El vapeo, inicialmente presentado como una alternativa menos dañina al tabaco tradicional, se ha convertido en un fenómeno preocupante que afecta a millones de jóvenes en todo el mundo. Según datos recientes, aunque en Estados Unidos el uso de cigarrillos electrónicos entre jóvenes ha disminuido significativamente desde su pico en 2019, en países como Argentina y España el consumo sigue en aumento, especialmente entre adolescentes de 13 a 18 años.
Estos dispositivos funcionan calentando líquidos con sabores atractivos que contienen nicotina en altas concentraciones, sustancia altamente adictiva que puede alterar el desarrollo cerebral, el cual no se completa hasta los 25 años. Además, algunos líquidos incluyen cannabinoides sintéticos y THC, lo que multiplica los riesgos para la salud. La Organización Mundial de la Salud y expertos locales advierten que el vapeo no es una alternativa inocua, sino una puerta de entrada a múltiples adicciones y daños irreversibles, incluyendo enfermedades pulmonares graves como la EVALI, identificada en 2019.
En Argentina, el consumo entre estudiantes secundarios ha mostrado un aumento preocupante, con un 8,9% de consumidores actuales y una mayoría iniciándose entre los 14 y 15 años. La accesibilidad social y la percepción errónea de menor riesgo contribuyen a esta tendencia, que desafía las políticas públicas y requiere una respuesta urgente y coordinada.
Frente a esta realidad, varios países han adoptado medidas restrictivas: Inglaterra prohibirá la venta de vapeadores desechables en 2025, Australia limita su venta con receta médica, y Venezuela ha prohibido su uso y comercialización desde 2023. Sin embargo, la prevención y la educación son clave para proteger a las nuevas generaciones de esta amenaza silenciosa que compromete su salud y futuro.