Después de meses de silencio, tortura y desaparición forzada, más de un centenar de venezolanos secuestrados por el gobierno de Estados Unidos y confinados sin juicio en las mazmorras del régimen salvadoreño de Nayib Bukele, finalmente regresaron a casa.
No fue una concesión humanitaria de los agresores, sino el resultado de una intensa ofensiva diplomática del gobierno del presidente Nicolás Maduro que logró su liberación mediante una compleja operación internacional de rescate.
El mundo fue testigo de uno de los canjes más indignantes de los últimos tiempos: vidas venezolanas inocentes a cambio de mercenarios estadounidenses y operadores políticos liberados en Caracas.
La trampa imperial: Secuestrados por ser venezolanos.

Todo comenzó cuando, en marzo de 2025, el presidente estadounidense Donald Trump, bajo una retórica xenófoba, firmó una orden ejecutiva basada en la arcaica Ley de Enemigos Extranjeros de 1798. El objetivo: deportar masivamente a venezolanos residentes en EE.UU. sin juicio ni pruebas, acusándolos de “amenazas potenciales”.
En vez de repatriar a los indocumentados a Venezuela, en un hecho sin precedentes históricos fueron entregados ilegalmente a El Salvador, gobernado por su aliado Nayib Bukele. En su mayoría, ni siquiera habían cometido una infracción. Los sacaron de sus casas, los subieron a un avión y despertaron en una celda de concreto en un país que no conocían.
Entre los deportados había padres, mujeres embarazadas, jóvenes trabajadores e incluso personas enfermas. ¿Su único “crimen”? Ser venezolanos en medio de una campaña política racista y electoralista.
CECOT: Un centro de tortura creado para el espectáculo.

Una vez en El Salvador, los venezolanos fueron recluidos en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), una cárcel denunciada por Naciones Unidas por su carácter inhumano, sin acceso a abogados, sin contacto con sus familias y bajo un régimen de brutalidad sistemática.
Lo golpeaban, les negaban medicamentos. Le decían que nadie vendría a buscarlos. Pero Venezuela no olvidó a sus hijos.
CECOT, promovido por Bukele como símbolo de “mano dura”, es en realidad un experimento de represión masiva donde se violan los derechos humanos como parte de una estrategia mediática de control político y promoción personal de la ultraderecha internacional.
Maduro activó la diplomacia internacional.

Mientras la prensa occidental callaba y muchos gobiernos miraban hacia otro lado, el gobierno bolivariano denunció ante foros multilaterales la existencia de ciudadanos venezolanos secuestrados por EE.UU. y entregados sin proceso legal a una dictadura penitenciaria.
El presidente Nicolás Maduro, en conjunto con su cancillería y mediadores diplomáticos como José Luis Rodríguez Zapatero, activó un operativo de presión global para rescatar a sus compatriotas.
“No descansaremos hasta traerlos de vuelta. No abandonamos a nadie”, había declarado Maduro en abril.
El resultado fue una intensa negociación internacional donde Venezuela, en un acto de alto sentido humanitario y soberano, aceptó liberar a 10 terroristas estadounidenses y a un grupo de actores políticos nacionales procesados por delitos a cambio de la vida y la libertad de los venezolanos presos en CECOT.
¿Quién responderá por los Crímenes?

Lo que ocurrió con estos venezolanos ahora podrí quedar impune. Fueron secuestrados, trasladados sin legalidad alguna, encerrados sin juicio, torturados y luego utilizados como piezas de negociación por Washington y San Salvador. No hay precedente reciente de una violación del derecho internacional en contra de Venezuela.
“Nos usaron como rehenes. Venezuela nos salvó. Pero EE.UU. nos trató como basura humana”, relató entre lágrimas, una de las mujeres repatriadas.
Ni un tribunal, ni una audiencia, ni un derecho básico fue respetado. Solo la presión del gobierno venezolano, las gestiones y la dignidad del pueblo venezolano permitieron que estos hombres y mujeres volvieran vivos.
La llegada de los repatriados fue recibida con abrazos, lágrimas y cantos. La emoción de las familias contrastó con el silencio de la prensa corporativa que evitó mostrar el drama de estas personas durante meses. Médicos, psicólogos y defensores públicos ya trabajan para rehabilitar a los afectados.
Organizaciones sociales han exigido al gobierno venezolano que denuncie formalmente a Estados Unidos y El Salvador ante la Corte Penal Internacional por secuestro, tortura y tratos crueles.
Lejos de ser una simple operación diplomática, lo ocurrido representa una batalla ganada por la soberanía frente al imperialismo. Venezuela rescató a sus hijos cuando el poder global los desechó como objetos sin valor. Lo hizo sin agachar la cabeza, sin negociar principios y sin dejarse chantajear.
Lo que se vivió en CECOT es una herida abierta que debe cicatrizarse con justicia. El mundo debe saber que detrás de los discursos de “seguridad” y “terrorismo” se esconde una maquinaria racista, criminal y deshumanizante. Pero también debe saber que cuando un pueblo está unido, ningún imperio puede aplastar su dignidad.