Cada año, millones de vidas se salvan gracias a las vacunas, una de las herramientas más poderosas de la medicina preventiva. Sin embargo, este escudo está en riesgo. Estados Unidos enfrenta un resurgimiento alarmante del sarampión, con más de 1,000 casos confirmados y tres muertes, todas en personas no vacunadas. Paralelamente, en América Latina, Ecuador ha declarado alerta epidemiológica por brotes de tos ferina, fiebre amarilla y leptospirosis, enfermedades que han cobrado la vida de niños, debido a la caída en la cobertura de vacunación tras la pandemia, señaló El País.
Las vacunas funcionan estimulando nuestro sistema inmunológico para producir defensas específicas sin necesidad de pasar por la enfermedad. Existen cuatro tipos principales: biosintéticas (como la vacuna contra hepatitis B), virus vivos atenuados (sarampión, varicela), vacunas muertas (tos ferina) y vacunas toxoides (antitetánica). Gracias a ellas, enfermedades que antes eran mortales hoy son casi inexistentes, salvando entre 2 y 3 millones de vidas cada año.
No vacunarse no es solo una decisión personal, sino un riesgo colectivo que pone en peligro a los más vulnerables: bebés, personas con sistemas inmunitarios debilitados y quienes no pueden vacunarse por razones médicas. Los movimientos antivacunas ignoran esta realidad, abriendo la puerta a brotes evitables que amenazan la salud pública.