El partido de vuelta por los octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y Universidad de Chile fue cancelado luego de una batalla campal en las tribunas del Estadio Libertadores de América (Argentina), la noche del miércoles 20 de agosto.
El choque se interrumpió en el minuto 48, con el marcador 1-1, cuando estallaron enfrentamientos entre las parcialidades. Palos, butacas arrancadas e incluso inodoros fueron lanzados desde la tribuna visitante hacia los hinchas locales, que respondieron de inmediato con violencia. Videos difundidos en redes muestran escenas de extrema crudeza: corridas, golpes con objetos contundentes y un aficionado chileno que cayó al vacío al intentar escapar.
El Ministerio de Seguridad argentino informó que 90 personas fueron arrestadas y trasladadas a distintas comisarías. En paralelo, servicios de salud confirmaron 10 heridos, tres de ellos graves, incluido un hincha chileno hospitalizado en estado crítico por heridas de arma blanca.
La Conmebol suspendió definitivamente el partido por falta de garantías, a la espera de que su comité disciplinario defina sanciones. El primer duelo, jugado en Santiago, había finalizado 1-0 a favor de la “U”.
Desde Santiago, el presidente Gabriel Boric condenó los hechos, responsabilizó a la organización por no prever un operativo adecuado y ordenó a su embajador en Buenos Aires visitar a los aficionados hospitalizados.
Lo que quedó en evidencia, además del fracaso del operativo de seguridad, fue la violencia incontrolable de las barras bravas que convirtieron un partido internacional en una pesadilla.