Durante su encuentro en la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a dejar claro que su apoyo a Argentina tiene límites muy precisos.
Tras condicionar la ayuda financiera al resultado electoral de Javier Milei, también advirtió sobre los vínculos del país sudamericano con China, marcando la agenda internacional de Buenos Aires con tono de jefe y no de socio.
En una rueda de prensa conjunta, Trump fue directo: “No creo que Argentina deba estar haciendo muchos negocios con China. Pueden hacer algo de comercio, pero ciertamente no deberían ir más allá de eso. Y si hacen algo relacionado con lo militar con China, me molestaría mucho.”
Tras las advertencias los mercados en Argentina se desplomaron.
La frase, pronunciada frente a Milei, dejó claro que el “rescate” económico estadounidense —el swap por 20 000 millones de dólares anunciado la semana pasada— tiene también una dimensión geopolítica.
Bessent al rescate de Trump pero el «softpower» se evidenció
Aunque el secretario del Tesoro, Scott Bessent, intentó suavizar el mensaje diciendo que “no hay condiciones formales” para la ayuda, él mismo había reconocido días antes que Washington busca “sacar a China” de Argentina.
El gobierno de Milei mantiene un swap vigente con el Banco Central de China, además de acuerdos comerciales en infraestructura y energía con Beijín. La advertencia de Trump parece apuntar a poner freno a esa relación, en especial a cualquier cooperación militar o tecnológica, una preocupación recurrente de Washington desde la base espacial china instalada en Neuquén.
Bessent aclaró que “no le preocupa el intercambio financiero, sino los acuerdos de carácter militar”, pero la presión estadounidense llega justo cuando Argentina atraviesa su mayor dependencia externa en años.
El gobierno libertario, que prometió “romper con los países comunistas”, ahora enfrenta el dilema de obedecer a Trump o sostener los lazos con su segundo socio comercial más importante.
Trump, fiel a su estilo, añadió que mantiene una “excelente relación” con Xi Jinping, aunque advirtió que “China tiende a aprovecharse de la gente”. En un gesto ambiguo, dijo confiar en que “todo irá bien”, pero su tono dejó poco margen para la autonomía argentina.
La escena recordó más a una reunión de subordinación que a un encuentro entre jefes de Estado. Mientras Trump lanzaba advertencias, Milei permanecía en silencio, sonriente y asintiendo, como quien escucha instrucciones. En redes, opositores y analistas señalaron que el presidente argentino parece más un representante local del trumpismo que un mandatario soberano.
El contexto electoral agrava la percepción. Con los comicios legislativos del 26 de octubre a la vuelta de la esquina, Trump ya dejó claro que su “generosidad” financiera depende de que Milei gane:
“Si Milei pierde, no seremos generosos con Argentina.”
A la presión política se suma ahora la presión geopolítica. Washington busca alejar a Buenos Aires de China, mientras le ofrece dinero a cambio de lealtad. Para muchos analistas, esta es la nueva forma de colonialismo financiero del siglo XXI: ya no con marines, sino con swaps, discursos y condiciones.
