Cada año, el 18 de julio se celebra el Día Internacional de Nelson Mandela, una fecha que honra la vida del líder sudafricano nacido ese mismo día en 1918. Reconocido mundialmente por su incansable lucha contra el apartheid, su papel en la reconciliación nacional y su vocación por la justicia, Mandela dejó una huella que va más allá de las fronteras.
En 2009, la Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó oficialmente esta efeméride. Desde entonces, se alienta a personas de todo el mundo a dedicar tiempo al servicio comunitario, como reflejo del compromiso ético que él mantuvo durante 67 años.
Una decisión global que nace de la acción colectiva
En abril de 2009, diversas organizaciones promovieron la idea de establecer un día para reconocer la trayectoria de Nelson Mandela. La campaña fue impulsada por la Fundación que lleva su nombre y por el proyecto 46664 —número que identificó a Mandela durante su encierro en Robben Island—.

Estas instituciones plantearon la necesidad de crear un espacio simbólico que inspire al mundo a seguir el ejemplo de quien luchó sin descanso por la dignidad y la igualdad.
Ese mismo año, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó por consenso la propuesta. Así, el 10 de noviembre de 2009 se proclamó oficialmente el Día Internacional de Nelson Mandela. La primera celebración tuvo lugar el 18 de julio de 2010, marcando el inicio de una jornada que se vive con participación ciudadana en todos los continentes.
Mandela: símbolo de libertad, resistencia y reconciliación
Nelson Rolihlahla Mandela, nacido el 18 de julio de 1918 en Mvezo, Sudáfrica, dedicó su vida a combatir el sistema de apartheid impuesto por el régimen segregacionista. Tras años de activismo en el Congreso Nacional Africano, fue arrestado en 1962 y condenado a cadena perpetua. Pasó 27 años encarcelado, gran parte de ellos en la isla prisión de Robben Island, bajo duras condiciones.

En 1990, tras su liberación, se convirtió en el arquitecto del proceso democrático que permitió elecciones libres y la transición pacífica del poder. En 1994 asumió como el primer presidente negro de Sudáfrica. Durante su mandato impulsó políticas de inclusión, promovió el diálogo entre comunidades y sentó las bases de una nación más justa.
Lejos de buscar venganza, Mandela eligió la reconciliación como camino. En su discurso inaugural afirmó: “Nunca, nunca, nunca más ocurrirá que esta hermosa tierra experimente la opresión de unos por otros”. Su ejemplo se convirtió en guía ética y política para millones de personas.
Una jornada que impulsa acciones concretas
El Día Internacional de Nelson Mandela no busca únicamente recordar su vida, sino fomentar una cultura global de responsabilidad cívica. Por ello, Naciones Unidas promueve la campaña “67 minutos por Mandela”, en la que cada persona es invitada a dedicar al menos una hora de su tiempo a ayudar a otros. La cifra representa los 67 años que Mandela entregó a causas sociales, desde sus inicios como abogado hasta sus labores humanitarias tras dejar la presidencia.

No se trata de gestos simbólicos sino de acciones transformadoras: limpiar espacios públicos, leerle a un niño, visitar a enfermos, sembrar árboles o colaborar con una organización local. Cada esfuerzo individual tiene el potencial de generar cambios duraderos.
“Lo que cuenta en la vida no es el mero hecho de haber vivido. Es la diferencia que hemos hecho en la vida de los demás”, expresó Mandela en una ocasión. Esta filosofía sigue guiando a quienes conmemoran su legado en más de 150 países cada 18 de julio.
Más que un homenaje: un estándar ético
A lo largo de los años, esta fecha ha incorporado nuevos elementos que consolidan su alcance. En 2015, la Asamblea General de la ONU instauró el Premio Nelson Mandela, que se otorga cada cinco años a personas que hayan dedicado su vida al servicio público y los derechos humanos. Este reconocimiento refuerza el espíritu de la jornada: destacar trayectorias éticas que inspiran a la sociedad.

Asimismo, se aprobaron las llamadas “Reglas Mandela”, un conjunto de principios mínimos para el tratamiento digno de personas privadas de libertad. Estas normas actualizan y fortalecen los estándares internacionales sobre condiciones penitenciarias, recordando que la humanidad debe proteger incluso a quienes han sido condenados.
Ambas iniciativas son prueba de que el legado de Mandela no se ha fosilizado en la historia, sino que sigue siendo una brújula ética para los sistemas de justicia y los liderazgos sociales.
Cada 18 de julio, millones de personas se suman a este tributo que no exige monumentos ni grandes discursos, sino gestos honestos, pequeños y sostenidos. Porque si algo enseñó Mandela es que la transformación empieza desde lo cotidiano: una decisión, un acto, una palabra justa dicha a tiempo.