmante ha sido la agresión —por parte de Israel— a la misión de paz de la ONU (FINUL), que tenía un papel crucial como garante de la estabilidad en la frontera. El episodio, en el que drones israelíes lanzaron granadas peligrosamente cerca del personal de la ONU mientras realizaba tareas de despeje, fue condenado como “uno de los más graves” desde el cese de hostilidades.
Aunque Israel alegó que buscaba repeler una amenaza legítima, UNIFIL sostuvo que había informado con antelación sobre la operación civil que estaba realizando, lo que añade una capa de preocupación sobre la coordinación y el respeto a la seguridad de las fuerzas de paz.
El impacto no se limita a las operaciones: no solo representa un desafío humanitario y político, también cuestiona la viabilidad de una misión que, desde hace años, ha intentado moderar la violencia entre Israel, Hezbollah y Líbano.
Con la misión de FINUL prevista para terminar el próximo año, este tipo de incidentes genera incertidumbre sobre quién asumirá ese rol en el futuro y si podrá hacerlo en condiciones de seguridad.
Se trata de un momento en que la paz y la estabilidad en la región están siendo puestas a prueba, y donde hasta la seguridad de terceros, como las fuerzas de paz internacionales, se ven comprometidas. La comunidad internacional, mientras tanto, observa con creciente preocupación el deterioro de las garantías que sostienen el frágil equilibrio en el sur del Líbano.